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Efecto de la cultura en el aborto

El virus del papiloma humano genital (también conocido como VPH) es la infección de transmisión sexual (ITS) más frecuente. Existen más de 40 tipos de virus del papiloma humano genital (VPH)  que pueden infectar zonas genitales, boca y garganta de ambos sexos.

Los diferentes tipos del virus del papiloma humano genital (VPH) pueden causar desde verrugas genitales hasta algunos tipos de cánceres genitales como el del cérvix uterino La mayoría de las personas infectadas por el virus del papiloma humano genital (VPH) no presentan síntomas o problemas de salud. En el 90% de los casos, el sistema inmunitario del cuerpo elimina de manera natural la infección por el VPH en un periodo de dos años.

Este virus se transmite por contacto genital, más a menudo por las relaciones sexuales vaginales y anales, aunque también se puede transmitir por las relaciones sexuales orales y el contacto entre partes genitales. Se puede transmitir entre parejas heterosexuales y homosexuales, aun cuando la pareja infectada no tenga signos o síntomas.

Las vacunas pueden proteger a hombres y mujeres contra casi todos los tipos comunes de virus del papiloma humano genital (VPH). Estas vacunas se administran en tres inyecciones. Es importante recibir las tres dosis para contar con la mejor protección. Las vacunas son más eficaces si se administran antes de que la persona vaya a tener su primer contacto sexual, cuando podría estar expuesta al virus del papiloma humano genital (VPH).

El virus del herpes simple tipo 1 (VHS-1) causa heridas en los labios (conocidas como ampollas febriles), pero puede causar infecciones genitales también. El virus del herpes simple tipo 2 (VHS-2) con mayor frecuencia provoca ampollas genitales o en el recto, pero también puede infectar la boca. El virus permanece en el cuerpo para toda la vida, causando síntomas periódicos en algunas personas.

Síntomas del herpes van desde síntomas sistémicos (fiebre, cefalea, inflamación de glándulas, etc.), hasta por picor u hormigueo en la zona genital o anal y ampollas que se convierten en dolorosas llagas.

La gonorrea es una enfermedad de transmisión sexual (ETS), causada por la Neisseria gonorrhoeae, una bacteria que puede crecer y multiplicarse fácilmente en áreas húmedas y tibias del aparato reproductor. La gonorrea puede crecer en el cuello uterino (apertura del útero), útero y en las trompas de Falopio (oviductos) en la mujeres y en la uretra (canal urinario) tanto en las mujeres como en los hombres. La bacteria también puede crecer en la boca, la garganta, los ojos y el ano. La gonorrea puede propagarse a la sangre y a las articulaciones

Los síntomas de la gonorrea son más acusados en hombres que en mujeres y se incluyen algunos como escozor al orinar, cambios en los flujos e irritación del ano.

La sífilis es una enfermedad de transmisión sexual causada por la bacteria Treponema pallidum. La sífilis se contagia de una persona a otra a través del contacto directo con una úlcera sifilítica. Si no se trata, puede continuar a etapas más avanzadas y con el tiempo puede provocar graves complicaciones y puede afectar posteriormente órganos internos, huesos y articulaciones. La evolución completa de la enfermedad puede tardar años. La sífilis es fácil de curar en sus fases iniciales. Si una persona ha tenido sífilis durante menos de un año, la enfermedad se curará con una sola inyección intramuscular de penicilina, y si ha tenido sífilis por más de un año, necesitará dosis adicionales. El tratamiento matará la bacteria que causa la sífilis y evitará futuras lesiones, pero no remediará las lesiones ya ocasionadas.

Los síntomas de la sífilis pueden ser difíciles de reconocer y pueden llevar 3 meses en aparecer después del contacto sexual con una persona infectada. Incluyen úlceras indoloras en los órganos sexuales, ano o boca, bultos en las ingles, erupción sin picor y síntomas similares a la gripe.

EL ABORTO SEGÚN LA RELIGIÓN

A lo largo de la historia la religión ha jugado siempre un papel crucial en el desarrollo de la sociedad, en cuanto a las políticas de los gobiernos y la propia vida de sus gentes. Pero, ¿qué representan exactamente las religiones? Representan sistemas coordinados de creencias y prácticas específicas que definen lo sagrado, las cuáles se enlazan formando una comunidad moral única, la Iglesia.

El objetivo de las religiones es reglamentar la relación entre lo sagrado y su consiguiente contexto espiritual, y los adherentes, representado por uno o varios dioses. Una vez establecido lo sagrado, las religiones se ocupan de definir también lo profano, es decir, las conductas y las prácticas que están prohibidas dentro de sus códigos morales. A través de las dichas múltiples prohibiciones ejercen una enorme influencia sobre la forma de ser de las personas.

Las religiones, para organizar los fenómenos descritos y definidos en sus correspondientes manifiestos, se apoyan en dos nociones básicas: las creencias y los ritos. Las creencias consisten en representaciones, asociadas con el misticismo y el mundo sobrenatural, que contienen valores morales. Los ritos, por su parte, son modalidades de acción expresadas en ceremonias de sublimación. Estos dos conceptos deben ser utilizados en definidas ocasiones. Por ejemplo, los ritos de bautizo, matrimonio o defunción son característicos de diversas religiones, pero con variantes según sus respectivas creencias.

Las grandes religiones: Iglesia Católica, protestante, ortodoxa y Religión Islámica.

Una vez finalizada la introducción acerca de las religiones y para llegar a una mejor comprensión de las posiciones en lo que se refiere al aborto, es sumamente importante analizar cómo se ha desarrollado a través de las creencias y las declaraciones que se han encontrado en las escrituras sagradas.

Casi sin excepciones, las religiones más grandes han dado una gran relevancia a la relación entre el hombre y la mujer, en concreto y especialmente, a la naturaleza de la sexualidad femenina, sus deberes y obligaciones en el hogar y las que acatan el matrimonio.

El hombre se suele colocar en un plano moral primario y la mujer por debajo, en uno secundario, al mismo tiempo que se le niega o se le reduce su participación en ritos y ceremonias religiosas, siendo su papel de carácter sumiso. La mayoría de las religiones definen las conductas que deberían ser aceptadas dentro de sus patrones morales en áreas específicas como lo pueden ser la vida sexual de las parejas, la reproducción, la anticoncepción y el aborto.

La reproducción humana implica la sexualidad y vida matrimonial, y esto último, la continuación de los pueblos y/o razas, asimismo el tamaño de la familia y la propia supervivencia de ésta. También influye en especial sobre el bienestar, tanto de los respectivos hogares como de las comunidades y de las comunidades que educan y cuidan de los miembros. Otro servicio de la reproducción es justamente la proporción de la definición de las diferentes responsabilidades de ambos sexos. Históricamente, las grandes religiones definen el rol y la función de la mujer como el mero hecho de ser esposas y madres. Como ocurre en algunos escritos del Corán, los cuales declaran que “los hombres son los responsables de administrar los asuntos de la mujer”.

Las grandes religiones sitúan a la mujer como un agente reproductivo, el central, cuyo destino es la sumisión, ya que el hombre proporciona el poder de protección, el cual les da la superioridad. Tampoco reconocen los derechos reproductivos, incluyendo la libre elección en decisiones reproductivas. Únicamente en el año 2005, el Gran Mufti, Sheikh Abdul Aziz al-Asheik de Arabia Saudita, declaró que los padres que obligan a sus jóvenes hijas a contraer matrimonio involuntariamente deben ser juzgados y encarcelados. “Forzar a una mujer a casarse con alguien que ella no quiere y prevenirla de casarse con alguien que ella ha escogido… no es permisible” dijo el Gran Mufti. “Cualquiera que insista en forzar a una mujer a casarse contra su voluntad está desobedeciendo a Alláh y a su profeta (Muhammad)” dijo. El Sheik Abdul Aziz dijo que cualquiera que no abandone esta práctica preislámica “debería ser castigado por aprisionamiento y no debería ser liberado hasta que abandone su demanda”.

Es decir, esto se interpreta como un paso sumamente importante para una sociedad conservadora en cuanto a los derechos pertenecientes a las mujeres.

·                 La Iglesia Católica

La virginidad, durante los primeros siglos del Cristianismo, fue el principal valor moral cuyo debate provocaba algunas importantes discusiones. Las conclusiones que extrajeron fueron unánimes, dicho valor espiritual es una de las formas en que el ser humano alcanza el nivel puro más elevado. En otras palabras, significaba que el sexo era visto como una impureza siempre que el objetivo no fuera la reproducción humana, permitida exclusivamente dentro del matrimonio. Por lo tanto cualquier otra actividad sexual era condenada y consecuentemente, relegaba a la mujer a un papel similar al de un instrumento, el agente reproductivo que depende del hombre.

Una vez dicho esto también cabe destacar que el aborto también ha sido objeto de discusiones, por parte de la Iglesia, la cual ha ido cambiando las posiciones que defendían a lo largo de la historia. A principios, concretamente nuestro año 100, se preparan las Enseñanzas de los doce Apóstoles, también denominado Didache; un documento en el que se condena el aborto. Pero a pesar de ello también se presentan una serie de interrogantes: la concepción del aborto como una forma de esconder la fornicación y el adulterio, considerados pecados, o bien la propia concepción del feto le otorga de un alma. El último interrogante comentado dio pie a la explicación del proceso de hominización: la unión del feto y su alma da lugar a la existencia del ser humano. Vale la pena considerar que el aborto fue una fuente de desacuerdo para los primeros teólogos, y al mismo tiempo un foco importante ya que entonces era ampliamente practicado. ¿Era homicidio o no? El problema recaía sobre la incertidumbre del inicio de la vida humana.

Siglos más tarde, entre el IV y el V, San Agustín condenó el aborto, argumentando la decisión como un lazo roto, una conexión desaparecida entre el acto sexual y la procreación, pero al mismo tiempo dejando en duda el desarrollo del proceso de hominización, mencionado en el párrafo anterior, ya que ignoraba totalmente cuando la vida humana comienza. Sin embargo no lo condena como un homicidio, sino más bien como el resultado de la lujuria y/o el adulterio, es decir, un gran pecado. A partir de esta época y los siglos que la siguen a continuación, la penitencia es requerida ante cada caso que surja.