Anatomía de la órbita: descubriendo los secretos de la cavidad ocular
Autora principal: María Beatriz Fernández Lago
Vol. XVIII; nº 16; 882
Orbital anatomy: unveiling the secrets of the eye socket
Fecha de recepción: 11/07/2023
Fecha de aceptación: 17/08/2023
Incluido en Revista Electrónica dePortalesMedicos.com Volumen XVIII. Número 16 Segunda quincena de Agosto de 2023 – Página inicial: Vol. XVIII; nº 16; 882
Autores:
- María Beatriz Fernández Lago
- Javier Cuadal Marzo
- Paloma Briceño Torralba
- Jorge López Mareca
- Paula Bas Alcolea
- Elena Sierra Beltrán
- Elena Pascual Pérez
Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza, España.
RESUMEN
La cavidad orbitaria es una estructura altamente compleja y compacta que alberga y protege los órganos oculares. Conocer la anatomía de la órbita es fundamental a la hora de enfrentarse a un paciente con trauma ocular, infección o sospecha de neoplasia, ya que permite interpretar adecuadamente las imágenes y la localizar correctamente las lesiones. Los estudios de imagen demuestran en detalle la órbita y su contenido.
La evaluación precisa de la órbita requiere un profundo conocimiento de su anatomía compleja, que incluye huesos, músculos, nervios, vasos sanguíneos y estructuras circundantes.
Este conocimiento permitirá brindar una atención de mayor calidad asistencial al paciente, al formular un plan de tratamiento adecuado y guiando la planificación de intervenciones quirúrgicas.
Palabras clave: órbita, anatomía orbital, cavidad orbital
SUMMARY
The orbital cavity is a highly complex and compact structure that houses and protects the ocular organs. Understanding the anatomy of the orbit is crucial when dealing with patients with ocular trauma, infection, or suspected neoplasms, as it allows for proper interpretation of images and accurate localization of lesions. Imaging studies demonstrate the orbit and its contents in detail.
The precise evaluation of the orbit requires a deep understanding of its complex anatomy, which includes bones, muscles, nerves, blood vessels, and surrounding structures. This knowledge enables the provision of higher quality care to patients by formulating appropriate treatment plans and guiding surgical intervention planning.
By having a thorough understanding of orbital anatomy, healthcare professionals can enhance their ability to interpret imaging findings accurately and make informed decisions regarding patient management. This comprehensive knowledge is essential for delivering optimal care to patients with orbital conditions, ensuring accurate diagnosis, effective treatment, and improved outcomes.
Keywords: orbit, orbital anatomy, orbital cavity
DECLARACIÓN DE BUENAS PRÁCTICAS
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
CONSIDERACIONES ANATÓMICAS Y EVALUACIÓN RADIOLÓGICA GENERAL
Para el estudio de la órbita, es necesario conocer su anatomía y como se va a dividir en varios espacios anatómicos entre los cuales encontramos la órbita ósea, el compartimento ocular o también llamado globo ocular y los compartimentos extraoculares o retrobulbares, entre los cuales destacamos tres, que serán, el compartimento conal o muscular, el compartimento extraconal y el intraconal. A su vez es necesario conocer su anatomía vascular y nerviosa, en la cual encontramos el nervio óptico.
El primer paso crucial al observar una lesión en la órbita consiste en determinar si se trata de una lesión ocular o no ocular, es decir, si involucra al globo ocular o a las estructuras adyacentes.
En el caso de una lesión no ocular, es pertinente plantear la siguiente interrogante: ¿se encuentra la lesión en el espacio intraconal, es decir, dentro del espacio limitado por el cono formado por los músculos extraoculares, o se sitúa fuera de dicho espacio, en el espacio extraconal? Discernir si la lesión se encuentra dentro del espacio intraconal o en el espacio extraconal ayuda a delimitar las estructuras anatómicas involucradas y permite una planificación más precisa de los procedimientos quirúrgicos, en caso de ser necesarios. La correcta identificación y clasificación de las lesiones orbitarias son fundamentales para proporcionar una atención médica oportuna y adecuada a los pacientes afectados.
ANATOMÍA ÓSEA
La anatomía ósea de la órbita es una estructura fascinante y compleja. Esta cavidad, con forma de pirámide, presenta una base anterolateral abierta hacia el exterior y un vértice posteromedial que converge hacia la fosa craneal media.
La órbita está compuesta por un total de siete huesos distintos, cada uno desempeñando un papel importante en su formación. Para una mejor comprensión, podemos dividirla en cuatro partes principales: el techo de la órbita compuesto por el hueso frontal y el ala menor del esfenoides; el suelo de la órbita formado por el cigomático y el maxilar; la pared lateral que la forman el cigomático y el ala mayor del esfenoides y la pared medial que la constituyen el hueso maxilar, el lacrimal, la lámina papirácea del etmoides, la apófisis orbitaria del palatino y en su porción más posterior, el ala menor del esfenoides(1,2).
En ella encontramos tres orificios orbitarios, el canal óptico, se encuentra en el ala menor del esfenoides y forma el vértice de la órbita; la fisura orbitaria superior también conocida como hendidura esfenoidal, que separa el ala mayor del esfenoides de la menor, tiene forma de coma y se comunica con la fosa craneal media, y por último la fisura orbitaria inferior o hendidura esfenomaxilar situada entre la pared lateral de la órbita y el suelo comunicándose con la fosa pterigopalatina y la fisura pterigomaxilar(1).
Es recomendable realizar un examen rutinario para evaluar el hueso en todos los casos, no limitándolo únicamente a la patología traumática, ya que existen diversas patologías inflamatorias de los tejidos blandos que pueden afectar el hueso, como tumoraciones u otras condiciones. La presencia de remodelación ósea generalmente indica un crecimiento lento de la lesión, mientras que la erosión sugiere una lesión más agresiva. Por lo tanto, es importante considerar la evaluación del hueso en el contexto de diversas enfermedades y no solo en casos traumáticos, para un diagnóstico preciso y completo (3,4).
También es necesario conocer las relaciones de la órbita de cara a evaluar la extensión de procesos tumorales, inflamatorios o infecciosos, el techo orbitario está en contacto con el seno frontal y comunicado con la fosa craneal anterior; el suelo orbitario con el seno maxilar; la pared medial de la órbita se encuentra en relación con la cavidad nasal, las celdillas etmoidales y el seno esfenoidal; y la pared lateral se comunica con la fosa craneal media, fosa temporal, y fosa Pterigopalatina.
Es de gran importancia tener la capacidad de identificar la fosa pterigopalatina, ya que esta región representa un punto de encuentro entre la base del cráneo, la cabeza y el cuello. Se trata de un pequeño espacio triangular situado en la fisura orbitaria inferior y pterigomaxilar, que conecta cuatro regiones diferentes.
La fosa pterigopalatina se comunica anteriormente con la órbita a través de la fisura orbitaria inferior. Medialmente, se conecta con la cavidad nasal mediante el foramen esfenopalatino. Lateralmente, se comunica con la fosa infratemporal a través de la fisura pterigomaxilar. Posteriormente, se conecta con la base del cráneo por medio del agujero redondo.
Cada uno de los orificios de la órbita contiene diversas estructuras vasculares y nerviosas (según se muestra en la tabla 1): En el canal óptico, ubicado en el ala menor del esfenoides, se encuentra el nervio óptico, la arteria oftálmica y fibras simpáticas del plexo carotídeo. En la fisura orbitaria superior, entre las alas mayor y menor del esfenoides, se encuentran los III, IV y VI nervios craneales, la rama oftálmica del trigémino (V1) y la vena oftálmica superior. Por último, en la fisura orbitaria inferior, que se sitúa entre la pared lateral y el suelo de la órbita, estableciendo una conexión con la fosa pterigopalatina y la fisura pterigomaxilar, se localiza la rama maxilar del trigémino (V2), la arteria infraorbitaria y ocasionalmente la vena infraorbitaria (1).
ANATOMÍA VASCULAR
La resonancia magnética de alta resolución y la angiografía por tomografía computarizada son técnicas útiles para visualizar la anatomía vascular de las órbitas.
El suministro arterial principal hacia la órbita se realiza a través de la arteria oftálmica. Por lo general, ingresa a la órbita a través del canal óptico, situándose por encima del nervio óptico y, en ocasiones, puede cruzarlo de manera perpendicular.
La arteria oftálmica tiene su origen en la arteria carótida interna en la mayoría de los casos. Su punto de origen se encuentra en la región anteromedial de la arteria carótida interna a medida que emerge del seno cavernoso.
El suministro arterial secundario hacia las órbitas proviene de la arteria carótida externa. Dado que las órbitas reciben flujo sanguíneo tanto de las arterias carótidas internas como externas, las arterias orbitales pueden funcionar como anastomosis entre ambos sistemas arteriales.
En la tomografía computarizada o resonancia magnética, se puede observar la vena oftálmica superior como la vena orbital más grande. Esta vena surge cerca de la base de la nariz y discurre desde la parte anteromedial hacia la posterolateral, drenando hacia el seno cavernoso. La vena oftálmica superior se encuentra dentro del espacio conal, ubicada entre el músculo recto superior y la arteria oftálmica (7).
La vena oftálmica inferior es considerablemente más reducida en comparación con la vena oftálmica superior. Por lo general, su visualización en estudios de tomografía computarizada o resonancia magnética es limitada. Tanto la vena oftálmica superior como la vena oftálmica inferior reciben contribuciones de las venas faciales y nasales.
ANATOMÍA NERVIOSA
El nervio óptico desempeña un papel fundamental en la anatomía de la órbita. Se trata de una estructura nerviosa que forma parte del sistema nervioso central y está revestida por las tres meninges. Su consideración resulta relevante al evaluar la propagación perineural o intracraneal de ciertas enfermedades.
Entre la aracnoides y la piamadre que envuelven al nervio óptico, existe un espacio subaracnoideo real que se comunica con las cisternas basales del cerebro. Este espacio se conoce como espacio perióptico.
El nervio óptico se extiende desde el polo posterior del globo ocular y se divide en cuatro segmentos: intraocular, orbitario, canalicular y cisternal o prequiasmático.
SEPTO ORBITARIO
Es una estructura compuesta por tejido fibroso que se encuentra en el borde frontal de la órbita. Se conecta periféricamente al periostio del margen orbital y centralmente a la aponeurosis del elevador del párpado (en la parte superior) y al reborde del tarso (en la parte inferior). Esta estructura tiene la función de separar los tejidos blandos ubicados anteriormente al septo (que incluyen los párpados, el músculo orbicular del ojo, la placa tarsal y la grasa palpebral, conocidos en conjunto como espacio preseptal) de los tejidos ubicados detrás del septo en el espacio postseptal (6,7).
La relevancia del septo orbitario reside en su función como una referencia anatómica crucial para determinar el alcance de las lesiones orbitarias, ya sea superficiales o profundas, y por lo tanto guiar el enfoque adecuado para tratarlas. En muchos centros médicos, cuando el tejido preseptal, es decir, el tejido superficial, está comprometido, los oftalmólogos son responsables de abordar el tratamiento. Sin embargo, si el tejido postseptal, es decir, el tejido profundo, está afectado, los cirujanos maxilofaciales asumen la responsabilidad del abordaje y tratamiento correspondiente.
ESPACIO OCULAR
El ojo humano es una extensión del sistema nervioso central y se compone de tres capas distintas. La capa más externa se llama esclerótica y está compuesta por tejido de colágeno. Se continúa anteriormente con la córnea y posteriormente con la duramadre. La capa intermedia se conoce como úvea o capa vascular pigmentada, y está formada por el iris, el cuerpo ciliar y la coroides. La coroides es la estructura más vascularizada del ojo y, por lo tanto, es el lugar más común para la aparición de metástasis intraoculares. La capa más interna es la retina, que es sensible a la luz y se extiende posteriormente para convertirse en el nervio óptico (1-5).
En imágenes transversales de rutina, no es posible distinguir las capas individuales del globo ocular, pero en casos de desprendimientos oculares (coroideos o retinianos), estas capas pueden visualizarse claramente. El globo ocular está dividido en dos segmentos por el cristalino. La parte interna del ojo, anterior al cristalino, contiene el humor acuoso, y el iris divide este espacio en la cámara anterior y posterior. La zona posterior al cristalino contiene el humor vítreo, que ocupa la mayor parte del espacio dentro del globo ocular.
ESPACIO CONAL
El cono muscular de la órbita está constituido por los músculos rectos (superior, lateral, inferior y medial), así como la fascia que los rodea, la cual separa el espacio intraconal del extraconal. Estos músculos convergen en el ápice orbitario, donde se insertan en el anillo de Zinn y se extienden anteriormente hasta llegar detrás del borde esclerocorneal del globo ocular. Cabe mencionar que los músculos oblicuos (superior e inferior) no forman parte del cono muscular propiamente dicho, aunque el oblicuo superior también se inserta en el anillo de Zinn (1-5).
A través del anillo de Zinn, se accede al espacio conal de la órbita, por donde ingresan varias estructuras importantes, como el nervio óptico, el nervio oculomotor (en sus divisiones superior e inferior), el nervio motor ocular externo, la rama nasociliar del nervio oftálmico y la arteria oftálmica. Existen diversas patologías que afectan al espacio conal. Por ejemplo, la enfermedad ocular de la tiroides se caracteriza comúnmente por el agrandamiento de los músculos recto inferior y recto medial, lo cual puede ser observado en imágenes de tomografía computarizada. El pseudotumor orbitario es una inflamación idiopática de la órbita. En casos de enfermedades de almacenamiento de glucógeno y linfoma, también se puede apreciar el agrandamiento de los músculos extraoculares, aunque estas causas son poco comunes (8).
ESPACIO INTRACONAL
El espacio intraconal se localiza dentro del cono muscular de la órbita y alberga diversas estructuras importantes, como el nervio óptico, los vasos sanguíneos y los nervios craneales III, IV y VI (según la tabla 2).
Existen diversas patologías que afectan al espacio intraconal y que pueden ser diagnosticadas mediante pruebas de imagen. Algunas de estas condiciones afectan al nervio óptico, como la neuritis óptica, los meningiomas y gliomas del nervio óptico. También pueden presentarse dilataciones venosas, como las fístulas carótido cavernosas, varices u otros tipos de malformaciones venosas. Además, los schwanomas de los pares craneales también pueden afectar a este espacio intraconal. Las pruebas de imagen son una herramienta fundamental para el diagnóstico y la evaluación de estas patologías intraconales (8).
ESPACIO EXTRACONAL
El espacio extraconal se encuentra localizado por fuera del cono muscular de la órbita (como se menciona en la tabla 3). En el ángulo superolateral de la órbita ósea se ubica la fosa lacrimal, que alberga la glándula lacrimal. Esta glándula suele presentar una apariencia homogénea en diferentes modalidades de imagen. Por otro lado, los canalículos lacrimales (superior e inferior), que se encuentran en el borde medial de los párpados correspondientes, son demasiado pequeños para ser visualizados en tomografía computarizada (TAC) o resonancia magnética (RM).
En cuanto a la patología del espacio extraconal, es posible encontrar abscesos causados por sinusitis o lesiones óseas como la displasia fibrosa del ala del esfenoides, metástasis óseas o lesiones relacionadas con el mieloma múltiple. Estas condiciones pueden ser evaluadas mediante diversas modalidades de imagen para su diagnóstico adecuado (8).
CONCLUSIÓN
En conclusión, el conocimiento profundo de la anatomía ocular es de vital importancia en el campo de la medicina y la oftalmología. Comprender la estructura y función de la órbita nos permite interpretar de manera adecuada las imágenes, localizar y diagnosticar lesiones, y planificar intervenciones quirúrgicas de manera precisa. Además, el dominio de la anatomía ocular es fundamental para el tratamiento de afecciones oculares, el manejo de traumas oculares y la detección temprana de neoplasias. En resumen, el estudio y comprensión de la anatomía ocular es esencial para brindar una atención médica integral y de calidad a los pacientes con afecciones oculares.
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