médicos, otras enfermeras, supervisores y otros profesionales sanitarios (Kamchuchat et al.; 2008).
- Los motivos desencadenantes más frecuentemente referidos que pueden desencadenar la agresión son: ansiedad, mala comunicación, estrés ante emergencia vital, sintomatología de la enfermedad, patología psiquiátrica o capaz de disminuir el estado de consciencia, hostilidad, y hábitos tóxicos como enolismo o drogadicción (Flores; 2009; García; 2011).
- En lo relativo a la distribución de agresiones por servicio asistencial, García et al (2011) concluyeron que los dispositivos asistenciales con mayor incidencia fueron los servicios de urgencias, seguidos de los centros de atención primaria y, en último lugar las plantas de hospitalización. Otros autores como Miret et al. (2010) también destacan otros servicios de riesgo como psiquiatría, geriatría y centros de desintoxicación.
En cualquier caso, cabe apuntar que existen factores inherentes al individuo (como personalidad ansiosa o autoritaria, capacidades comunicativas deficientes) que parecen predisponerle, al padecimiento de agresiones y eventos violentos (Villar et al.; 2005).
Agresiones al personal de Enfermería ¿La punta del iceberg?
Algunos estudiosos han analizado la tasa de agresiones laborales sufridas por profesionales de Enfermería con el objetivo de conocer el estado del problema y poder caracterizarlo. De esta forma, estos autores obtuvieron resultados que, aunque eran alarmantes, no parecían a priori especialmente llamativos. Por dar algunos datos concretos, recurriremos al estudio realizado por Martínez et al. (2007), en el concluyeron que, aunque más del 50% de las profesionales sufrieron agresiones verbales, solo el 11% había sido agredido. Una extrapolación de estos resultados nos daría pie a pensar que, aproximadamente 1 de cada 10 profesionales de Enfermería sufre a lo largo de su carrera algún evento violento de carácter físico.
Este dato sería acuciante de por sí, aunque es mucho más preocupante pensar que, a la luz de estudios de otros autores como Miret (2010), estos resultados no habrían de ser tomados al pie de la letra, pues estos consideran que existe una gran tasa de infradenuncia. A este respecto, el Consejo General de Enfermería de España, realizó una investigación en la que concluyó que solo el 4-5% de las agresiones físicas sufridas por enfermeras habían sido denunciadas, mientras que ninguno de los profesionales estudiados que había sufrido agresiones verbales optó por notificarlas. Este hecho minimiza peligrosamente la visibilidad social del problema, haciendo que no se le preste la atención que merece.
Tras objetivar que existe una importante tasa de infradenuncia, surge, necesariamente, la siguiente cuestión ¿Qué motivos llevan a los profesionales, a no notificar la ocurrencia de un acto que puede tener tan fastuosas consecuencias? Estudiando este particular más a fondo, hemos podido concluir que existen múltiples circunstancias tras la consideración de la notificación de la agresión como un aspecto innecesario, e incluso negativo. De esta forma, mientras que algunos profesionales consideran las agresiones como parte del trabajo diario de la enfermera, otros parecen tener miedo a la venganza por parte del agresor o no sentirse apoyados por sus superiores o la organización (Letelier et al.; 2002).
Tal y como indican autores como Simôes et al. (2006), Cantera et al. (2008) y Miret et al. (2010), las consecuencias de los actos violentos sobre los profesionales pueden ser graves (incluso letales). De hecho, Martínez et al. (2007), concluyeron que hasta el 35,6% de las lesiones físicas afectaron a partes vitales como el cráneo, el cuello y la cara. A este respecto, la Organización Mundial de la Salud, indica que una sexta parte de los individuos maltratados en el ámbito laboral termina enfermando como consecuencia (Martínez León et al.; 2011). Así mismo, la violencia laboral puede dejar en el trabajador secuelas de diferente índole como lesiones físicas, insomnio, estrés, síndrome de burnout, desmotivación, baja autoestima y otras alteraciones emocionales como, ansiedad, irritabilidad y tristeza. Sin embargo, también puede afectar, a largo plazo, al funcionamiento de la organización y la calidad de la asistencia al paciente.
EL REGISTRO DE LAS AGRESIONES ES NECESARIO
Por todo lo anteriormente expuesto, algunos autores reseñan que es necesario que haya un registro de las agresiones que los profesionales sufren, con sus diferentes características (Martínez et al; 2013). Nosotros creemos conveniente que se establezca un sistema de notificación, registro y denuncia de cada evento violento. De esta forma, se podría establecer una base de datos que nos permitiese conocer con precisión, la realidad de este fenómeno. En nuestra opinión, los datos básicos que se habrían de recoger en cada evento, serían los siguientes:
- Inherentes al trabajador como edad y sexo.
- Aspectos relacionados con el puesto de trabajo: cargo / rol que desempeña (estudiante de Enfermería, enfermera profesional, supervisor de Enfermería); servicio, centro y área de salud a los que está adscrito, experiencia laboral, tipo de contrato: fijo o temporal; si está satisfecho con sus condiciones laborales y, en caso contrario, que motivos suscitan la insatisfacción (falta de personal, sobrecarga de trabajo, falta de medidas de seguridad, ambiente laboral inadecuado u otros).
- Aspectos relacionados con la agresión:
- Tipo de agresión: verbal (abuso verbal), sexual, psicológica (intimidación; acoso o invasión del espacio personal; amenaza, coacción; mobbing), física (golpe; empujón; bofetada; patada; mordisco; paliza; pellizco; tirón de pelo; empleo de armas blancas; empleo de armas de fuego o ataque con elementos circunstanciales del medio como mobiliario; uso residuos o elementos biológicos).
- Si observó algún indicio prodrómico previo al episodio violento.
- Origen de la agresión: paciente; familiar / acompañante, médico, otra/o enfermera/o, supervisor/a de Enfermería u otros profesionales (celador, auxiliar de Enfermería, auxiliar administrativo u otros).
- Qué motivo supuesto originó el evento: ausencia de razón aparente; trato dispensado inadecuado; discrepancias con el ingreso / alta médica o administración de terapias; frustración por tiempos de espera excesivos; no permitir al paciente o usuarios llevar a cabo determinados actos como fumar, beber, comer, recibir visitas, etc.; mala noticia inesperada o fallecimiento fortuito del paciente; sobrecarga de trabajo o falta de recursos humanos; déficit de información al paciente o acompañante, estar bajo los efectos de alcohol o drogas o episodio psiquiátrico agudo.
- Consecuencias negativas físicas para el profesional: ninguna; área cráneo-facial; cuello; tronco o brazos y piernas.
- Consecuencias psicológicas negativas para el profesional: insomnio, ansiedad, miedo, estrés y síndrome de estrés postraumático, pérdida de autoestima, absentismo laboral, depresión, desmotivación profesional, irritabilidad, problemas relacionales y otras consecuencias.
- Si denunció la agresión y, en este caso, si cree que recibió un adecuado apoyo / defensa por parte de los diferentes componentes de la organización: superior inmediato; compañeros; servicio de prevención de riesgos laborales; servicios jurídicos;