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Adolescencia y Familia. ¿Crisis o protección?

efectos nocivos. El nivel de afecto negativo y rebeldía es más una medida del monto de fuerza que se requiere para superar por parte del adolescente los lazos que le atan a sus padres y separarse de ellos, que una verdadera hostilidad para con sus progenitores.

El joven busca la individuación; sin embargo, sus recursos son limitados y en un proceso sin comunicación salen lastimados.

La rebeldía también puede manifestarse en la escuela al desobedecer reglas o disminuir el rendimiento escolar; sin embargo, el ambiente escolar en la secundaria cambia mucho y las exigencias de la preparatoria son aún mayores. Esto provoca confusión y miedo en el adolescente que percibe el aumento de demandas sobre de él, si a ello le agregamos que el grupo de coetáneos le puede rechazar sólo por ser diferente. El conflicto de los padres con el adolescente por lo regular se desarrolla cuando el adolescente luce “desmotivado” o preocupado más por los aspectos sociales que por los académicos, por eso es de capital importancia determinar adecuadamente la naturaleza de la problemática escolar, que suele ser un punto de fricción frecuente. (Rae, 1992)

La adolescencia es un periodo de exploración de la sexualidad recientemente descubierta, por lo que son comunes los conflictos acerca de los valores sexuales y su expresión. Existe una clara y franca dificultad de los padres para discutir abierta y francamente las cuestiones sexuales, los padres temen una confrontación negativa con sus hijos; como resultado, muchos adolescentes desconocen las actitudes de sus padres hacia los asuntos sexuales. La comunicación juega un papel primordial, y una buena relación entre padres e hijos adolescentes se ve coronada por una acertada toma de decisiones en lo que respecta a los tópicos sexuales. (Lewis & Volkmar, 1990) En este aspecto, la información no basta; es indispensable la cercanía emocional y sobre todo la libertad para que se desarrolle la confianza. Los adolescentes tienen muchas dudas y angustia alrededor de su sexualidad en desarrollo. Cada adolescente debe tomar decisiones con respecto a la expresión sexual, que va desde la supresión total, hasta la máxima promiscuidad. (Trad, 1995) La actividad sexual indiscriminada puede ser un indicador de un pobre autoconcepto y/o sentimientos de minusvalía.

De la misma manera, las conductas de actuación sexual pueden ser un elemento de venganza contra los padres o de atraer y retener amigos. Por desgracia, los adolescentes “creen”, por aspectos que se relacionan con su desarrollo cognoscitivo y emocional, ser invulnerables y entonces su riesgo de enfermedad sexual (el SIDA es la tercera causa de muerte en adolescentes) y de embarazo es muy elevado. (Monroy, 1994)

Es necesario tener en consideración que nunca espere que sus hijos reciban los límites con agrado. La disciplina quiere decir postergar “mis” deseos, por alcanzar un bien mayor. Los hijos aún no tienen la madurez para entender esto con agrado. Se debe tener constancia y firmeza, es decir, tener paciencia suficiente para mantener los límites constantes y firmes. No siendo intérprete inequívoco de las cosas donde disciplinar es, en realidad, un acto de amor. No se centre únicamente en lo que “no hay que hacer”. Enfatice las cosas que sus hijos deben practicar y aprender. ¡Premie lo positivo en sus hijos! Celebre alegremente sus logros. Sea cariñoso. Y ponga límites a lo negativo, desaprobándolo. (Sauceda, 1994)

En relación más directo con el funcionamiento familiar se puede señalar que la familia y la forma en la que las personas se relacionan ahí es el primer ejemplo que los hijos observan. Ellos repetirán lo que ven en casa; por tanto la comunicación con ellos es indispensable para que no formen patrones imitativos negativos por declives en la funcionabilidad familiar, la comunicación debe ser con mucha claridad en los límites que los hijos no deben cruzar. Nunca castigue algo que sus hijos no sepan que está mal. El primer paso es establecer las reglas y, en la medida de lo posible, explicar las razones de las mismas. (Erikson, 1968)

Ahora bien no todo lo que involucra relación entre familia y adolescencia, existen momentos de desequilibrio y de armonía entre ambas partes surgiendo casi siempre por parte de adolecente el famoso “berrinche” y entonces salta la pregunta de ¿Qué hacer ante un “berrinche”? (Trad, 1995)

Un berrinche es una reacción agresiva y de falta de respeto ante la autoridad de los padres. Puede manifestarse por medio de llantos, gritos, portazos o escenas públicas y emocionales de inconformidad. El mejor consejo para los padres, aunque difícil de aplicar, es mantenerse neutrales y permanecer firmes en las decisiones tomadas. Otra forma de berrinche puede incluir la manipulación emocional de los padres, haciéndoles sentir “ogros”, “tiranos” o que su hijo dejará de amarlos. También puede ser que los jóvenes se ubiquen en un papel de víctimas que están sufriendo ante la situación “desgarradora e intolerable” que le imponen sus padres. (Aragón, 1991) Esta es una forma común de manipulación. Recuerde que nadie puede tomar su lugar como padre o madre de familia, en la formación del carácter de sus hijos. Si usted sucumbe ante su manipulación, nadie retomará la tarea que usted deje inconclusa. Ser papá quiere decir que a veces uno no puede ser muy “popular” ante los hijos. Eso sí, no está demás recordarles a los hijos, constantemente, el amor que usted les tiene. Puede decir: “Te amo, pero de todas formas tienes que hacer lo que te corresponde.”
Recuerde mantener la calma. Una situación de “berrinche” es incómoda, pero usted, como padre o madre de familia, necesita resguardar su hogar de situaciones de violencia. (Sauceda, 1994) Aunque su hijo se altere, procure usted no levantar la voz ni responder con agresividad. Para pelear se necesitan dos. Eventualmente, la persona se dará cuenta que su comportamiento de “rabieta” no va a conseguirle lo que quiere, sea un permiso, un objeto o, aunque sea, llamar la