atención de sus padres. Esto pocos padres lo entienden y solo pretenden dar solución cediendo comenzando un proceso de disciplina atrasada teniendo en consideración que la disciplina y el respeto son habilidades que se deben inculcar desde la infancia. Por lo tanto ¡Nunca es tarde!: Todo esfuerzo por ser personas de influencia sobre los hijos es extremadamente valioso, en cualquier edad. (Davison & Neale, 2000)
Hay que asumir el papel de autoridad y ejemplo: Ser papá o mamá quiere decir que “no siempre le caeremos bien a nuestros hijos” Sus hijos pueden tener muchos amigos, pero únicamente unos papás. Se trata de ser figuras de autoridad y ejemplos que los hijos puedan imitar. Ármese de paciencia no es crear conflicto si dejar que todo fluya como si nada hubiese pasado, al establecer las reglas por primera vez, hará falta mayor perseverancia y dedicación, así como tiempo, firmeza y amor. Dé pasos seguros y, de ser necesario, pida ayuda. La comunicación y el afecto son imprescindibles estableciendo el respeto como pauta, la firmeza y el cariño casi nunca tienen un “premio inmediato”, pero son necesidades humanas que solo usted, como papá o mamá, puede brindar a sus hijos. (Epstein, Schlesinger, & Dryden, 1998)
La incesante comparación entre los jóvenes puede provocar sentimientos de inferioridad. También pueden experimentar alteraciones frecuentes del estado de ánimo: es una época de descubrimiento y de emociones intensas. Esto es atribuible a factores hormonales, a presiones sociales y a la época de intenso cambio físico y familiar (no es lo mismo ser un hijo (a) pequeño, que comenzar a asumir responsabilidades mayores). (Aragón, 1991)
Muchos adolescentes experimentan dificultades en sus relaciones interpersonales con los adultos, debidas a múltiples factores posibles. Algunos de ellos pueden ser: sensación de incomprensión, actitudes de independencia y rebeldía, o, sobre todo, la afirmación de la propia identidad. (Bolaños, 2001)Hay una fuerte necesidad de buscar aceptación y seguridad. Se dan inquietudes y curiosidad respecto a grupos de pertenencia y la idealización del amor romántico. Es por eso que en nuestra cultura se fomenta el que los jóvenes compartan un mundo propio de modas, arte y aficiones muy diferentes a las del mundo adulto. (Davison & Neale, 2000; Epstein, Schlesinger, & Dryden, 1998)
Disciplinar a los adolescentes para que aprendan a vivir en una forma íntegra, que contribuya con su felicidad, su desarrollo humano y espiritual y un intercambio social satisfactorio. (Aragón, 1991) Mirando desde el punto de vista de la integración de los niños al sistema social es de considerar que depende de tres grandes dimensiones: la individual, la familiar y la comunitaria. Es en la dimensión familiar donde se adquieren las normas, valores, derechos, obligaciones y roles; además de preparar a la persona para el papel que desempeñará en el futuro (Leñero, 1992) Si hablar de riesgo es referirse a la proximidad o contingencia de estar expuesto a un daño, y la familia es la dimensión que se encuentra en mayor cercanía a la persona, es entonces ésta la que involucra un nivel más alto de peligro, pues éste se clasifica por falta de apoyo, trato violento, deserción escolar y poca estancia en el hogar.
En cuanto a los factores protectores, se alude a los recursos ambientales que están disponibles para las personas, así como las fuerzas que éstas tienen para adaptarse a un determinado contexto (Raffo & Rammsy, 1977)
Tales recursos provienen igualmente de las tres dimensiones antes mencionadas, dentro de los cuales, la familia se presenta como apoyo incondicional, promueve la unidad y busca significados en situaciones difíciles.
La calidad de las relaciones del niño en la familia configuran sus modelos cognitivos internos y sus relaciones con los demás. Estos modelos influyen en la percepción acerca de la disponibilidad de los otros y en su capacidad posterior para percibir apoyo, tanto de los padres como de otras personas significativas. Los adolescentes que pertenecen a familias con una mejor comunicación familiar, fuerte vinculación emocional entre sus miembros y mayor satisfacción familiar, son aquellos que también perciben más apoyo de sus relaciones personales significativas (Jiménez, Musitu, & Murgui, 2005)
Varios estudios han encontrado que la dificultad de comunicación con los padres se encuentra asociada a la dificultad de comunicación con los amigos, a tener malestar físico y psicológico y a un mayor consumo de tabaco y alcohol desde edades tempranas. Por ello resulta que determinados ambientes familiares, como la falta de comunicación o relaciones distantes pueden favorecer las conductas de riesgo en los adolescentes (Máiquez, 2004) En cuanto a las relaciones con cada figura paterna, la presencia del padre como figura de apoyo actúa como un factor de protección proximal, es decir que influye en el adolescente mientras esté presente, mientras que los problemas de comunicación con la madre constituyen un factor de riesgo distal, lo cual significa que no se requiere de la presencia inmediata para surtir efecto, ya que ejerce una influencia indirecta en la conducta riesgosa, minimizando los recursos de apoyo percibidos del padre. Así, la calidad de las relaciones del adolescente con su madre pueden estar influyendo en sus modelos internos, en las relaciones con su padre y en su capacidad para percibir apoyo paterno (Jiménez, Musitu, & Murgui, 2005)
Esto denota que si bien el vínculo con ambos padres es importante, el modo en que se maneje la relación con la madre tendrá un impacto mayor y subordinará las relaciones con los demás.
Un estudio realizado (Muñoz-Rivas & Graña, 2001) acerca de factores familiares de riesgo y protección para el consumo de drogas, se encontró que los adolescentes provenientes de familias cohesionadas presentan menor probabilidad de consumo de drogas, asimismo, una relación positiva y estrecha entre padres e