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Reflexiones sobre una propuesta metodológica para el perfeccionamiento de las competencias profesionales del especialista de medicina general integral

Desarrollo

La medicina es una carrera teórico práctica que requiere un esfuerzo  especial para asimilar tanto  los sistemas de conocimientos como los sistemas de habilidades y hábitos específicos  y generales que  forman parte de los modos de actuación, o sea  del ejercicio de la profesión que se implementa en las diferentes situaciones clínicas que los profesionales del ramo enfrentan a diario con sus pacientes.

La educación en el trabajo es el ámbito natural y por excelencia donde el profesional de la salud interactúa con el objeto, se apropia de los conocimientos y desarrolla habilidades y hábitos que le permiten desempeñar con éxito su actividad frente a las diferentes situaciones clínicas y  epidemiológicas que se presentan en su práctica diaria. Aprender haciendo es la modalidad en que médicos, enfermeros, licenciados y tecnólogos se han formado a través de los siglos y por  los siglos y es  una práctica necesaria e  insustituible  tanto en pregrado como en postgrado.

La educación médica basada en competencias implica un proceso de entrenamiento y al final se prueban las competencias adquiridas por el residente en ciertas habilidades y conductas requeridas para ejercer la especialidad. (5,6)

Es aplicando los diferentes modos de actuación, los distintos protocolos terapéuticos, e higienodietético,  y en continuo  perfeccionamiento, adecuándola a la realidades y peculiaridades de cada paciente, a las condicionales de los diferentes escenarios, de los recursos disponibles, económicos, financieros, materiales y humanos que la medicina ha podido enfrentar las exigencias  de cada situación clínica presentadas en los pacientes, familias y comunidades, partiendo de la premisas de que no existen enfermedades, sino  enfermos.

Durante los largos años de estudios los hospitales primeros y,  los policlínicos y consultorios después,  se han convertidos en escenarios docentes de las universidades médicas, al recibir en sus senos a los millones estudiantes y   profesionales de la salud que se forman cada año según  demanda la sociedad.  La universidad trasciende sus muros y la sociedad se convierte en una gran escuela al aportar  no solo los pacientes (el objeto) necesitados de salud y otras situaciones de  daños; sino las instituciones y recursos humanos y financieros para que estas actividades se lleven a cabo.

En los años de estudios de la carrera de medicina, Enfermería, licenciatura, las tecnologías entre otras; bien en pregrado o en posgrado o en capacitación continua, cada  educando se vincula a un equipo de trabajo que tiene bajos sus cuidados y responsabilidad a un número determinado de pacientes. Todos tutorados por los profesores más eminentes del ramo, que no solo garantizan la atención de calidad del enfermo, sino que aprovecha este marco para impartir docencia y evaluar a los educandos en plena práctica médica.

El contacto con esas situaciones reales, la interacción de los educandos con la realidad de los pacientes, de cada situación en el día a día es lo que garantiza que, aprendiendo haciendo, los profesionales de la salud adquieran y desarrollen las habilidades, hábitos y capacidades que demanda cada especialidad.

El eminente Profesor Fidel Enrique Ilizástigui Dupuy al tratar de forma magistral su concepción sobre la educación médica nos legó que a interrogar (anamnesis) se aprende interrogando; inspeccionar se aprende inspeccionando; la palpación se aprende palpando; a percutir se aprende percutiendo y naturalmente a auscultar se aprende auscultando; el expediente  o historia clínica se aprende también haciéndola.

Es realizando, haciendo cada uno de estos ítems que los estudiantes de medicina primero, residentes y los especialistas después aprenden las habilidades, se apropian de ellas y la convierten en hábitos cuando logran el automatismo en su realización lo evidentemente repercutirá en su capacidades competencia. Es en la actividad, que en nuestra disciplina se llama educación en el trabajo, donde se forman los profesionales, donde siguen la ruta crítica que va desde estudiantes, residentes hasta especialista y se impera un salto a una categoría mayor: un ente capaz de resolver situaciones complejas, capaz de crear, un científico.

Los cubanos tenemos esta palabra enraizada en lo más recóndito de nuestra entraña, en la esencia de nuestras vidas, una herencia cultural que se ha trasmitido de generación en generación y, que como citamos marca nuestra vida, nuestro carácter nuestra conducta y actitudes: Hacer es la mejor manera de decir. Es haciendo como mejor decimos, como demostramos que hemos asimilado los conocimientos y que lo dominamos. Es un legado que nos vienes del ideario pedagógico de los eminentes maestros de Cuban el padre Félix Varela (quien nos enseñó a pensar) , José Agustín Caballero, su hermano José de La luz Cabello, Rafael María de Mendive y nuestro héroe nacional José Martí Pérez.

Del eminente profesor José de La luz y caballero heredamos aquella sentencia de que enseñar puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo. En nadie como en el médico, como en los profesores de educación médica superior, en su inmensa mayoría los especialistas más calificados y con más experiencia donde se hace necesarios estas cualidades señalada por el gran pedagogo, dada su gran responsabilidad con los pacientes, los familiares, los estudiantes, los residentes,  los colegas, el equipo de trabajo, la ciencia, la universidad y la sociedad.

 Este proceso de aprender haciendo es un fenómeno que se da durante toda la vida del médico, tanto en la etapa de estudiante, de residente e inclusive después de haber terminado la especialidad, es decir en el posgrado o formación continua, una necesidad obligada e insustituible en el mundo de hoy, de ahí que a la hora de planificarla, a duración de los cursos debe estar supeditada a la demostración de que el médico aplica correctamente los conocimientos y habilidades que adquirió en el entrenamiento, lo que le permitirá ejercer la práctica de la medicina en forma independiente (7),  y la evaluación debe ser con el objeto, práctica.

Es en la actividad diaria donde se forman y forjan los profesionales de la salud, es donde se pertrechan de las herramientas necesarias para desempeñar sus complejas funciones asistenciales, donde aprenden el insustituible método