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Avances en la comprensión y manejo de la rosácea: perspectivas clínicas, patogénicas y terapéuticas

Avances en la comprensión y manejo de la rosácea: perspectivas clínicas, patogénicas y terapéuticas

Autora principal: Dra. Mariana Jiménez Obando

Vol. XX; nº 08; 345

Advances in the understanding and management of rosacea: clinical, pathogenetic and therapeutic perspectives

Fecha de recepción: 10 de marzo de 2025
Fecha de aceptación: 4 de abril de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XX. Número 08 Segunda quincena de abril de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 08; 345

 

Autores:

 

Dra. Mariana Jiménez Obando.

Médico general, investigadora Independiente. Heredia, Costa Rica.

Código Medico 14321

 

Dra. Joselyn Andrea Marín Navarro

Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica.

Código Medico 18771

 

Dra. Natalie Nicole Quesada Martínez

Médico general, investigadora Independiente. Cartago, Costa Rica.

Código Medico 18617

 

Dra. Sindy Margoth Navarro Rivera.

Médico general, investigadora Independiente. Heredia, Costa Rica.

Código Medico 15944

 

Dra. Tatiana Karina Marín Bonilla

Médico general, investigadora Independiente. Alajuela, Costa Rica.

Código Medico 18623

 

Los autores de este manuscrito declaran que:

Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.

Palabras clave: Rosácea, eritema, telangiectasia, pápulas, pústulas, microbiota, neuroinflamación.

 

Key words: Rosacea, erythema, telangiectasia, papules, pustules, microbiota, neuroinflammation.

 

Resumen:

 

La rosácea es una enfermedad cutánea inflamatoria crónica que afecta principalmente la región central del rostro, manifestándose con eritema, rubor facial, vasos sanguíneos visibles y, en algunos casos, pápulas y pústulas. A pesar de ser más común en mujeres y personas de piel clara, también puede afectar a individuos con tonos de piel más oscuros, aunque en estos casos suele estar subdiagnosticada. La patogénesis de la rosácea involucra una respuesta inmunológica hiperactiva, con la participación de citocinas inflamatorias, factores neurovasculares y un desequilibrio en el microbioma cutáneo, particularmente con el ácaro Demodex folliculorum. La enfermedad se clasifica en diferentes subtipos, como el eritemato-telangiectásico, papulopustular, fimatoso y ocular, cada uno con características y necesidades terapéuticas específicas.

 

El tratamiento de la rosácea incluye medicamentos tópicos y sistémicos, como el metronidazol, la ivermectina y los antibióticos tetraciclinas, que son efectivos para controlar los síntomas inflamatorios. En casos graves, los retinoides orales y terapias físicas, como los láseres, también se emplean. Además, los avances recientes apuntan hacia tratamientos personalizados que aborden las vías inflamatorias específicas y la disbiosis del microbioma cutáneo, ofreciendo perspectivas prometedoras.

 

El impacto psicosocial de la rosácea es significativo, ya que la visibilidad de los síntomas afecta la autoestima de los pacientes, provocando ansiedad y depresión. Los enfoques terapéuticos emergentes incluyen el uso de biológicos y terapias personalizadas, que podrían mejorar el manejo de esta enfermedad crónica y mejorar la calidad de vida de los pacientes al abordar tanto los aspectos físicos como emocionales de la afección.

 

Abstract:

 

Rosacea is a chronic inflammatory skin disease that primarily affects the central region of the face, manifesting with erythema, facial flushing, visible blood vessels, and in some cases papules and pustules. Despite being more common in women and fair-skinned people, it can also affect individuals with darker skin tones, although in these cases it is often underdiagnosed. The pathogenesis of rosacea involves an overactive immune response, with the participation of inflammatory cytokines, neurovascular factors, and an imbalance in the skin microbiome, particularly with the Demodex folliculorum mite. The disease is classified into different subtypes, such as erythematous-telangiectatic, papulopustular, phymatous, and ocular, each with specific characteristics and therapeutic needs.

 

Rosacea treatment includes topical and systemic medications, such as metronidazole, ivermectin, and tetracycline antibiotics, which are effective in controlling inflammatory symptoms. In severe cases, oral retinoids and physical therapies, such as lasers, are also employed. In addition, recent advances point towards personalized treatments that address specific inflammatory pathways and skin microbiome dysbiosis, offering promising prospects.

 

The psychosocial impact of rosacea is significant, as the visibility of symptoms affects patients’ self-esteem, leading to anxiety and depression. Emerging therapeutic approaches include the use of biologics and personalized therapies, which could improve the management of this chronic disease and enhance patients’ quality of life by addressing both the physical and emotional aspects of the condition.

 

Introducción:

 

La rosácea es un trastorno cutáneo inflamatorio crónico que afecta principalmente la región central del rostro. Se caracteriza por síntomas como eritema persistente, rubor facial, presencia de vasos sanguíneos visibles y, en algunos casos, pápulas y pústulas. Esta condición es más frecuente en mujeres y tiene una prevalencia aproximada del 5.5% a nivel mundial, ejerciendo un impacto significativo en la calidad de vida de los pacientes debido a sus efectos estéticos y psicológicos (1; 2). La clasificación de la rosácea ha evolucionado históricamente desde un sistema basado en subtipos hacia un enfoque basado en fenotipos, lo que refleja una comprensión más profunda de sus diversas manifestaciones y fisiopatología subyacente (1). Los avances recientes en el tratamiento se han centrado en el desarrollo de sistemas novedosos de administración de medicamentos para mejorar la eficacia de las terapias tópicas (3).

 

La rosácea afecta predominantemente las mejillas, la nariz, el mentón y la frente, y en algunos casos puede involucrar síntomas oculares (4; 5). Aunque es más común en mujeres, su impacto emocional y social puede ser profundo, afectando la autoestima y la calidad de vida de quienes la padecen (1; 4). En términos históricos, en 2002 la Sociedad Nacional de Rosácea propuso una clasificación basada en subtipos, la cual fue actualizada en 2017 hacia un modelo basado en fenotipos, reconociendo así la complejidad de esta afección (1).

 

Tradicionalmente, el tratamiento de la rosácea ha consistido en el uso de medicamentos tópicos y orales. Sin embargo, los avances recientes se han centrado en sistemas innovadores de administración de fármacos que buscan mejorar la eficacia terapéutica y reducir los efectos adversos (3). Además, la comprensión de la patogénesis de la rosácea ha progresado significativamente, destacando los roles de factores genéticos, inmunológicos y ambientales (5). Aunque la rosácea es más frecuente en individuos de piel clara, también puede afectar a personas con todos los tipos de piel. Sin embargo, en poblaciones con tonos de piel más oscuros, puede estar subdiagnosticada debido a la menor visibilidad de los síntomas característicos (2).

 

El objetivo de este artículo de revisión es proporcionar una comprensión integral y actualizada de la rosácea, abordando su definición, epidemiología y relevancia clínica, así como los avances históricos en su clasificación y tratamiento. Además, se busca analizar en profundidad los factores patogénicos subyacentes, incluyendo aspectos genéticos, inmunológicos y ambientales, y explorar las manifestaciones clínicas de la enfermedad en diferentes tipos de piel. Finalmente, se examinarán las estrategias terapéuticas emergentes, con énfasis en los sistemas innovadores de administración de fármacos, con el fin de ofrecer una perspectiva completa que contribuya a la mejora en el diagnóstico y manejo de esta condición crónica.

 

Metodología:

 

Para el diseño de esta investigación sobre los avances en la comprensión y manejo de la rosácea, se realizó una revisión bibliográfica exhaustiva, enfocándose en su patogénesis, factores clínicos y terapéuticos más recientes. Se consultaron bases de datos científicas reconocidas, como PubMed, Scopus y Web of Science, debido a su alta calidad y relevancia en temas de dermatología y salud pública.

 

Se aplicaron rigurosos criterios de inclusión y exclusión para garantizar la calidad y pertinencia de la información seleccionada. Los criterios de inclusión consideraron estudios publicados entre 2020 y 2025, escritos en inglés o español, que presentaran evidencia científica sólida y estuvieran directamente relacionados con la rosácea. Se excluyeron estudios con datos incompletos, publicaciones duplicadas o aquellos que no hubieran sido revisados por pares. Para la búsqueda, se utilizaron combinaciones de palabras clave como: Rosácea, eritema, telangiectasia, pápulas, pústulas, microbiota, neuroinflamación.

 

Tras la búsqueda inicial, se seleccionaron 17 fuentes bibliográficas que incluyeron artículos originales, estudios de revisión y análisis observacionales. El proceso de recolección de información consistió en identificar los artículos relevantes y realizar una revisión exhaustiva para extraer los datos más significativos relacionados con la rosácea y sus avances en diagnóstico y tratamiento.

 

El análisis de los datos se llevó a cabo utilizando enfoques tanto cualitativos como cuantitativos. Los hallazgos clave de cada fuente fueron sintetizados, comparados y contrastados, lo que permitió identificar las principales tendencias, avances en el manejo de la rosácea, y los desafíos actuales en su diagnóstico y tratamiento. Los resultados fueron organizados en categorías temáticas que facilitaron una interpretación clara y estructurada, proporcionando una visión integral de la rosácea y su manejo clínico actual.

 

Epidemiología y factores de riesgo:

 

La prevalencia global de la rosácea se estima en aproximadamente el 5.5% de la población, siendo más común en individuos de ascendencia nórdica europea, particularmente aquellos con piel clara. Este patrón puede atribuirse tanto a una mayor susceptibilidad genética como a factores ambientales propios de estas regiones (2). Por otro lado, la rosácea es diagnosticada con menor frecuencia en personas con tonos de piel más oscuros debido a que los síntomas, como el eritema, se presentan de manera más sutil, lo que contribuye a un subdiagnóstico significativo en estas poblaciones (2; 6). En las poblaciones de Asia Oriental, el diagnóstico de la rosácea enfrenta retos particulares debido a diferencias en la fisiología cutánea y a desencadenantes ambientales, como la exposición al polen en el aire (6).

 

Los factores genéticos predisponentes desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de la rosácea. Estudios recientes han identificado marcadores genéticos asociados con las vías inflamatorias involucradas en esta afección, lo que sugiere una base hereditaria para su aparición (7). Además, la interacción entre los factores genéticos y los desencadenantes ambientales, como la radiación ultravioleta y la influencia microbiana, resulta esencial para comprender su fisiopatología (7).

 

Entre los factores ambientales, la exposición a la radiación UV es un desencadenante bien documentado, ya que agrava la inflamación y contribuye a la progresión de la rosácea (2; 7). Asimismo, ciertos hábitos alimenticios y de estilo de vida, como el consumo de alimentos picantes, alcohol y bebidas calientes, pueden inducir brotes al provocar vasodilatación y aumentar el flujo sanguíneo facial (6). Por último, el estrés emocional también ha sido identificado como un factor desencadenante relevante, probablemente debido a su impacto en el sistema inmunológico y las vías inflamatorias (6).

 

Patogénesis y mecanismos subyacentes:

 

La rosácea es una afección caracterizada por una respuesta inmunológica hiperactiva, donde los citocinas inflamatorias como TNF-α, IL-6 e IL-1β desempeñan un papel central. Estas moléculas son liberadas por macrófagos, neutrófilos y mastocitos activados, lo que perpetúa una cascada inflamatoria que agrava la enfermedad (7; 8). El sistema inmunitario innato está particularmente implicado, con la activación de vías mediadas por receptores Toll (TLR2) y la catelicidina LL37, que estimulan la producción de citocinas y amplifican la inflamación cutánea (8).

 

Un factor adicional en la patogénesis de la rosácea es el desequilibrio en la microbiota de la piel, especialmente en relación con el Demodex folliculorum. Este ácaro tiene la capacidad de exacerbar la inflamación al desencadenar respuestas inmunológicas y alterar el equilibrio microbiano de la piel (9). Su presencia se asocia con un aumento en la expresión de mediadores inflamatorios, lo que contribuye al empeoramiento de los síntomas característicos de la rosácea, como el eritema y la inflamación (10).

 

La hiperreactividad vascular y la angiogénesis son otros componentes clave en el desarrollo de esta enfermedad. La vasodilatación persistente observada en los pacientes está impulsada por factores neurovasculares y la sobreexpresión del factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF), lo que genera angiogénesis y el eritema distintivo de la rosácea (7; 8). Además, la disfunción neurovascular, mediada por vías como TRPV y JAK-STAT, contribuye a la respuesta vascular exacerbada y a la inflamación que caracteriza esta afección (8; 10).

 

Clasificación clínica y diagnóstico:

 

La rosácea, se presenta en diferentes subtipos que reflejan su diversidad clínica y las necesidades específicas de diagnóstico y tratamiento. El subtipo eritemato-telangiectásico (ETR) es el más común y se caracteriza por eritema facial persistente y telangiectasias visibles. Este subtipo suele asociarse con piel sensible y afecta significativamente la calidad de vida de los pacientes, provocando, en algunos casos, ansiedad y depresión debido al impacto estético y emocional (1; 11).

 

Otro subtipo importante es la rosácea papulopustular (PPR), que se manifiesta con pápulas y pústulas inflamatorias, a menudo confundidas con el acné. Sin embargo, a diferencia de este último, la PPR carece de comedones. Los tratamientos tópicos, como la ivermectina y el metronidazol, son opciones de primera línea para controlar esta variante (1; 11). Por otro lado, la rosácea fimatosa se distingue por el engrosamiento de la piel y la formación de nódulos superficiales irregulares, siendo el rinofima —afectación de la nariz— su manifestación más conocida (11).

 

La rosácea ocular es otro subtipo que afecta los ojos, causando sequedad, irritación y enrojecimiento. Este tipo puede preceder o acompañar los síntomas cutáneos, complicando el diagnóstico y subrayando la necesidad de una evaluación integral (11; 5).

 

El diagnóstico de la rosácea enfrenta varios desafíos clínicos. Las herramientas no invasivas, como la dermatoscopia y el análisis de imágenes, son útiles para identificar los cambios vasculares y diferenciar la rosácea de otras dermatosis (5). Además, el diagnóstico diferencial es fundamental para distinguir la rosácea de afecciones como el acné, la dermatitis seborréica y el lupus eritematoso. Este proceso requiere una evaluación clínica exhaustiva y, en ocasiones, la derivación a especialistas para garantizar un manejo adecuado (5; 4).

 

Opciones terapéuticas actuales:

 

El tratamiento tópico de la rosácea incluye varios fármacos que han demostrado ser eficaces para controlar los síntomas de los diferentes subtipos de la enfermedad. El metronidazol es uno de los tratamientos más utilizados debido a sus propiedades antiinflamatorias y antimicrobianas, siendo especialmente eficaz en la reducción de pápulas y pústulas características de la PPR (1; 11). Otro tratamiento común es la ivermectina, que no solo combate las lesiones inflamatorias, sino que también ha demostrado ser efectiva para reducir las poblaciones del ácaro Demodex, implicado en la patogénesis de la rosácea (1; 12). El ácido azelaico, conocido por sus efectos antiinflamatorios y queratolíticos, también se utiliza con éxito para tratar el eritema y las lesiones inflamatorias (11).

 

En cuanto a los tratamientos sistémicos, los antibióticos tetraciclinas, como la doxiciclina y la minociclina, son considerados el estándar de oro para el tratamiento de la rosácea. Estos medicamentos son preferidos por sus efectos antiinflamatorios más que por sus propiedades antibacterianas, siendo eficaces en la reducción de la inflamación crónica (1; 11). En casos más graves, los retinoides orales a dosis bajas, como el isotretinoína, se emplean para reducir la actividad de las glándulas sebáceas y la inflamación, ofreciendo una alternativa a los antibióticos de largo plazo (1).

 

Las terapias físicas también juegan un papel importante en el tratamiento de la rosácea. El uso de láseres y la luz pulsada intensa (IPL) se han mostrado eficaces para reducir el eritema persistente y la telangiectasia, al dirigirse específicamente a los vasos sanguíneos dilatados (11). En casos de rosácea fimatosa, donde se presenta un engrosamiento de la piel, los procedimientos quirúrgicos pueden ser necesarios para eliminar el exceso de tejido y remodelar la nariz afectada (4).

 

A medida que avanza la investigación en el tratamiento de la rosácea, están surgiendo nuevas terapias. Se está investigando el uso de nuevas moléculas que actúan mediante mecanismos como la estabilización de mastocitos y la vasoconstricción, lo que podría ofrecer opciones adicionales para el manejo de la enfermedad (12). Además, los enfoques de medicina personalizada y el uso de biológicos están siendo explorados para dirigirse específicamente a las vías inmunológicas involucradas en la rosácea, lo que promete abrir nuevas perspectivas en el tratamiento de esta compleja afección (9; 12).

 

Impacto psicosocial y en la calidad de vida:

 

La rosácea, debido a su visibilidad en la cara, a menudo conduce a la estigmatización social, lo que provoca que los pacientes se sientan cohibidos y avergonzados en situaciones sociales (13; 15). Esta condición afecta significativamente la calidad de vida de los pacientes, con puntuaciones del Dermatology Life Quality Index (DLQI) que indican una disminución considerable en comparación con individuos sanos, lo que resalta la carga emocional asociada (13). Los problemas emocionales, como el estrés y la vergüenza, son comunes entre los pacientes, muchos de los cuales reportan un impacto negativo en sus interacciones sociales y en su autoestima (14).

 

La relación entre la rosácea y los trastornos de ansiedad y depresión es clara, ya que una proporción significativa de los pacientes experimenta ansiedad (44,8%) y depresión (37,5%), siendo estos trastornos más graves a medida que aumenta la severidad de la rosácea (15). El uso de la Hospital Anxiety and Depression Scale (HADS) ha revelado manifestaciones subclínicas de ansiedad y depresión en pacientes con rosácea, las cuales pueden aliviarse con un tratamiento eficaz (14). Esta correlación entre la severidad de la rosácea y los problemas de salud mental subraya la necesidad de un enfoque integral que aborde tanto los aspectos físicos como psicológicos de la enfermedad (15).

 

Para mejorar la calidad de vida de los pacientes, se ha demostrado que las terapias combinadas, que incluyen tratamientos tópicos y procedimientos con láser, son efectivas para mejorar tanto los síntomas físicos de la rosácea como el estado psicoemocional asociado (14). La evaluación regular de la calidad de vida mediante herramientas como el DLQI y el Rosacea-Specific Quality-of-Life Questionnaire (RosaQoL) puede guiar la personalización de los planes de tratamiento (13). Además, el apoyo psicológico y el asesoramiento pueden ser beneficiosos para manejar el impacto emocional de la rosácea, ayudando a los pacientes a enfrentar la estigmatización social y mejorar su salud mental (10).

 

Perspectivas futuras y áreas de investigación:

 

Los avances en la comprensión del microbioma cutáneo han revelado su papel significativo en la patogénesis de la rosácea, con la disbiosis potencialmente exacerbando la condición. La investigación sugiere que modular la microbiota cutánea podría ofrecer un enfoque terapéutico prometedor, con varios estudios que exploran el impacto de los probióticos y otras terapias dirigidas al microbioma para restaurar el equilibrio y reducir la inflamación (9; 16).

 

A pesar de los avances en terapias basadas en el microbioma, la identificación de biomarcadores específicos para la rosácea sigue siendo un desafío. Aunque se han estudiado biomarcadores como IL-1β, TNF-α y MMP-9, su papel en la enfermedad sigue siendo incierto. La complejidad de la rosácea y la falta de evidencia causal complican la aplicación práctica de estos biomarcadores en el ámbito clínico (17). Además, la naturaleza invasiva de los métodos actuales de medición y la variabilidad inherente de las condiciones cutáneas limitan la utilidad de los biomarcadores para el diagnóstico y el seguimiento del tratamiento (17).

 

En respuesta a estos desafíos, los investigadores se centran en el desarrollo de terapias personalizadas que apunten a vías inflamatorias específicas y factores genéticos asociados con la disfunción inmune y la neuroinflamación. Los tratamientos emergentes incluyen el uso de dispositivos de luz, así como agentes tópicos y sistémicos novedosos diseñados para abordar la patofisiología subyacente de la rosácea (9; 16). Estas terapias personalizadas buscan proporcionar un manejo más eficaz e individualizado de la enfermedad.

 

Además, factores del estilo de vida como la dieta y los desencadenantes ambientales influyen significativamente en la progresión de la rosácea. La educación del paciente sobre la evitación de los desencadenantes conocidos y la adopción de medidas protectoras, como el uso de protector solar, es crucial para un manejo eficaz de la enfermedad (2).

Conclusiones:

 

La investigación reciente sobre la rosácea ha permitido una comprensión más detallada de sus mecanismos subyacentes, destacando factores genéticos, inmunológicos y ambientales que influyen en su desarrollo. Estos avances han conducido a una mejora en los métodos de diagnóstico, especialmente con herramientas no invasivas como la dermatoscopia, que ayudan a diferenciar la rosácea de otras afecciones dérmicas. Además, las opciones terapéuticas han evolucionado hacia tratamientos más efectivos, como los sistemas innovadores de administración de fármacos y el uso de terapias personalizadas, que abordan la inflamación y otros aspectos específicos de la patogénesis de la enfermedad.

 

La rosácea no solo afecta físicamente a los pacientes, sino que también tiene un significativo impacto emocional y social. La visibilidad de los síntomas en el rostro provoca estigmatización y problemas relacionados con la autoestima, lo que puede desencadenar trastornos emocionales como ansiedad y depresión. La relación entre la severidad de la rosácea y el impacto psicológico subraya la importancia de un enfoque integral que aborde tanto los aspectos físicos como emocionales de la enfermedad, utilizando combinaciones terapéuticas y apoyos psicológicos para mejorar la calidad de vida de los pacientes.

 

Los estudios recientes apuntan a la necesidad de tratamientos más personalizados y dirigidos a las vías inflamatorias específicas involucradas en la rosácea, así como a la modulación del microbioma cutáneo. Las investigaciones sobre el uso de probióticos y biomarcadores específicos podrían ofrecer nuevas opciones terapéuticas, aunque todavía existen desafíos en la identificación de biomarcadores prácticos para el diagnóstico y seguimiento de la enfermedad. En el futuro, se espera que las terapias personalizadas, junto con la educación del paciente sobre los desencadenantes ambientales, puedan proporcionar un manejo más eficaz e individualizado para esta afección crónica.

 

Referencias:

 

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