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La relación entre la cognición social y la esquizofrenia

Rodríguez, 2001).

Los criterios diagnósticos para la esquizofrenia son: una alteración persistente de por lo menos seis meses incluyendo por lo menos un mes con ideas delirantes, alucinaciones, lenguaje desorganizado, comportamiento catatónico y síntomas negativos (aplanamiento afectivo, alogia, abulia). Está presente una disfunción en los social y laboral, se deben excluir el trastorno esquizoafectivo y los trastornos del estado de ánimo (DSM-IV, 1994)

Tratamiento.

La rehabilitación cognitiva tiene como objetivo mejorar el rendimiento de procesos de pensamiento tales como el procesamiento de la información, la atención, la memoria, las capacidades conceptuales (Solórzano, Padrós y González, 2011).

Solórzano y otros, (2011) consideran que un procedimiento efectivo en el tratamiento de la esquizofrenia es una combinación de terapia psicológica y un tratamiento farmacológico mejorando el funcionamiento social del paciente y disminuyendo el estrés familiar.

Dicho procedimiento consta de cinco subprogramas (diferenciación cognitiva, percepción social, comunicación verbal, habilidades sociales y solución de problemas interpersonales) es objetivo es mejorar las disfunciones cognitivas, los déficits sociales y conductuales propias de la esquizofrenia. La sesiones son en grupo de siete personas con una duración aproximada de 60 minutos tres veces por semana con un mínimo de tres meses, es de corte cognitivo conductual (Solórzano y otros, 2011).

McGlashan y Keats (1989) citados por Ingelmo, Ramos y Muñoz (1997) explican que el tratamiento farmacológico es eficaz en sólo el 10% de los pacientes, y el 90% es psicoterapéutico esta combinación hace que los pacientes sean funcionales.

Ingelmo y otros, (1997) explican en base a la teoría psicoanalítica que el paciente con esquizofrenia tienen una serie de déficits coma la separación entre proceso primario y secundario donde no se ha establecido su función de normalización, hay dificultades en comprender el significado convencional del lenguaje, la subjetividad es disfuncional, la represión no existe, así como tampoco no existe un aparato psíquico diferenciado, tienen dificultades para distinguir entre lo interno y lo externo, entre el pasado y el presente, entre el yo y el objeto, hay poca tolerancia a la ansiedad, los impulsos se controlan con dificultad, la autoestima se regula en función del estado de ánimo o por sentimientos de culpa.

El tratamiento a pacientes esquizofrénicos con un modelo psicoanalítico es el de atribuir significado a las experiencias psíquicas del paciente, de darle la posibilidad de emplear la simbolización, y dotarlas de sentido con el objetivo de organizar el funcionamiento mental. Es decir darle un sentido de existencia. El papel del terapeuta es el de contenedor de las vivencias que el paciente no puede tolerar, capaz de crear una atmósfera donde el paciente pueda sostenerse ante momentos de intenso dolor psíquico, siendo empático, actuando como un yo auxiliar (Ingelmo y otros, 1997).

Surge en los en los años cincuenta la terapia familiar con las investigaciones de autores tales como Bateson, Lidz, Wynne y Bowen. Estos autores afirman que la psicosis es un síntoma de una interacción familiar disfuncional (García, 2008).

Las intervenciones familiares bajo el modelo sistémico busca prevenir la recaída y mejorar el ajuste social del paciente con esquizofrenia a través de la psicoeducación, de la expresión de la emoción, de la adherencia al medicamento, a la resolución de problemas y la rehabilitación social (Espina y González, 2003).

La terapia familiar incluye la neutralidad del terapeuta, se busca que la familia haga uso de sus recursos, se remarca la importancia de la comunicación e interacción familiar, se interpretan dichas comunicaciones buscando que la familia actué. También se busca que todos los familiares se den cuenta de cómo afectan cada uno el sistema familiar con sus acciones, buscando con ello que modifiquen sus conductas (García, 2008).

Pronóstico.

El pronóstico, el diagnóstico y el tratamiento dan lugar a formular un juicio a los cambios que se pueden presentar en el curso de un trastorno mental, tomando en cuenta su duración, evolución, resultado y recaídas. En base a la previsión de los conocimientos resultantes de la evaluación de los síntomas, de la historia clínica, de las características de la personalidad, de los factores de riesgo, de los factores de protección y del contexto del paciente, que sirven para hacer predicciones significativas (Ibáñez y Echeburúa 2015).

Ibáñez y Echeburúa (2015) mencionan que el pronóstico debe estar estrechamente relacionado con el cuadro clínico, el diagnóstico y el tratamiento. Donde el diagnóstico va a permitir relacionar las observaciones clínicas con lo que se sabe de los trastornos mentales. Al igual, la evaluación diagnóstica hace énfasis con el problema, con el paciente y el contexto, considerando las técnicas de tratamiento más adecuadas. Por último, el pronóstico y el tratamiento están en estrecha relación con la evolución del estado del paciente, tomando en cuenta lo que se sabe de él, del trastorno, su curso y las anticipaciones acerca de la eficacia del proceso terapéutico.

Ibáñez y Echeburúa (2015) consideran que se ha descuidado la atención al pronóstico minimizando su importancia. En la toma de decisiones el pronóstico no posee una identidad propia como si lo tienen el diagnóstico y tratamiento. Sin embargo el pronóstico si posee una característica a resaltar; completa al diagnóstico y es un puente de datos con el tratamiento y a su vez hay una relación con las expectativas de recuperación.

Por último los factores que se deben considerar para el pronóstico son a) factores que tienen que ver con el trastorno (Inicio, curso, evolución de los síntomas, duración, presencia de síntomas asociados, grado de interferencia negativa en la vida cotidiana, riesgo de comorbilidad con respecto a determinados trastornos, tratamientos prescritos, factores de riesgo predisponentes, factores precipitantes). b) factores relacionados con el paciente (edad y sexo, estado civil, nivel educativo y socioeconómico, salud actual y anterior a la aparición del problema, constitución física y