Actualización en el abordaje de la infección del tracto urinario en pediatría
Autor principal: Manuel Enrique Suárez González
Vol. XIX; nº 16; 666
Update on the approach to urinary tract infection in pediatrics
Fecha de recepción: 07/08/2024
Fecha de aceptación: 26/08/2024
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XIX. Número 16 Segunda quincena de Agosto de 2024 – Página inicial: Vol. XIX; nº 16; 666
Autor: Manuel Enrique Suárez González
Médico General, San José, Costa Rica.
Resumen:
La infección del tracto urinario (ITU) es una infección bacteriana frecuente en el ámbito pediátrico, la cual puede incidir en el tracto urinario superior (riñones y uréteres) y en el inferior (vejiga y uretra). Los síntomas difieren dependiendo de la edad, manifestándose desde fiebre en lactantes y hasta síntomas más clásicos como dolor abdominal y disuria en niños mayores. Escherichia coli es el patógeno más comúnmente encontrado en la práctica clínica. El diagnóstico se fundamenta en la conjunción de los síntomas presentes en el paciente, el análisis de la orina y el cultivo de la misma. Es fundamental realizar una recolección de muestras apropiada, empleando técnicas específicas según la edad del paciente, como la utilización de bolsa perineal en lactantes, la micción media en niños mayores o el cateterismo urinario en casos necesarios. En el tratamiento inicial, se incluyen antibióticos como la amoxicilina con clavulanato o las cefalosporinas, los cuales se ajustan de acuerdo con los resultados del antibiograma. La prevención de la repetición de episodios se enfoca en corregir los factores que predisponen, como el reflujo vesicoureteral o la disfunción vesical, así como en fomentar medidas higiénicas apropiadas. Es fundamental realizar un monitoreo apropiado con el fin de prevenir posibles complicaciones renales crónicas. En situaciones específicas, como las malformaciones anatómicas o el reflujo vesicoureteral severo, puede requerirse una cirugía correctiva para tratar las irregularidades subyacentes. En pediatría, el tratamiento de la infección del tracto urinario (ITU) demanda un enfoque multidisciplinario con el fin de garantizar un manejo efectivo y prevenir posibles secuelas.
Palabras clave: infección, tracto, urinario, antibiótico, urocultivo, pediatría.
Abstract:
Urinary tract infection (UTI) is a common bacterial infection in the pediatric setting, which can affect the upper urinary tract (kidneys and ureters) and the lower urinary tract (bladder and urethra). Symptoms differ depending on age, ranging from fever in infants to more classic symptoms such as abdominal pain and dysuria in older children. Escherichia coli is the most commonly encountered pathogen in clinical practice. Diagnosis is based on the conjunction of the symptoms present in the patient, urinalysis and urine culture. It is essential to perform an appropriate sample collection, using specific techniques according to the patient’s age, such as the use of perineal bag in infants, midstream micturition in older children or urinary catheterization in necessary cases. Initial treatment includes antibiotics such as amoxicillin with clavulanate or cephalosporins, which are adjusted according to the antibiogram results. Prevention of repeat episodes focuses on correcting predisposing factors, such as vesicoureteral reflux or bladder dysfunction, as well as encouraging appropriate hygienic measures. Appropriate monitoring is essential in order to prevent possible chronic renal complications. In specific situations, such as anatomical malformations or severe vesicoureteral reflux, corrective surgery may be required to treat the underlying irregularities. In pediatrics, the treatment of urinary tract infection (UTI) demands a multidisciplinary approach in order to ensure effective management and prevent possible sequelae.
Keywords: infection, urinary, tract, antibiotic, urine culture, pediatrics.
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses.
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.
Introducción y generalidades
La infección del tracto urinario (ITU) es de las infecciones bacterianas más frecuentes en la población pediátrica, siendo la ascensión de bacterias desde la uretra hacia el sistema urinario (incluyendo el parénquima renal) la causa más frecuente. La ITU del tracto superior involucra a los riñones y los uréteres, mientras que la ITU del tracto inferior afecta a la vejiga y la uretra.1
Los términos utilizados para referirse a la infección del tracto urinario (ITU) según su localización son uretritis (restringida a la mucosa uretral), cistitis (restringida a la vejiga) y pielonefritis (se propaga hacia los riñones).2
Las bacterias pueden encontrarse en el tracto urinario de manera asintomática, sin desencadenar procesos inflamatorios ni manifestar síntomas. Esta condición es conocida como bacteriuria asintomática.3
La piuria estéril se define como la presencia de leucocitos elevados en la orina sin evidencia de crecimiento bacteriano en el urocultivo.3
Las infecciones del tracto urinario complicadas son las ITU en neonatos, urosepsis, presencia de una masa en vejiga y/o abdominal, anomalías congénitas en los riñones y vías urinarias, presencia de organismos diferentes a Escherichia coli, evolución clínica inusual, formación de abscesos renales y falta de mejoría clínica tras 72 horas de tratamiento antibiótico.1,2
Etiología
Generalmente, las enterobacterias suelen ser los microorganismos causantes de una infección del tracto urinario. Escherichia coli es el microorganismo predominante en las infecciones del tracto urinario, siendo responsable de aproximadamente el 85% al 90% de los casos. Otros organismos causantes frecuentes incluyen Klebsiella, Proteus, Enterococcus y Enterobacter.4
En los casos donde se logran observar cálculos renales, el microorganismo Proteus spp suele estar asociado. Por otro lado, organismos como Pseudomonas spp, Staphylococcus aureus y Streptococcus del grupo B suelen estar relacionados con anomalías congénitas del riñón y las vías urinarias, cirugía genitourinaria, cateterismo o el uso reciente de antibióticos. Los enterococos son una causa común de infecciones del tracto urinario relacionadas con el uso de catéteres.4,5
La diseminación hematógena al sistema urinario puede ocurrir en lactantes y niños con inmunodeficiencia. La pielonefritis puede ser causada por la propagación por vía hematógena de microorganismos como los estreptococos del grupo B, Candida spp, Staphylococcus aureus y Salmonellae.1,4,5
Factores de riesgo
La Universidad de Pittsburgh ha desarrolló una calculadora para estimar la probabilidad de ITU en niños pequeños febriles (de 2 a 23 meses de edad) utilizando diversos factores de riesgo: edad inferior a 12 meses, sexo femenino o varón no circuncidado, ausencia de otra fuente de fiebre, duración de la fiebre superior a 48 horas, antecedentes de ITU y temperatura máxima >39 °C.6
Hay pocas pruebas que demuestren alguna diferencia en la técnica de limpieza del niño de delante hacia atrás frente a la de atrás hacia delante. No se ha demostrado que la encopresis sin estreñimiento y los baños de burbujas causen ITU.1
Se cree que el estreñimiento puede ocasionar la compresión de la vejiga y del cuello vesical, lo que resulta en un aumento de la presión de almacenamiento de la vejiga y del volumen de orina residual posmiccional. Un colon distendido o la acumulación de materia fecal pueden constituir un reservorio significativo de agentes patógenos en el colon.7
En adolescentes, el riesgo de cistitis puede incrementarse debido a factores como las relaciones sexuales, el embarazo, patrones miccionales poco frecuentes, antecedentes de cistitis, reflujo vesicoureteral (RVU), anomalías anatómicas, urolitiasis y la presencia de un cuerpo extraño.1,2
Signos y síntomas
Los síntomas iniciales pueden variar dependiendo de la edad del individuo y la ubicación de la infección en el tracto urinario. Durante los tres primeros meses de vida, los pacientes pueden manifestar síntomas como fiebre, vómitos, hipotermia, ictericia, dificultad en la alimentación, retraso en el crecimiento y/o irritabilidad.1,8
En los niños menores de 2 años, los síntomas suelen ser inespecíficos y se manifiestan tardíamente debido a la falta de capacidad para comunicar los síntomas o identificar la ubicación del dolor; la fiebre sin causa aparente es la presentación más frecuente de infección del tracto urinario.8
Los niños de mayor edad demuestran una mayor capacidad para identificar y comunicar síntomas específicos relacionados con una ITU, como lo es la disuria, polaquiuria y tenesmo vesical.4
Abordaje del paciente
Para realizar el diagnóstico debe realizarse una historia clínica y examen físico detallado. La evaluación de los síntomas se fundamenta en la ubicación de la inflamación en el sistema urinario1:
- La uretritis se manifiesta a través de síntomas como disuria, prurito y secreción uretral.
- La cistitis aguda se caracteriza por la presencia de síntomas como disuria, hematuria, urgencia o polaquiuria, orina turbia o maloliente, y dolor suprapúbico.
- La pielonefritis aguda se caracteriza por la presencia de fiebre, dolor en el costado, malestar abdominal, vómitos y otros signos sistémicos.
Entre los antecedentes relevantes a preguntar se encuentran la presencia de estreñimiento, la existencia previa de infecciones del tracto urinario y la administración reciente de tratamiento con antibióticos.4
En la exploración física, los signos clínicos significativos a tener en cuenta son la distensión abdominal, la distensión de la vejiga, la presencia de una masa en el flanco que pueda indicar hidronefrosis, la palpación de heces, la sensibilidad en el ángulo costovertebral y/o la sensibilidad en la región suprapúbica.4,5
Obtención de la muestra de orina
El diagnóstico de la infección del tracto urinario (ITU) en niños pequeños se ve obstaculizado por la presencia de síntomas inespecíficos, siendo necesario obtener una muestra de orina no contaminada para lograr un diagnóstico preciso. En niños aún sin control de esfínteres, se utilizan diversos métodos para la recolección de muestras de orina, como la utilización de bolsas colectoras, la técnica de toma limpia a mitad del chorro, el cateterismo y la aspiración suprapúbica con aguja. La recolección de muestras de orina mediante bolsa plástica solo es adecuada para análisis de orina (UA) y no para cultivos, debido a que las bacterias presentes en la piel del área genital, pero no en el tracto urinario, podrían ocasionar contaminación en la muestra recolectada.9
La orina recolectada a través de una bolsa puede ser un procedimiento indoloro en lactantes, sin embargo, puede haber demoras en el proceso de micción. En caso de que la muestra sea considerada anormal, se puede optar por realizar un sondaje para confirmar el diagnóstico. La obtención de muestras de orina a través de sondaje uretral puede resultar dolorosa, sin embargo, es un procedimiento rápido y con menor riesgo de contaminación, lo que permite su envío para análisis microbiológico.9
En niños mayores que han adquirido control de esfínteres, es posible recolectar muestras de orina del chorro medio en un recipiente estéril tras la adecuada limpieza de la piel en la región genital. Es fundamental lograr una retracción suave del prepucio en niños no circuncidados para obtener una muestra no contaminada.1,5
La técnica de aspiración de la orina de la vejiga a través de aguja suprapúbica se emplea con menor frecuencia debido a su carácter doloroso y a la baja tasa de éxito asociada.1
Valoración de la muestra de orina
La valoración de la muestra recolectada debe llevarse a cabo dentro de un plazo de una hora a temperatura ambiente o en un plazo de cuatro horas si la muestra se mantiene refrigerada.8
El análisis con tiras reactivas de orina se considera válido únicamente para confirmar o descartar la presencia de una infección, siempre y cuando se detecten nitritos y esterasa leucocitaria, en conjunto. La detección de sangre y/o proteínas en un análisis de orina mediante tiras reactivas no constituye un marcador confiable de infección del tracto urinario.9
La esterasa leucocitaria es una enzima generada por los leucocitos o glóbulos blancos, y puede ser detectada en la orina en presencia de actividad leucocitaria, conocida como piuria. Frecuentemente, los resultados se expresan de forma semicuantitativa, utilizando categorías como negativo, trazas, 1+, 2+ y 3+. En pacientes neutropénicos y en niños pequeños que presentan frecuentes micciones, el resultado puede arrojar falsos negativos.1,9
Los nitritos se producen en la vejiga por medio de la actividad metabólica de las bacterias gramnegativas que actúan sobre el nitrato presente en la alimentación. La edad puede ser un factor determinante en la efectividad de las pruebas de nitritos, dado que los niños más jóvenes tienden a tener una frecuencia urinaria mayor, lo que disminuye el periodo disponible para la acumulación de nitritos previo a la recolección de muestras de orina (se necesita un periodo de retención en la vejiga de 4 horas para la conversión de los nitratos de la dieta en nitritos). Es importante destacar que algunas bacterias, como las especies de Pseudomonas y los organismos grampositivos como Enterococcus, no intervienen en el proceso de conversión de nitratos en nitritos en la orina. Por lo tanto, los nitritos presentan una sensibilidad menor en comparación con esterasa leucocitaria, pero una mayor especificidad en el diagnóstico de la infección urinaria.1,9
La detección de nitritos o leucocitos esterasa indica la necesidad de un examen microscópico con el fin de identificar la presencia de bacterias, leucocitos y eritrocitos. En la microscopía, la orina no infectada no debería presentar bacterias visibles. En consecuencia, la detección de bacterias mediante observación bajo microscopio de alta potencia está estrechamente relacionada con la presencia de bacteriuria e infección del tracto urinario.10
En pacientes sintomáticos, una muestra de orina se considera anormal y altamente indicativa de una infección del tracto urinario (ITU) cuando presenta más de 5 glóbulos blancos por campo de alta potencia o 25 glóbulos blancos por microlitro. La detección de piuria es útil para diferenciar una infección del tracto urinario de una bacteriuria asintomática.1
Diagnóstico diferencial
Se debe tomar en cuenta que la polaquiuria puede ser ocasionada por diversos factores, tales como la deshidratación, la realización de ejercicio intenso, una infección del tracto urinario parcialmente tratada, infecciones virales, fúngicas o parasitarias, infecciones estreptocócicas, infecciones de transmisión sexual, enfermedad inflamatoria pélvica, tuberculosis y apendicitis.1,2
La hematuria puede también manifestarse en presencia de afecciones inmunológicas como la enfermedad de Kawasaki, la glomerulonefritis aguda, el lupus eritematoso sistémico, así como en casos de cálculos renales, presencia de cuerpo extraño en el riñón, nefropatía por analgésicos, nefritis intersticial y necrosis papilar.2,5
Un diagnóstico diferencial importante, al obtener el resultado del análisis de orina, es el de bacteriuria asintomática, el cual se define como la detección de un crecimiento significativo de un único uropatógeno en una muestra de orina recolectada de manera apropiada, en ausencia de signos de inflamación, piuria o síntomas de infección del tracto urinario. Los niños que presentan disfunción vesical neurogénica, como la espina bífida y lesiones en la médula espinal, así como aquellos que tienen catéteres urinarios permanentes o que se someten a sondaje intermitente limpio, muestran altas tasas de piuria y bacteriuria asintomática. La presencia de bacteriuria en estas cohortes de pacientes no constituye un diagnóstico de infección del tracto urinario.3
Urocultivo
El urocultivo brinda la información del patógeno causal y el número de colonias. Según la Academia Americana de Pediatría, el diagnóstico de una Infección del Tracto Urinario (ITU) se establece mediante la presencia de síntomas clínicos, la detección de inflamación en la orina (con al menos 5 glóbulos blancos por campo de alta potencia o ésteres de leucocitos) y la confirmación en el urocultivo de la presencia de al menos 50,000 Unidades Formadoras de Colonias por mililitro de un microorganismo uropatógeno (La cuenta bacteriana varía según el método de recolección de la muestra de orina. Se requieren más de 100,000 unidades formadoras de colonias (UFC) por mililitro en muestras de orina de chorro medio, más de 50,000 UFC/mL en muestras obtenidas por cateterización y solo más de 1,000 UFC/mL en muestras obtenidas por aspiración suprapúbica).10
Los resultados de los cultivos de orina generalmente requieren de un período de tiempo de entre 12 y 24 horas para mostrar crecimiento bacteriano, seguido de un día adicional para la identificación de la bacteria específica y finalmente de 2 a 3 días para obtener información sobre la sensibilidad de las bacterias.10,11
Estudios de imagen
Ultrasonido renal
Se recomienda llevar a cabo una ecografía renal en todos los niños de corta edad que presenten un primer episodio de infección del tracto urinario (ITU) con fiebre, así como en niños mayores con ITU recurrente. Es necesario llevar a cabo una ecografía de los riñones y la vejiga con el fin de identificar posibles anomalías anatómicas o estructurales.12
Los niños que se encuentran gravemente enfermos o cuya recuperación no progresa según lo previsto deben ser sometidos a una ecografía en los primeros días (plazo de 12 a 36 horas) para determinar la presencia de una anomalía anatómica obstructiva o un absceso renal. Después de la fase aguda de una infección, es recomendable que los niños con infecciones menos graves se sometan a una ecografía renal para disminuir la posibilidad de obtener resultados falsos positivos en relación a la inflamación renal, la cual puede mantenerse por un período de 1 a 2 semanas.1,12
Cistouretrografía miccional
Es el procedimiento diagnóstico recomendado para verificar la existencia de reflujo vesicoureteral (RVU) y determinar su grado de severidad, aunque la realización rutinaria de una cistouretrografía miccional no se recomienda después de la primera infección del tracto urinario (excepto en presencia de patógenos poco comunes o en situaciones clínicas complicadas).12
Este estudio debe considerarse cuando la ecografía renal y vesical muestre la presencia de hidrouréter, hidronefrosis, cicatrices u otros hallazgos indicativos, o en situaciones de infección del tracto urinario febril recurrente.12
En recién nacidos con historial de hidronefrosis prenatal, se recomienda realizar una cistouretrografía miccional si se detecta hidronefrosis de grado moderado a severo, se evidencia dilatación ureteral en la ecografía realizada después del nacimiento o se presentan anomalías vesicales que sugieren obstrucción en la salida de la vejiga.1
En casos de infección del tracto urinario recurrente y anomalías detectadas en la ecografía del tracto urinario superior, se recomienda realizar esta prueba para identificar a los pacientes con reflujo vesicoureteral.2,12
Urosonografía miccional con contraste
Se puede utilizar este estudio como alternativa para reducir la exposición a la radiación en niños que requieren una cistouretrografía miccional. La realización de esta prueba implica la inserción de un catéter en la vejiga, lo cual puede resultar una experiencia incómoda para los pacientes de corta edad. Es necesario administrar material de contraste y se solicita al paciente que miccione a requerimiento durante la exploración con ultrasonido.13,14
Gammagrafía renal
En niños con anomalías en el parénquima renal detectadas en ecografías o infecciones del tracto urinario febriles recurrentes, se puede contemplar la realización de una gammagrafía renal con ácido dimercaptosuccínico (DMSA) de tecnecio-99m. Este estudio se considera el método diagnóstico más preciso para identificar la pielonefritis aguda y las cicatrices renales. No obstante, no se recomienda su uso de forma habitual en el manejo clínico de la pielonefritis aguda. La prueba para diagnosticar la cicatrización renal (nefropatía por reflujo) después de una pielonefritis aguda debe llevarse a cabo seis meses después de la infección aguda.1,10
Tratamiento
En los pacientes con sospecha de infección del tracto urinario, se recomienda iniciar el tratamiento con antibióticos de forma empírica antes de obtener los resultados del cultivo (pero después de recolectada la muestra), con el objetivo de resolver la infección de manera rápida. La selección del antibiótico por vía oral debe ajustarse de acuerdo con los resultados de sensibilidad bacteriana.10
En la actualidad, las opciones terapéuticas más recomendadas para tratar las infecciones del tracto urinario agudas no complicadas incluyen el uso de cefalosporinas de segunda o tercera generación, así como de amoxicilina-ácido clavulánico.10
Se sugiere el uso de terapia antibiótica intravenosa para lactantes menores de 2 meses y para cualquier niño que muestre signos de gravedad como bacteriemia, sepsis, inestabilidad hemodinámica, inmunodeficiencia, intolerancia a la medicación oral o falta de respuesta al tratamiento.1
Las cefalosporinas de primera generación, como la cefalexina, son conocidas por brindar una cobertura efectiva contra los uropatógenos. Además, se caracterizan por ser bien toleradas, de fácil acceso y rentables. No obstante, es necesario administrar el medicamento como mínimo tres veces al día. El trimetoprim-sulfametoxazol (TMP-SMX) es una alternativa adicional que se caracteriza por ser bien tolerada y económica, con un esquema posológico de administración dos veces al día.2,10
La nitrofurantoína demuestra eficacia contra los uropatógenos, sin embargo, no es recomendable para el tratamiento de la pielonefritis, especialmente en niños pequeños, debido a su limitada capacidad de penetración en el parénquima renal y en la circulación sanguínea. En los últimos años, se ha observado un incremento en la resistencia a este antibiótico en ciertas regiones.5,10
Las dosis más utilizadas en ITU son las siguientes1:
- Medicamentos orales:
- TMP-SMX 40mg (SMX) cada 12 horas
- Cefadroxil 30-50mg cada 12 horas
- Cefalexina 50-100mg cada 6 horas
- Amoxicilina-ácido clavulánico 40mg (amoxicilina) cada 12 horas
- Medicamentos parenterales (pielonefritis aguda):
- Ampicilina 100mg cada 6 horas
- Gentamicina 7.5mg cada 8 horas
- Ceftriaxona 50-100mg cada 12 horas
- Cefotaxime 100-200mg cada 8 horas
- Cefepime 100mg cada 12 horas
Duración de tratamiento
La duración del tratamiento antibiótico en niños debe ser determinada considerando factores como la edad del paciente y la severidad de la enfermedad, incluyendo la afectación del tracto urinario inferior o superior.2,4,5
Se recomienda administrar antibióticos durante un período de 7 a 14 días a lactantes, niños menores de 24 meses y niños mayores que presenten pielonefritis.5
En el caso de niños mayores que padecen de cistitis, un tratamiento antibiótico de duración entre 3 y 7 días puede resultar adecuado. Se ha observado en estos casos que una duración de 2 a 4 días ha demostrado ser igualmente efectivo que un tratamiento de 7 a 14 días.10
En el caso de la pielonefritis aguda en niños, se puede optar por un tratamiento con antibióticos orales durante un período de 10 a 14 días, o bien por una terapia inicial con antibióticos intravenosos de 2 a 4 días, seguida de tratamiento oral.1
Tratamiento de infecciones del tracto urinario recurrentes
La ITU recurrente se caracteriza por la presencia de dos o más episodios de infección del tracto urinario en un periodo de seis meses, o tres episodios en un año. Aproximadamente más del 30% de los niños que experimentan una infección del tracto Urinario desarrollarán ITU recurrente. El abordaje de las infecciones del tracto urinario recurrentes requiere la identificación y tratamiento de los factores de riesgo, tales como las anomalías congénitas y las vejigas disfuncionales, por lo cual se utilizan los estudios de imagen explicados anteriormente.1,15
Se debe interrogar acerca de síntomas de estreñimiento, enuresis diurna y conductas de retención, en busca de identificar disfunción intestinal o vesical. Es fundamental mejorar el funcionamiento intestinal y vesical, así como la higiene personal, a través de intervenciones conductuales.7
Para mejorar el ciclo de la vejiga, es importante mantener una adecuada hidratación, seguir horarios regulares de micción cada 3 o 4 horas y realizar ejercicios de fortalecimiento de los músculos del suelo pélvico, ya sea con o sin terapia de biorretroalimentación.16
El tratamiento inicial del estreñimiento en niños implica incrementar la cantidad de fibra en la dieta, asegurar una adecuada hidratación y recurrir a ablandadores de heces (ejemplo polietilenglicol). Se recomienda que los niños permanezcan sentados en el inodoro durante diez minutos después de las comidas para aprovechar el reflejo gastrocólico. En caso de que estas estrategias no logren resolver de manera efectiva el problema de estreñimiento, es posible contemplar otras alternativas de intervención, tales como enemas retrógrados, enemas de continencia anterógrados y procedimientos de desimpactación.1,7
La administración de antibióticos de forma preventiva reduce la probabilidad de infecciones del tracto urinario recurrentes en niños con reflujo vesicoureteral, aunque no afecta la formación de cicatrices en los riñones. Se debe asegurar la detección temprana y la administración oportuna de tratamiento (en un plazo de 48 horas) para reducir el daño renal en casos de niños con infecciones del tracto urinario recurrentes que presenten un cuadro febril.15
La administración de antibióticos como medida preventiva se recomienda para niños que presentan reflujo vesicoureteral de grado III o superior, reflujo vesicoureteral con infecciones del tracto urinario recurrentes, reflujo vesicoureteral en pacientes con disfunción de la vejiga y en niños que padecen reflujo vesicoureteral en cualquier grado y presentan dificultades para vaciar la vejiga.15
El trimetoprim-sulfametoxazol se recomienda para la profilaxis en niños que presentan reflujo vesicoureteral. La nitrofurantoína se puede utilizar en los casos de pacientes alérgicos a las sulfamidas y que sufren de infecciones recurrentes. Con el tratamiento, se puede disminuir en un 50% la posibilidad de que se repita una infección del tracto urinario.1,15
En lactantes menores de 2 meses, se recomienda la administración preventiva de amoxicilina debido a que tanto el TMP/SMX como la nitrofurantoína pueden afectar el proceso de conjugación hepática, incrementando así el riesgo de hiperbilirrubinemia.1,15
La dosis preventiva de antibióticos generalmente equivale a entre una cuarta parte y la mitad de la dosis utilizada para tratar una infección aguda.1
La intervención quirúrgica en niños con reflujo vesicoureteral persistente se contempla cuando continúan experimentando infecciones recurrentes con el riesgo de daño renal a pesar de estar bajo tratamiento con profilaxis antibiótica. Existen dos tipos de procedimientos: la opción menos invasiva y adecuada para el reflujo vesicoureteral de bajo grado que es la inyección endoscópica, conocida como inyección cistoscópica ambulatoria de un agente voluminizador, generalmente dextranómero y ácido hialurónico (Deflux); y la segunda opción que consiste en el reimplante ureteral, ya sea abierto, laparoscópico o asistido por robot. Este procedimiento busca mejorar el mecanismo antirreflujo y se considera una alternativa quirúrgica más invasiva, pero con una tasa de éxito superior, siendo apropiada para casos persistentes de reflujo vesicoureteral de alto grado.16,17
Complicaciones
Las complicaciones agudas de la infección urinaria se asemejan a las de cualquier enfermedad febril, tales como la deshidratación y las alteraciones electrolíticas.5,16
Las consecuencias crónicas de la pielonefritis aguda y la persistencia del reflujo vesicoureteral incluyen la formación de cicatrices en el riñón y la aparición de nefropatía por reflujo. Los niños que padecen nefropatía por reflujo tienen la posibilidad de presentar microalbuminuria, proteinuria, hipertensión o enfermedad renal crónica en fases posteriores de su desarrollo. La nefropatía por reflujo bilateral tiene el potencial de progresar hacia enfermedad renal crónica, lo que eventualmente puede resultar en enfermedad renal terminal, necesitando tratamiento con diálisis o trasplante renal.1
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