Anosmia post-COVID-19: mecanismos fisiopatológicos, impacto clínico y avances terapéuticos
Autora principal: María Verónica Quesada Espinoza
Vol. XX; nº 06; 206
Post-COVID-19 anosmia: pathophysiological mechanisms, clinical impact and therapeutic advances
Fecha de recepción: 06/02/2025
Fecha de aceptación: 14/03/2025
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XX. Número 06 Segunda quincena de Marzo de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 06; 206
Autores:
Dra. María Verónica Quesada Espinoza
Médico general, Gerencia Médica, Coordinadora UTLE, CCSS. Heredia, Costa Rica.
Orcid: 0009-0002-3781-043X
Código Medico 12939
Dra. Emma Belle Sinclair Blair
Médico general, Hospital San Carlos, Servicio de Pediatría, CCSS. Alajuela, Costa Rica.
Orcid: 0009-0002-5948-5068
Código Medico 13989
Dra. Ilein Sophia Solano Chacón
Médico general, Hospital México, Servicio de Emergencias, CCSS. San José, Costa Rica.
Orcid: 0009-0008-3881-5439
Código Medico 14011
Dra. Paola Ugarte Medina
Médico general, Gerencia Médica, Asesor UTLE, CCSS. San José, Costa Rica.
Orcid: 0009-0002-9004-8632
Código Medico 17732
Dra. Brenda Karina Víquez Murillo
Médico general, Hospital San Vicente de Paul, Servicio de Psiquiatría, CCSS. Heredia, Costa Rica.
Orcid: 0009-0002-6895-5025
Código Medico 15504
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.
Resumen:
La anosmia, definida como la pérdida total del sentido del olfato, se ha identificado como un síntoma distintivo del COVID-19, con una prevalencia de aproximadamente el 48% durante la fase aguda y una alta persistencia en pacientes post-COVID-19. Esta condición afecta profundamente la calidad de vida al influir en la percepción de los alimentos, la seguridad personal y las interacciones sociales, generando consecuencias emocionales y sociales significativas, como ansiedad, depresión, aislamiento y alteraciones en los hábitos alimenticios. El SARS-CoV-2 afecta el sistema olfativo principalmente a través del daño al epitelio y al bulbo olfatorio, desencadenando inflamación neurodegenerativa que contribuye a la disfunción persistente. Factores como la edad, el género y comorbilidades pueden influir en la gravedad y el tiempo de recuperación de la anosmia. Aunque el 95% de los pacientes recuperan parcialmente su olfato en seis meses, entre un 2% y 4% experimenta anosmia crónica, lo que resalta la necesidad de mejorar las estrategias terapéuticas. El diagnóstico combina métodos subjetivos y objetivos, como cuestionarios y pruebas olfativas estandarizadas, aunque persisten desafíos en su aplicación. Entre las intervenciones, el entrenamiento olfativo ha demostrado eficacia, especialmente cuando se combina con agentes antiinflamatorios, vitaminas y terapias experimentales como plasma rico en plaquetas.
Palabras clave: Pérdida del olfato, epitelio olfativo, bulbo olfatorio, neuroinflamación, entrenamiento olfativo, recuperación sensorial.
Abstract:
Anosmia, defined as the complete loss of the sense of smell, has been identified as a hallmark symptom of COVID-19, with a prevalence of approximately 48% during the acute phase and high persistence in post-COVID-19 patients. This condition profoundly impacts quality of life by influencing food perception, personal safety, and social interactions, generating significant emotional and social consequences, such as anxiety, depression, isolation, and alterations in eating habits. SARS-CoV-2 affects the olfactory system primarily through damage to the epithelium and olfactory bulb, triggering neurodegenerative inflammation that contributes to persistent dysfunction. Factors such as age, gender, and comorbidities may influence the severity and recovery time of anosmia. Although 95% of patients partially recover their sense of smell within six months, 2% to 4% experience chronic anosmia, highlighting the need for improved therapeutic strategies. Diagnosis combines subjective and objective methods, such as questionnaires and standardized olfactory tests, although challenges remain in its implementation. Among interventions, olfactory training has shown efficacy, especially when combined with anti-inflammatory agents, vitamins, and experimental therapies such as platelet-rich plasma.
Keywords: Loss of smell, olfactory epithelium, olfactory bulb, neuroinflammation, olfactory training, sensory recovery.
Introducción:
La pandemia de COVID-19 ha destacado de manera significativa la importancia del sentido del olfato, ya que la anosmia, o pérdida del olfato, se identificó como uno de los síntomas distintivos entre los infectados. La función olfativa es crucial para la vida cotidiana, influyendo en la percepción de alimentos, la detección de peligros y las interacciones sociales. Su pérdida puede provocar consecuencias significativas, como malestar emocional, alteraciones en los hábitos alimenticios y aislamiento social, lo que impacta directamente en la calidad de vida. La prevalencia de la anosmia en pacientes post-COVID-19 es notablemente alta, y muchas personas experimentan síntomas persistentes mucho tiempo después de haberse recuperado de la fase aguda de la enfermedad. Este análisis examina la relevancia del olfato en la vida diaria, la alta prevalencia de la anosmia en pacientes post-COVID-19 y las implicaciones más amplias de esta condición (1; 2).
El sentido del olfato es fundamental para diversos aspectos de la experiencia humana. Influye en la percepción de sabores, potencia la seguridad al permitir detectar peligros como alimentos en mal estado o fugas de gas, y juega un papel crucial en la conexión emocional y social. Su pérdida interrumpe estas experiencias esenciales, provocando cambios profundos en el estilo de vida y desafíos emocionales. Las investigaciones han demostrado que la anosmia persistente conlleva consecuencias psicológicas y sociales. Por ejemplo, en un estudio realizado en Taif, Arabia Saudita, el 52,7% de los participantes reportaron malestar emocional, cambios en los hábitos alimenticios e impactos sociales asociados con la pérdida persistente del olfato (1).
Además, las evaluaciones de la calidad de vida mediante herramientas como el cuestionario SF-36 han puesto de manifiesto los efectos profundos de las alteraciones quimiosensoriales en el bienestar general. Las personas con anosmia frecuentemente informan una menor satisfacción con las comidas, una disminución en la conciencia de su entorno para evitar riesgos y una sensación de aislamiento social, lo que subraya el impacto significativo de esta condición en su día a día (2).
La anosmia ha sido ampliamente documentada como un síntoma prevalente en pacientes con COVID-19, tanto durante la fase aguda de la infección como en el período posterior a la recuperación. Diversos estudios indican que aproximadamente el 80% de los pacientes experimentan anosmia durante la fase aguda de la enfermedad. Lo más preocupante es que un porcentaje considerable de estas personas continúa reportando disfunción olfativa mucho tiempo después. Por ejemplo, un estudio realizado por Boldes y colaboradores mostró que el 53% de los pacientes seguían experimentando alteraciones en el olfato dos años después de la infección (3).
El grado de disfunción olfativa varía entre los individuos; algunos experimentan una pérdida parcial del olfato, mientras que otros informan una anosmia casi total. En un estudio que involucró a 160 pacientes con COVID-19, el 31,87% desarrolló disfunción olfativa, y una porción significativa de ellos experimentó una pérdida de más del 75% de su capacidad olfativa (4). De manera similar, los hallazgos del grupo ORCHESTRA indicaron que el 66% de los participantes presentaron una reducción en su capacidad olfativa, con alteraciones cualitativas como parosmia (percepción distorsionada de olores) o fantosmia (percepción de olores inexistentes) en un número significativo de casos (2).
Aunque la anosmia es un síntoma prevalente e impactante del COVID-19, las tasas de recuperación y la severidad de la disfunción olfativa varían considerablemente entre los pacientes. Factores como la edad, el género y el tratamiento recibido durante la fase aguda de la enfermedad pueden influir tanto en la probabilidad de recuperación como en la persistencia de los síntomas. Por ejemplo, las personas más jóvenes tienden a mostrar tasas de recuperación más altas en comparación con los adultos mayores, mientras que ciertas condiciones subyacentes o intervenciones tardías pueden contribuir a una anosmia prolongada (2; 3).
El objetivo de este artículo de revisión es analizar la importancia del olfato en la calidad de vida y explorar la prevalencia, las causas, los mecanismos fisiopatológicos, los métodos diagnósticos y las estrategias terapéuticas relacionadas con la anosmia post-COVID-19, con el fin de comprender su impacto en los pacientes y destacar las perspectivas futuras para su manejo clínico y rehabilitación.
Metodología:
Para el diseño de esta investigación, se realizó una revisión bibliográfica exhaustiva sobre la anosmia post-COVID-19, enfocándose en su prevalencia, impacto en la calidad de vida y avances en el diagnóstico y tratamiento. Se consultaron bases de datos científicas reconocidas, como PubMed, BioMed Central y Scopus, debido a su amplia cobertura en temas de salud y medicina.
Se aplicaron criterios de inclusión y exclusión para garantizar la calidad y relevancia de la información seleccionada. Los criterios de inclusión consistieron en considerar estudios publicados entre 2020 y 2025, escritos en inglés o español, que aportaran evidencia científica sólida y fueran directamente relevantes al tema de estudio. Por otro lado, se excluyeron estudios con datos incompletos, publicaciones duplicadas o investigaciones que no hubieran sido revisadas por pares. Para realizar la búsqueda, se utilizaron combinaciones de palabras clave como: Pérdida del olfato, epitelio olfativo, bulbo olfatorio, neuroinflamación, entrenamiento olfativo, recuperación sensorial.
Tras la búsqueda inicial, se seleccionaron 25 fuentes bibliográficas, incluyendo estudios analíticos, descriptivos observacionales y artículos de revisión. El proceso de recolección de información incluyó la identificación de artículos relevantes, seguida de una revisión exhaustiva para extraer los datos más significativos relacionados con el tema.
El análisis de los datos se llevó a cabo mediante un enfoque cualitativo y cuantitativo. Los hallazgos clave de cada fuente fueron sintetizados, comparados y contrastados, permitiendo identificar tendencias, avances en el manejo de la anosmia y los principales desafíos en su diagnóstico y tratamiento. Los resultados se organizaron en categorías temáticas que facilitaron una interpretación clara y estructurada de la información, proporcionando una visión integral sobre la anosmia post-COVID-19 y su impacto en la salud pública.
Epidemiología de la anosmia post-COVID-19:
La anosmia, definida como la pérdida total del sentido del olfato, ha sido uno de los síntomas distintivos más destacados asociados al COVID-19. Su incidencia se ha reportado en aproximadamente el 48% de los pacientes infectados por el virus, y en muchos casos, ha sido uno de los síntomas iniciales más comunes (5). Este fenómeno ha captado la atención de la comunidad científica debido a su alta prevalencia en pacientes en recuperación. Un estudio reciente evidenció que el 53% de los pacientes post-COVID-19 continuaron experimentando anosmia, lo que subraya la magnitud del impacto del virus en la función olfatoria (6). En poblaciones específicas, como los adultos mayores hospitalizados, la prevalencia disminuyó progresivamente con el tiempo, pasando del 8.29% al momento de la hospitalización al 3.35% después de 18 meses, lo que sugiere una recuperación parcial a largo plazo en ciertos grupos (7).
Diversos factores de riesgo han sido asociados al desarrollo de anosmia post-COVID-19, los cuales varían en función de características individuales y condiciones preexistentes. El género femenino se ha identificado como un factor importante, ya que las mujeres presentan una mayor predisposición, con una razón de momios de 4.254 en comparación con los hombres (7). Además, la presencia de comorbilidades como asma, diabetes, hipertensión y el hábito de fumar incrementa significativamente el riesgo de que la anosmia persista en el tiempo (8). Otro aspecto relevante es la edad, ya que los hombres en edad pre-geriátrica muestran un riesgo particularmente elevado en comparación con las mujeres, debido a factores como el proceso natural de envejecimiento y la coexistencia de condiciones médicas predisponentes (9).
En cuanto a los patrones de recuperación, se ha observado que, en promedio, los pacientes experimentan una recuperación del sentido del olfato en aproximadamente dos semanas. Sin embargo, en algunos casos, la anosmia puede persistir por períodos más prolongados (5). La implementación de tratamientos específicos puede influir significativamente en los tiempos de recuperación. Por ejemplo, la combinación de tratamientos tópicos con entrenamiento olfativo ha demostrado reducir el tiempo de recuperación a un promedio de 24-26 días (8). Los estudios longitudinales refuerzan esta tendencia, mostrando una disminución progresiva en la prevalencia de la anosmia con el paso del tiempo, siendo el primer año posterior a la infección el período con mayores avances en la recuperación (7).
Mecanismos fisiopatológicos:
SARS-CoV-2 tiene un impacto profundo en el sistema olfatorio, afectando principalmente el epitelio olfatorio. El virus se une a receptores específicos, como ACE2 y TMPRSS2, que se expresan en las células de soporte del epitelio olfatorio. Esta unión conduce a un daño celular y disfunción, lo que deteriora significativamente la capacidad de procesar señales olfativas. Además, se produce una mayor alteración a través de la implicación de otros receptores, como TRPV1 y los receptores purinérgicos, que contribuyen al deterioro de las vías de transducción de señales olfativas. Esta cascada de eventos resulta finalmente en la pérdida de la función olfativa, comúnmente observada en los pacientes con COVID-19 (10).
Más allá del epitelio olfatorio, el bulbo olfatorio, una estructura clave en el sistema nervioso central responsable del procesamiento de la información olfativa, también se ve afectado por SARS-CoV-2. Los estudios por resonancia magnética han revelado cambios significativos en el bulbo olfatorio de personas que se han recuperado de COVID-19. Estos cambios incluyen una reducción en su volumen y alteración de la intensidad de la señal, lo que sugiere una degeneración nerviosa e inflamación. Estos efectos neuroinflamatorios parecen jugar un papel crucial en el desarrollo de la anosmia, una condición caracterizada por la pérdida del sentido del olfato. Además, la correlación entre el volumen del bulbo olfatorio y la gravedad de la anosmia respalda la idea de que la neuroinflamación es un factor crítico en la persistencia de la disfunción olfativa en pacientes post-COVID-19 (11).
La respuesta inmune frente a SARS-CoV-2, caracterizada por una inflamación generalizada, complica aún más la disfunción olfativa observada en los pacientes con COVID-19. Esta respuesta inmune puede agravar el daño al sistema olfatorio, prolongando potencialmente la pérdida del sentido del olfato. Este daño mediado por el sistema inmune se ve influenciado por diversas vías de señalización, incluidas aquellas que involucran los receptores de interferón gamma. Estas vías resaltan la compleja relación entre la carga viral, la respuesta inmune y el grado de disfunción olfativa. De este modo, la interacción entre estos factores subraya la naturaleza multifacética de la anosmia en el contexto de la infección por SARS-CoV-2 (10).
Diagnóstico de la anosmia post-COVID-19:
Para la evaluación de la anosmia en pacientes post-COVID-19, se utilizan comúnmente métodos subjetivos, como cuestionarios y autoinformes, que permiten una evaluación sencilla y rentable de la presencia y gravedad de esta condición. Estos instrumentos, aunque ampliamente utilizados, tienen limitaciones inherentes a su dependencia de las percepciones subjetivas de los pacientes, las cuales pueden verse influenciadas por diversos factores, como el estado de ánimo o los sesgos cognitivos (12).
Por otro lado, los métodos objetivos, como las pruebas olfativas y la neuroimagen, ofrecen enfoques más precisos para la evaluación de la función olfativa. Las pruebas olfativas estandarizadas, como la prueba Sniffin’ Sticks, permiten medir objetivamente los umbrales de detección del olor y detectar trastornos olfativos específicos (12). Estas pruebas proporcionan una medición más directa y fiable de la capacidad olfatoria en los pacientes. Además, la neuroimagen, en particular la resonancia magnética (RM), se emplea para evaluar cambios en el bulbo olfatorio, como la reducción del volumen y las alteraciones en la señal, las cuales son indicativas de degeneración nerviosa (11). La RM también puede detectar edema en el bulbo olfatorio como se observa en la Figura 1., lo que sugiere pérdida sensorineural (13).
Sin embargo, tanto los métodos subjetivos como los objetivos presentan limitaciones y desafíos en su aplicación clínica. Los métodos subjetivos, al basarse en la autopercepción del paciente, pueden no reflejar de manera precisa la verdadera magnitud de la disfunción olfativa, lo que limita su utilidad en la evaluación de la anosmia (12). Por su parte, los métodos objetivos, aunque más precisos, pueden ser intensivos en recursos y no estar fácilmente disponibles en todos los entornos clínicos. Además, los hallazgos de neuroimagen pueden ser variables; mientras algunos estudios muestran un aumento en el volumen del bulbo olfatorio debido al edema, otros reportan una reducción de su volumen (11; 13). Esta variabilidad, junto con la falta de marcadores consistentes de neurodegeneración en las neuronas olfativas, complica aún más la comprensión de la anosmia post-COVID-19 (14).
Impacto clínico y psicosocial:
La anosmia y la ageusia (pérdida del gusto) pueden alterar los comportamientos alimentarios, lo que lleva a una disminución del apetito y cambios en las preferencias alimenticias. Estos cambios pueden resultar en deficiencias nutricionales o variaciones en el peso (15; 16). Los pacientes a menudo reportan una pérdida del placer al comer, lo que puede reducir la calidad de vida y provocar un aislamiento social respecto a las actividades relacionadas con la comida (15).
Las disfunciones quimiosensoriales persistentes también se asocian con mayores niveles de ansiedad y depresión. La incapacidad para percibir los sabores o los olores interrumpe las rutinas diarias y genera angustia emocional (17). Este impacto psicológico se ve exacerbado por la falta de comprensión y apoyo de los demás, lo que incrementa los sentimientos de aislamiento y frustración (15; 16).
Las interacciones sociales suelen girar en torno a la comida y las comidas compartidas, por lo que la anosmia puede generar conductas de evitación, afectando las relaciones sociales y la participación en actividades colectivas (16). La vida profesional también puede verse afectada, ya que la incapacidad para percibir olores puede dificultar el rendimiento en ciertos trabajos, y el impacto emocional puede reducir la productividad general (15).
Opciones terapéuticas actuales:
La rehabilitación olfativa, conocida como entrenamiento olfativo (OT, por sus siglas en inglés), ha mostrado resultados prometedores en la mejora de disfunciones olfativas crónicas tras la infección por COVID-19. Estudios recientes indican que el OT por sí solo puede potenciar la función olfativa, aunque su eficacia aumenta considerablemente cuando se combina con adyuvantes como CoUltraPEALut, Cerebrolysin y Vitamina A (18). Una revisión sistemática destacó que la práctica constante de OT durante un período de tres meses mejora significativamente los puntajes olfativos. Sin embargo, también se observó que estas mejoras pueden estabilizarse o alcanzar un punto de meseta sin la incorporación de terapias complementarias (19).
En cuanto al uso de agentes antiinflamatorios y corticosteroides, su eficacia en el tratamiento de la disfunción olfativa post-COVID-19 sigue siendo un tema de debate. Algunos estudios sugieren que los corticosteroides nasales, cuando se utilizan en conjunto con el OT, podrían proporcionar beneficios moderados; sin embargo, la evidencia hasta el momento no es concluyente (19). Por otro lado, los corticosteroides sistémicos no han demostrado una eficacia significativa para mejorar la función olfativa en pacientes post-COVID-19, según una revisión exhaustiva de las opciones terapéuticas disponibles (20).
Entre las terapias experimentales, se han explorado tratamientos innovadores como el plasma rico en plaquetas (PRP) y los quelantes de calcio, los cuales han mostrado resultados preliminares prometedores en la mejora de los puntajes de función olfativa (20). Además, otros tratamientos potenciales, como PEA-LUT, Cerebrolysin y combinaciones de ácido retinoico con Vitamina D, están siendo evaluados en diferentes etapas de ensayos clínicos (21).
Pronóstico y recuperación:
La recuperación de la función olfativa tras la infección por COVID-19 presenta una evolución variable. Aproximadamente el 95% de los pacientes logran recuperar su capacidad olfativa dentro de los primeros seis meses; sin embargo, pruebas psicofísicas sugieren que las tasas de disfunción persistente pueden ser más altas de lo que indican los autorreportes (22; 23). La recuperación puede extenderse hasta dos años después de la infección, y factores como una pérdida olfativa severa inicial, el sexo femenino y una mayor edad se asocian con un peor pronóstico (22).
Entre los principales factores predictivos de recuperación olfativa destaca la gravedad de la pérdida olfativa durante la fase aguda de la infección por COVID-19, la cual se asocia estrechamente con una disfunción prolongada. Asimismo, el sexo y la edad juegan un papel importante, ya que las personas mayores y las mujeres son más propensas a experimentar anosmia persistente (22; 23).
En muchos casos, la recuperación de la función olfativa ocurre de manera espontánea en un período que varía de semanas a meses. No obstante, las estrategias terapéuticas actuales para tratar la disfunción olfativa siguen siendo limitadas, siendo el entrenamiento olfativo una de las áreas más prometedoras de investigación (24; 23).
A pesar de los avances en el conocimiento de la disfunción olfativa, una proporción significativa de pacientes, entre el 2% y el 4%, continúa experimentando anosmia más allá de los seis meses, lo que afecta a millones de personas en todo el mundo (25). Esta anosmia persistente no solo tiene implicaciones físicas, sino que también conlleva una carga psicosocial significativa, afectando la calidad de vida y, en algunos casos, generando posibles repercusiones neurocognitivas a largo plazo (22; 23).
Conclusiones:
La pérdida del sentido del olfato, como consecuencia de la infección por SARS-CoV-2, afecta negativamente diversos aspectos de la vida diaria, desde la percepción del sabor y la seguridad personal hasta las interacciones sociales. Esta condición genera consecuencias emocionales, psicológicas y sociales importantes, incluyendo aislamiento, ansiedad y cambios en los hábitos alimenticios, que repercuten en la calidad de vida de los pacientes.
La anosmia ha sido ampliamente documentada como un síntoma prevalente del COVID-19, afectando aproximadamente al 48% de los pacientes durante la fase aguda. Aunque el 95% de los casos muestran recuperación en los primeros seis meses, una proporción significativa continúa experimentando disfunción olfativa persistente, influenciada por factores como la edad, el sexo y la severidad inicial del daño olfativo.
El desarrollo de métodos diagnósticos objetivos y subjetivos ha permitido una mejor evaluación de esta condición, aunque con limitaciones específicas. En cuanto al tratamiento, estrategias como el entrenamiento olfativo han mostrado resultados prometedores, especialmente cuando se combinan con terapias adyuvantes. Sin embargo, la falta de intervenciones terapéuticas completamente efectivas resalta la necesidad de seguir investigando para mejorar los resultados clínicos y la calidad de vida de los pacientes.
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