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Aproximación a la vacunación antigripal y movimientos antivacunas

Aproximación a la vacunación antigripal y movimientos antivacunas

Autor principal: Guillermo Viguera Alonso

Vol. XIX; nº 17; 770

An approximation to flu vaccine and anti-vaccine movements

Fecha de recepción: 27/07/2024

Fecha de aceptación: 06/09/2024

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XIX. Número 17 Primera quincena de Septiembre de 2024 – Página inicial: Vol. XIX; nº 17; 770

Autores

Guillermo Viguera Alonso (1), Ignacio Sainz Sánchez (1), Jorge Marín Ayarza (1), María Pilar García Aguilar (1), Alba Sancho Sánchez (1), Javier Guillén Hierro (1), María Carmen Celada Suárez (2)

Centro de Trabajo actual

  1. Hospital Clínico Universitario Lozano Blesa, Zaragoza , España
  2. Hospital Universitario Miguel Servet, Zaragoza, España

Resumen

La gripe está entre las enfermedades infecciosas de mayor relevancia cada año, tanto por número de muertes como por gastos sanitario directo e indirecto. Su vacuna genera importante controversia, por ello, estudiar los motivos que llevan a un paciente a vacunarse es una de las cuestiones pendientes en la Medicina Preventiva y Salud Pública. Antivacunas, Sistemas Sanitarios, medios de comunicación, efectividad cuestionada, bulos, nuevas indicaciones y un mundo cada vez más digital se unen pudiendo confundir a un paciente que, en ocasiones, no cuenta con la información más correcta de la vacuna antigripal. Los profesionales sanitarios debemos conocer y aplicar la evidencia científica para poder indicar la vacunación antigripal.

Palabras clave

Movimiento anti-vacunas, Vacuna antigripal, Cobertura Vacunal,

Abstract

Influenza is one of the most relevant infectious illnesses that occur every year, either for its many casualties and the health expenditure, both direct and indirect, that it causes. Its vaccine raises much controversy; studying the reasons that lead the patients whether to vaccinate or not is one of the outstanding issues in Preventive Medicine and Public Health. Anti-vaccines, Health Services, mass media, questioned effectiveness, unfounded rumors, new indications and a virtual world joint confuse  patients who, sometimes, do not have objective information about the vaccine. Healthcare professionals should know and apply scientific evidence in order to indicate anti-flu vaccination.

Keywords

Anti-vaccination movement, Flu vaccine, Vaccination coverage

Los autores de este manuscrito declaran que:

Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes

¿Qué es la gripe?

La gripe es una enfermedad aguda de las vías respiratorias provocada por el virus influenza. Se considera la enfermedad única que más pandemias ha generado, siendo, además, causa de epidemia anual en países de clima templado. En nuestro medio, la gripe infecta cada año entre un 5% y un 10% de adultos. El nombre influenza proviene de una pandemia ocurrida en el siglo XVI que se denominó en Italia de «influencia planetaria», aunque se discute si esta enfermedad fue una auténtica gripe o, más bien, una tos ferina. (1)

Influenza es un virus de la familia Ortomixoviridae, cuyos tipos antigénicos más importantes son el A, B y C, en relación con su nucleoproteína. El virus A afecta a humanos, así como a otros animales como aves y cerdos, tiene la mayor capacidad de mutar y es el causante de mayor morbilidad y mortalidad por gripe afectando a cualquier edad. El virus B afecta solo a humanos, principalmente a niños, con un cuadro clínico más leve que el provocado por el virus A. Asimismo, es más estable y no muta a la velocidad que lo hace el anterior. El virus C es raro como causa de gripe humana, no habiéndose asociado a epidemias y siendo considerado como una enfermedad subclínica en muchos casos. Existiría, además, un tipo D que sólo afecta al ganado y no ha sido descrito en humanos hasta el día de hoy. (1,2)

El virus A, que suele provocar una enfermedad más grave, se subclasifica según sus antígenos de superficie. La hemaglutinina (H), es utilizada para adherirse a las células del tracto respiratorio, y la neuraminidasa (N), es la responsable de la degradación celular que provoca la liberación del virus una vez replicado. La inmunidad humoral es la responsable de frenar el virus. Los anticuerpos anti-H desempeñan la función principal de defensa contra el virus, neutralizando su infectividad, mientras que los anticuerpos anti-N limitan la diseminación viral contribuyendo en menor medida a la reducción de la misma. Del tipo B, menos agresivo y causante de comorbilidad, sólo se distinguen dos cepas mayoritarias, la Victoria y la Yamagata. (1,3)

El virus se transmite por secreciones respiratorias expulsadas al toser o estornudar durante los primeros 2 a 5 días tras los síntomas. También se cree que puede ser transmitido por fómites o contacto manual. Por ello, una de las medidas más importantes en su prevención es la higiene de manos, ventilación de viviendas o aislamiento de enfermos, sobre todo en comunidades con pocos recursos. En los países desarrollados, además de la anterior, la profilaxis indicada es la vacunación anual, con virus inactivados o vivos atenuados, de individuos en riesgo o en contacto con estos. (1,2)

La gripe es una enfermedad estacional en nuestro medio, coincidiendo sus brotes con los meses de invierno; aunque en bajas latitudes pueden darse en cualquier momento del año. Cada brote puede contener variaciones antigénicas que llevan a una mayor o menor penetrancia y gravedad de la enfermedad. Uno de los brotes más graves fue el de 1918-1919 del virus A H1N1: una pandemia que dejó entre 50 y 100 millones de fallecidos en dos años por todo el mundo. Otra pandemia más reciente, también del mismo subtipo y conocida entre el público como la “Gripe A”, tuvo lugar en 2009.  (1,4)

Las manifestaciones de la enfermedad varían considerablemente entre pacientes asintomáticos o paucisintomáticos, y aquellos con extrema gravedad. Siendo a veces confundida la gripe con otras patologías respiratorias de vía superior e inferior, así como otras enfermedades con sintomatología no específica. Entre los síntomas más característicos destacan aquellos de vías respiratorias: tos, odinofagia, rinorrea, congestión, rinitis, faringitis o esputo abundante. Otros síntomas más inespecíficos incluyen: afectación del estado general, fiebre moderada o alta, mialgias, debilidad general o cefalea. En individuos inmunodeprimidos o en edades extremas de la vida puede tener consecuencias más importantes, sobreinfecciones que motiven hospitalizaciones y, en algunos casos, ser causa de fallecimiento. (1,5)

Vacunación y vacuna de la gripe

La vacunación, clásicamente, es el proceso de inducción y creación de inmunidad mediante la inoculación de suspensiones de microorganismos o sus fracciones. Estas son suministradas al paciente con el fin de crear inmunidad activa contra una enfermedad infecciosa. Si bien esta es la definición habitual, Plotkin y Orenstein proponen otra más amplia y adecuada a las nuevas técnicas de biología molecular: “Las vacunas son proteínas, polisacáridos o ácidos nucleicos de microorganismos patógenos, que son suministrados al sistema inmunitario como entidades simples, como parte de partículas complejas o como vectores o agentes vivos atenuados, con el objeto de inducir una respuesta inmunitaria específica que inactive, destruya o suprima al patógeno infeccioso”. (6)

Estas vacunas se pueden clasificar considerando distintas variables. Atendiendo a criterios microbiológicos, pueden ser vacunas virales o bacterianas. Desde el punto de vista de la Medicina Preventiva, se clasificarían en vacunas sistemáticas, aquellas que se administran a toda la población, generando un calendario vacunal común; y vacunas específicas, que sólo se administran a determinados grupos con criterio sanitario. Existe una tercera clasificación, la más extendida, referente al estado del anticuerpo inoculado; así se distinguen varios grupos de vacunas: vivas atenuadas, inactivadas, por subunidades o fracciones, vectores virales y toxoides. Otro tipo de vacuna, aún en desarrollo, sería la basada en ADN, con prometedores resultados preliminares. Asimismo, mediante ingeniería genética, se ha conseguido introducir en un virus antígenos patógenos procedentes de otros microorganismos, logrando así un vector que genere inmunidad. (4,6) El ejercicio previo a la vacunación se creía que ayudaba a la efectividad vacunal y reducción de efectos secundarios, si bien recientes revisiones sistemáticas ponen de manifiesto la falta de evidencia al respecto. (7)

El término vacuna contra la gripe hace referencia al acto de inocular virus atenuados, inactivados o subunidades de los mismos, con intención de generar inmunidad contra la gripe. Dado que el virus de la gripe muta anualmente, y se debe comenzar a desarrollar la vacuna meses antes de que se desarrolle la epidemia invernal, su efectividad varía cada año. Estas variaciones en el virus, en su tipo A, pueden ser de dos tipos: el shift antigénico, que produce grandes cambios en H y N y, por tanto, virus tendente a pandemias; y el drift antigénico, un cambio menor que origina las variaciones interanuales del virus y, por tanto, su epidemia. El virus genera cierta inmunidad por lo que, pese a los cambios, es común tener una gripe atenuada si ya se ha tenido contacto con el virus previamente. (6,8)

Cada año, la Organización Mundial de la Salud (OMS), con los datos de los distintos centros de vigilancia y estudiando su epidemiología, elige las cepas que cree más importantes a cubrir previas a la epidemia invernal de ambos hemisferios. Así, la vacuna tetravalente incluiría dos cepas A y una B de cada tipo (Victoria y Yamagata), mientras que la trivalente sólo incluye un tipo. En la temporada 2018-2019 la OMS ha recomendado que la vacuna tetravalente utilizada en el hemisferio norte incluya los siguientes componentes: (9)

  • virus A/Michigan/45/2015 (H1N1) pdm09-like
  • virus A/Singapore/INFIMH-16-0019/2016 (H3N2)-like
  • virus B/Colorado/06/2017-like (linaje B/Victoria/2/87)
  • virus B/Phuket/3073/2013-like (linaje B/Yamagata/16/88) (no en trivalente esta temporada)

En nuestro país, la vacuna más utilizada, históricamente, era la inactivada trivalente, debido a su menor coste y similar efectividad; siendo esta la que se administra habitualmente en Centros de Salud. Sin embargo, existen comunidades autónomas que han comenzado a administrar la tetravalente: Asturias, Canarias, Castilla y León y Galicia. Algunos colectivos, como la Asociación Española de Pediatría (AEP) y varios países de nuestro entorno, recomiendan la vacuna tetravalente por encima de la trivalente. Uno de los motivos que aducen sería que, casi en la mitad de las campañas de los últimos 10 años, el virus B predominante no ha sido incluido en la trivalente. (3,10) En este trabajo, salvo que se indique lo contrario, se habla de la vacuna inactivada por ser la más utilizada en nuestro medio. (11,12)

En Estados Unidos, desde 2009 está aprobado el uso de una vacuna inactivada trivalente denominada de dosis alta (Fluzone®) en mayores de 65 años. Esta cuenta con cuatro veces más antígenos y la evidencia al respecto todavía no es clara, aunque se están desarrollando estudios al respecto. (13,14)

Como novedad de los últimos años, la campaña 2018-2019 ha sido la primera en la que la OMS ha modificado su esquema de vacunación otorgando el primer lugar a la vacuna contra los cuatro tipos virales frente a la de tres. Probablemente, los motivos que hayan llevado a ellos sean una campaña previa muy intensa, con coexistencia de ambas cepas del virus B y abundantes coinfecciones. Aun así, el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud no se posiciona al respecto y mantiene en segundo lugar la vacuna tetravalente. (11,15,16)

Indicaciones de la vacuna de la gripe y tasas de cobertura

La OMS hace unas recomendaciones muy sencillas respecto a quiénes deben vacunarse cada temporada contra la gripe, siendo las siguientes: (17)

  • Con la mayor prioridad: embarazadas.
  • Le siguen en prioridad, sin ningún orden en particular: niños de 6 meses a 5 años, ancianos, afectos de enfermedades crónicas específicas y trabajadores sanitarios.

El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social (MSCBS), a través del Consejo Interterritorial, amplía las indicaciones dividiéndolas en cuatro grandes grupos: (11)

  • Mayores de 65 años. Haciendo especial énfasis en institucionalizados.
  • Entre 6 meses y 65 años, con riesgo de complicaciones. Embarazadas, enfermedades crónicas con posibles complicaciones derivadas de la gripe, institucionalizados de manera prolongada y menores de 18 años en tratamiento crónico con Ácido Acetilsalicílico.
  • Aquellos con alta probabilidad de transmitir la enfermedad a los anteriores grupos. Personal sanitario, y de geriátricos o residencias de crónicos, estudiantes en prácticas en estos centros, cuidadores de pacientes en riesgo y convivientes de enfermos de alto riesgo.
  • Otros grupos. Personal que el estado considera esencial: Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, instituciones penitenciarias, bomberos y protección civil; así como aquellos en contacto con aves o cerdos, para minimizar la posibilidad de intercambio genético y recombinación viral.

Uno de los apartados en los que discrepan ambas recomendaciones es en la vacunación sistemática del menor. El MSCBS plantea la vacunación solo para niños con enfermedades graves, tratamiento crónico o convivientes con personas de riesgo. Otros grupos, como el Comité Asesor de Vacunas de la AEP, manifiestan que una de las indicaciones de vacunación sería la de “niños cuyos padres deseen su protección vacunal”. Estos últimos se muestran cercanos incluso a la idea de vacunación universal. (12) En otros modelos sanitarios, como el estadounidense, se recomienda la vacunación sistemática estacional a todos los individuos mayores de 6 meses. (18)

En la campaña previa, la última de la que se tienen datos, la tasa de vacunación antigripal se mantiene en cifras bajas. En mayores de 65 años, la tasa fue de un 55,7%, mostrando una tendencia descendente en los últimos 10 años desde el 65,4% de 2008-2009. En profesionales sanitarios la tasa de cobertura se encontró en 31,3% y en gestantes 27,6%. (19) Para esta temporada 2018-2019, el MSCBS plantea como objetivos un 65% de cobertura en mayores de 65 años y un 40% en embarazadas y personal sanitario. Mientras, la OMS y la Comisión Europea establecen como objetivo en mayores de 65 años una tasa del 75%. (11)

Reticencia vacunal

En 2015, MacDonald et al. del grupo de la OMS sobre reticencia vacunal, SAGE working group on Vaccine Hesitancy, definían la reticencia vacunal como el “retraso o rechazo a la vacunación pese a la disponibilidad de servicios vacunales”. Según los mismos, se trata de un fenómeno que varía según cada vacuna, el paso del tiempo y el lugar al que se refiera. Dicho fenómeno afecta tanto al usuario como al profesional, siendo este último capaz de transmitir sus dudas al paciente. Además de estos, afecta a legisladores, investigadores o directores de programas de prevención, quienes tienen la capacidad de influir de manera amplia a este fenómeno. (20)

Entre los pacientes, la reticencia no se aplica únicamente en aquellos que deciden no vacunarse o no hacerlo a aquellos bajo su cuidado. También se emplea en quienes se vacunan teniendo dudas. Así, las tasas de cobertura vacunal no serían un buen indicador de este hecho, pues la incertidumbre llega más allá de los no cubiertos. Además, muchos investigadores prefieren estudiar aquellas vacunas incluidas en los calendarios vacunales, por tener una base más sólida sobre la que plantear preguntas, siendo las vacunas no incluidas (como Rotarix ® o Bexero® en España), más dadas a los bulos y a la desinformación. (21–23)

Basándonos en la publicación de MacDonald, la reticencia en pacientes vendría motivada por la autosuficiencia, conveniencia y confianza en el sistema sanitario (modelo 3C’s en inglés: complacency, convenience y confidence). (20) La autosuficiencia se refiere a la percepción del riesgo de las enfermedades prevenibles con vacunas. Así, aquellas con menor riesgo percibido generarían mayor reticencia. Paradójicamente, la alta cobertura vacunal, que lleva a baja incidencia de algunas enfermedades, puede suponer una menor sensación de amenaza a la salud y conducir a dudas sobre la vacunación. Respecto a la conveniencia; definida como accesibilidad, coste, difusión de campañas o entendimiento de estas; es un problema menor en un sistema sanitario de amplias coberturas como el español o el francés, si bien podría afectar a vacunas no financiadas como la del Rotavirus o la del Meningococo B. Por último, afectan a la reticencia vacunal: la confianza en el sistema sanitario, efectividad vacunal o los motivos percibidos de introducción de vacunas en los calendarios propuestos por el sistema. (21,22,24)

En la actualidad, no existe un método estandarizado y ampliamente usado que permita conocer y comparar la prevalencia de la reticencia vacunal; aunque sus motivos más conocidos estarían en la matriz de determinantes de MacDonald et al. (Tabla 1) y en la encuesta publicada por Opel et al. (20,25). Sí se cuenta con estudios preliminares que indican que la prevalencia de dudas respecto a la vacunación está aumentando. Tras la pandemia de gripe H1N1 de 2009, la desconfianza respecto a las vacunas antigripales se vio aumentada en los países de nuestro entorno. En Francia, en el último cuatrimestre de 2009, se sugiere que el recelo pudo subir del 45% al 78%. (26) Otro estudio griego revela que sólo en agosto de 2009 subió del 47% al 63%. (27) Datos similares a estos se arrojan de estudios en España, Alemania o Reino Unido.(22) Así, la mayoría de los estudios europeos realizados entre 2004 y 2009 presentan menores tasas de confianza en las vacunas. (20)

  • Contextual influences: Influences arising due to historic, socio-cultural, environmental, health system/institutional, economic or political factors
  • Communication and media environment
  • Influential leaders, immunization programme gatekeepers and anti- or pro-vaccination lobbies
  • Historical influences
  • Religion/culture/gender/socio-economic
  • Politics/policies
  • Geographic barriers
  • Perception of the pharmaceutical industry
  • Individual and group influences: Influences arising from personal perception of the vaccine or influences of the social/peer environment
  • Personal, family and/or community members’ experience with vaccination, including pain
  • Beliefs, attitudes about health and prevention
  • Knowledge/awareness
  • Health system and providers – trust and personal experience
  • Risk/benefit (perceived, heuristic)
  • Immunization as a social norm vs. not needed/harmful
  • Vaccine/vaccination – specific issues
  • Directly related to vaccine or vaccination
  • Risk/benefit (epidemiological and scientific evidence)
  • Introduction of a new vaccine or new formulation or a new recommendation for an existing vaccine
  • Mode of administration
  • Design of vaccination programme/Mode of delivery (e.g., routine programme or mass vaccination campaign)
  • Reliability and/or source of supply of vaccine and/or vaccination equipment
  • Vaccination schedule
  • Costs
  • The strength of the recommendation and/or knowledge base and/or attitude of healthcare professionals

Tabla 1. Determinantes de reticencia vacunal. MacDonald et al. (20)

Efectividad y reacciones adversas

Dada la gran variedad de indicaciones que posee la vacuna antigripal, y la variabilidad interanual del virus, no son especialmente representativos los datos globales en cuanto a su efectividad. Se cree que la vacuna reduciría entre un 40 y un 60 % la incidencia de la enfermedad de gripe confirmada, mediante pruebas de Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR), pero la veracidad del dato queda en entredicho por lo anteriormente expuesto. (28) A continuación se valorará la evidencia disponible en cuanto a la efectividad en diferentes grupos poblacionales:

Gestación. En el embarazo, la vacunación sistemática frente a la gripe ha demostrado una reducción de la gripe confirmada por PCR, tanto en los lactantes (Hazard ratio (HR) 0,51; Intervalo de Confianza (IC) del 95%: 0,30 a 0,88), como en las propias gestantes (HR 0,50; IC del 95%: 0,29 a 0,86). Para el resto de las variables clínicas: mortalidad materna o neonatal, enfermedad respiratoria materna o del neonato y hospitalización por las mismas; no hay diferencias claras con el placebo. Del mismo modo, no hay diferencias conforme a los resultados del embarazo, parto pretérmino, aborto espontáneo o mortinato. Tampoco las hay en cuanto a reacciones adversas sistémicas. (29)

Mayores de 65. Se trata del colectivo que mayor cobertura vacunal tiene en España, probablemente por ser quien cuenta con más tasa de mortalidad y hospitalizaciones. (19) Para este colectivo vulnerable, al margen de comorbilidades, el objetivo principal es reducir el riesgo de muerte.  En mayores de 65 años, la vacuna podría disminuir, en una única estación, la incidencia de gripe desde un 6% con placebo a un 2,4% en vacunados (HR 0,42; IC del 95%: 0,27 a 0,66), sin embargo, la evidencia existente es baja por desconocimiento en muchos estudios del método diagnóstico de la gripe. También disminuiría la incidencia de Infección Respiratoria Aguda, denominada “enfermedad similar a la gripe” en la literatura, de un 6% con placebo a un 3,5% con vacuna (HR 0,59; IC del 95%: 0,47 a 0,73). (30) Así el Número Necesario a Tratar para evitar una gripe confirmada sería de 30 personas, y 42 necesitarían ser vacunadas para impedir una Infección Respiratoria Aguda. La evidencia respecto a la prevención de neumonía y gripe no cuenta con poder estadístico para poder afirmar o desmentir su relación. (28,30)

Aunque no relacionada con efectividad en parámetros clínicos todavía, sí que hay evidencia de que la vacuna a alta dosis es más inmunogénica, efectiva e igualmente bien tolerada en el anciano. (13,14,31) El último gran estudio observacional publicado al respecto cuenta con más de 3 millones de pacientes de muestra, en varias temporadas, de los cuales a 150000 les fue administrada la vacuna a alta dosis mientras que al resto se le administró la estándar. Los resultados proponen que la vacuna a alta dosis fue un 10% más efectiva para prevenir hospitalizaciones de cualquier causa, (IC 95%, 8–12%). La validez externa del estudio, sin embargo, es ciertamente cuestionable. El colectivo estudiado es muy particular, los veteranos de guerra estadounidenses; siendo un 98% varones y un 75% blancos no hispanos. Además, este estudio no incluye factores de confusión. (14)

Enfermos cardiovasculares. Para los grupos de enfermedad cardiovascular, la vacunación antigripal puede llegar a reducir tanto la mortalidad (HR 0,50; IC del 95%: 0,29 a 0,86) como los eventos cardiovasculares. Sin embargo, la Biblioteca Cochrane recomienda realizar más estudios al respecto. Por otro lado, no hay evidencia que permita afirmar que la vacuna sea útil en la prevención primaria de estas enfermedades.  (32)

Asma. En cuanto a los pacientes asmáticos, los resultados son inconcluyentes. La vacunación, en niños, no ha demostrado reducir en número, duración o gravedad las exacerbaciones del asma, como tampoco la obstrucción de vías aéreas medida en espirometría. Únicamente mejora las puntuaciones de síntomas en casos de gripe confirmada. En adultos asmáticos, no se dispone de datos que permitan afirmar o desmentir la efectividad de la vacuna antigripal. En cuanto a efectos adversos, la vacuna de la gripe no ha mostrado relación con exacerbaciones ni mayor uso del sistema sanitario comparada con placebo (Diferencia de riesgos 0,014; IC 95%: -0,010 a 0,037). Las exacerbaciones no se verías influidas por el tipo de vacuna, comparando la atenuada intranasal vs. trivalente intramuscular, según un estudio de 2229 niños mayores de 6 años. (33)

Adulto sano. Nos referimos al adulto sano como aquella persona de 16 a 65 años sin patología que indique por sí sola la administración de la vacuna de la gripe. La trascendencia que tiene la gripe para la población adulta sana a nivel de Medicina Preventiva es, principalmente, el absentismo laboral. Por ello, numerosos estudios plantean esta cuestión como variable además de las anteriores: incidencia de gripe, infección respiratoria aguda, mortalidad, etc. La vacunación del adulto sano, en una temporada, podría reducir la incidencia de gripe confirmada del 2,3 al 0,9%, así como la de la infección respiratoria aguda del 21,5% al 18,1% (HR 0.84, 95% IC 0.75 to 0.95). Por otro lado, las vacunas llevarían a poca o ninguna reducción en el absentismo laboral. (34)

Niño sano. Al hablar del niño sano, la vacuna del virus vivo tiene una efectiva del 82% (IC95%, 71-89%) mientras que la del virus inactivado es del 59% (IC95%, 41-71%). En niños menores de dos años su efectividad es similar al placebo. (35)

Respecto a las reacciones adversas a la vacuna en el adulto, la mayoría en nuestro medio son de carácter sistémico: dolor (15-20%), malestar (5%), mialgias (1,5-2%) o fiebre (0,5-1%). Sin embargo, no suelen darse complicaciones graves destacables. (36,37) Las reacciones adversas más frecuentes en el niño son: dolor (14%), eritema (11%) e induraciones (8%) locales; y, no asociadas al lugar de inoculación, rinorrea (3%), fiebre (2,5%) y malestar general (2,5%). Además, para evitar las mismas, se recomienda que la administración se realice en la zona deltoidea, ya que la glútea genera más reacciones locales. (38)

Razones para vacunar, razones para no vacunar

Según Yaqub et. al, la principal razón que lleva al paciente a vacunarse contra cualquier enfermedad, sería el consejo médico. (22) En segundo lugar encontramos la autoprotección, el objetivo primordial de la vacuna a nivel médico. Por detrás observamos que la recomendación de familiares, amigos o compañeros de trabajo se sitúa como más importante que la conciencia sobre la enfermedad a cubrir con la vacunación.

Otra de las razones que refieren algunos estudios, sería la falsa creencia de que la vacunación es obligatoria; siendo esta muy rara en países de nuestro entorno y estando en entredicho si mejora el cumplimiento frente a la recomendación. (22) De entre todas las vacunas, la que resulta obligatoria con mayor frecuencia obligatoria sería la del poliovirus. Mientras, la vacuna de la gripe no es obligatoria, a nivel poblacional, en ningún país a fecha de 2019. (39) Existen numerosos programas piloto que defienden (40,41) o critican (39,42) la obligatoriedad como método de incrementar las tasas vacunales.

La principal razón que lleva al paciente a rechazar la vacuna es, como se espera, la seguridad de la vacuna y sus efectos secundarios, tanto los reales como aquellos difundidos mediante bulos. Le siguen: la falta de conciencia de enfermedad y de su gravedad, la creencia en medicinas alternativas y la falta de confianza en las fuentes gubernamentales o la industria farmacéutica. Otras razones menos prevalentes serían el miedo a las agujas o la falta de confianza en su Médico de Familia. (22)

Respecto al profesional sanitario se analiza en dos vertientes, motivos que llevan al profesional a vacunarse y motivos que lo llevan a indicar vacunas. El profesional como paciente se vacuna por protección: a él mismo, a sus pacientes y a sus familiares; comodidad (existencia de vacunas en el trabajo, gratuidad y prevención de bajas laborales) y, por último, el temor a contraer dicha enfermedad en su puesto de trabajo. Como en el resto de la población, la seguridad de las vacunas es el principal motivo de reticencia vacunal. Otros motivos serían la falta de información sobre algunas vacunas y varias creencias infundadas como que el embarazo contraindica la vacuna de la gripe, los aditivos tóxicos e inductores de alergias, o el excesivo crédito que reciben las reacciones adversas. (21,22)

 Por último, el profesional manifiesta indicar vacunas por confianza en el beneficio aportado y por sentido del deber [sic], siendo la falta de tiempo y la pobre relación médico paciente, los motivos fundamentales que impiden al profesional recomendar vacunas, por encima del escepticismo en las mismas. (21,22,41,42)

Bulos, nuevas tecnologías y siglo XXI

Según el diccionario de la RAE, un bulo es “una noticia falsa propagada con algún fin”. En el ámbito de la medicina siempre han confluido la ciencia y la leyenda. Desde la medicina pre-hipocrática hasta el día de hoy, ningún periodo histórico se ha librado del misticismo unido al cuidado de la salud. Y, junto al misticismo, conviven la desinformación y los intereses contrapuestos en dicho ámbito. Hoy en día, mediante el uso de nuevas tecnologías, es más fácil que nunca propagar bulos sanitarios. (6,43)

El objetivo de estos bulos tiene tres motivaciones principales: perjudicar la imagen de un tercero, fomentar la alarma social o aquellos que llevan directamente implícito el interés real de quien lo difunde, como es el caso de las campañas de propaganda de numerosos productos pseudo-sanitarios. La falta de legislación al respecto y la facilidad para difundir contenido en Internet han convertido al siglo XXI en el momento histórico con más información y desinformación en Salud. (43)

Un aspecto relevante sería el rol de los medios de comunicación en la difusión de bulos, la reticencia vacunal o los movimientos antivacunas. La difusión de controversias sobre vacunas, grupos de pacientes afectados por presuntos efectos secundarios o de miembros de colectivos antivacunas ha demostrado su relación con menores tasas de vacunación, incluso aunque dicho medios de comunicación tengan presencia local y bajo público. (44–46)

La irrupción de internet y, sobre todo, de la Web 2.0 (aquella en la que el usuario puede crear contenido fácilmente: Youtube, Facebook, Wikipedia, Twitter…), ha supuesto una revolución en la discusión sobre las vacunas. Los pacientes, cada vez con mayor frecuencia, comparten sus experiencias en la web y buscan consejos sobre vacunas ya no en páginas web especializadas (pro o anti-vacunas) si no en aquellos sitios donde pueden encontrar opiniones de otros iguales. (47) Numerosos trabajos revelan la influencia de estos sitios web y la tasa vacunal, siendo mucho más frecuentes los sitios anti que pro-vacunas.

Los mensajes más frecuentes hacen referencia a una supuesta asociación de enfermedades idiopáticas con la vacunación (casi el 100% de los sitios web), la disminución de la inmunidad natural, el negocio vacunal o los presuntos adyuvantes vacunales. Además, es muy frecuente el testimonio de pacientes con dichas reacciones causadas presuntamente por la vacunación. (48–50) Aunque no hay muchos datos al respecto, pequeños estudios sugieren que aquellos pacientes que buscan en internet sobre las vacunas son menos dados a vacunarse o a vacunar a sus hijos. (51,52) Incluso existe evidencia que afirma que explorar una web antivacunas de 5 a 10 minutos influye de manera determinante, negativamente, sobre la percepción vacunal. (53)

Movimientos antivacunas: definición e historia.

En 1796, Jenner presenta su vacuna contra la viruela ante la Royal Society de Londres. Años más tarde, en 1853, comienza la primera campaña de vacunación en niños mediante coacción con multas o cárcel a sus padres. Esto provoca las primeras protestas y, en 1867, la creación de la primera asociación antivacunas. El movimiento se extendería a EEUU en la década de 1880, pero no sería hasta 1998 cuando alcanza una dimensión global. Este año, Wakefield publica en The Lancet la asociación de la vacuna del sarampión con el autismo. Ya en el siglo XX, el Colegio de Médicos Británico le quitaría la licencia por la publicación de este artículo, calificándolo como no ético, y The Lancet se retractaría.

No obstante, el imaginario colectivo no llegará a olvidarlo. Si en 2005 Gómez y Zamanillo publicaban cómo en otros países los antivacunas habían puesto en riesgo la cobertura, en España todavía era un movimiento incipiente. Ya en 2011, en EEUU, los propios pediatras estiman el rechazo total a las vacunas en un 6-8% de la población.  Años más tarde, en 2015, Aparicio lo califica finalmente como uno de los grandes retos de la pediatría. (43,54,55)

Un colectivo especial, diferente pero cercano a los antivacunas, serían los negacionistas. Se define al negacionismo como el uso de retórica de aparente legitimidad para, como fin último, rechazar una tesis científica sobre la que existe consenso. En el ámbito científico, utilizan argumentos como el inversionismo (argumentar que los contrarios a su tesis están financiados por intereses enemigos), los falsos expertos, el descrédito de los científicos o las teorías de la conspiración.

En el campo de las vacunas, los negacionistas llegan a calificar a esta forma de prevención como una invención, un mecanismo de control mental [sic] o, incluso, atribuyéndoles la génesis de la enfermedad que buscan prevenir. Diethelm propone que es necesario para el profesional identificar a estos sujetos y rebatirles desde el método científico. Así, si bien los negacionistas no suelen atender a los principios básicos de la ciencia, sus ideas quedan en entredicho ante la población no negacionista que pueda escucharlas. (56)

En 2009, Keelan et al. estudian como uno de los métodos para identificar este tipo de bulos la monitorización de blogs como MySpace. Se propone que, bien utilizados, estos espacios pueden ayudar a profesionales a identificar dudas y mitos sobre la vacunación, e incluso responderlos evitando que se multipliquen y alcancen más población. Asimismo, la participación del profesional como creador de contenido propio, más allá del Sistema de Salud, podría resultar en una mejora de la información disponible para el paciente. (57)

Como una manera de explorar el mundo virtual y los anti vacunas, Davies propone agrupar distintas premisas en una serie de argumentos que permitan clasificar y evaluar cada sitio web. (58) Esta clasificación sería:

  1. Argumentos de autoridad. Utilización de presunta ciencia como base de la argumentación.
  2. Motivaciones emocionales. Aquellas apelaciones al individuo con intención de mostrar como ético y moral la postura antivacunas mediante argumentaciones naturalistas, testimonios personales y otros.
  3. Las teorías de la conspiración. El uso de retórica conspiranoica con el objetivo de presentar al sector defensor de la vacunación como un ente abstracto ocultista al que se debe combatir. Bien sea mediante presuntos expertos, apelando a la libertad de elección, la rebeldía contra el sistema…
  4. Reclamos explícitos. Esta es la exposición directa de realidades que, si bien podrían estar fundamentadas, se utilizan para la desprestigiar las vacunas. Se encontrarían aquí la efectividad de las mismas o los efectos secundarios junto a otras ideas menos fundadas como que las vacunas tienen como objetivo envenenar a la población o que disminuyen la inmunidad del cuerpo.

Con éstas, se pretende concluir si un sitio web podría ser denominado antivacunas, si aparecen varias de estas aseveraciones o si, por el contrario, la ausencia de ellas lo califica como no anti vacunal.

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