equilibrio físico y psicológico se ven seriamente afectados.
Con frecuencia se intenta evitar o, al menos paliar, estas situaciones mediante la ingestión de tranquilizantes, el uso de tapones auditivos o cerrando las ventanas para dormir. Las dos primeras prácticas son, evidentemente, poco saludables por no ser naturales y poder acarrear dependencias y molestias adicionales. La tercera hace también perder calidad al sueño por desarrollarse éste en un ambiente mal ventilado y/o con una temperatura demasiado elevada.
Es por ello, que lo ruidos tanto en las viviendas como en las ciudades están cada día más acentuados, debido a que muchos ciudadanos no toman en cuenta el efecto que les produce este sobre el sueño nocturno, no miden la relación ruido-sueño, ya que este en un prolongado tiempo podría hacer que la persona inicia problemas adicionales en su modo de vida, desde los problemas familiares, sociales, laborales entre otros, ya que se mantienen somnolientos durante el día y no cumplen con sus actividades diarias respectivas.
Podríamos deducir, de un lado, su interdependencia, hasta el punto de que la disminución en la eficacia de una de ellas repercutirá en la realización de las demás. De otro lado, este planteamiento subraya la «naturalidad» del cumplimiento de dichas funciones, lo que deslegitima la crítica moralista a las mismas que a menudo se entrevé a nivel ecológico. Es por ello que se habla sobre: El modelo de vida considera que la gente está constantemente en una situación de intercambio adaptativo con muchos diferentes aspectos de su entorno. (23). Queriendo decir con esto que ambos cambian y son cambiados por el entorno.
Por otra parte, puedo señalar a la posición realista que señala la existencia de problemas ambientales independientemente de la percepción social de los mismos, reconociendo la independencia objetiva y las fuerzas causales de lo natural sobre lo social. Haciéndose notar que la interrupción del sueño es afectado por un medio ambiental como es el ruido, siendo este perturbador en la calidad de vida de las personas.
Desde el punto de vista de la Psicología Ambiental, para evaluar los efectos del ruido en la salud no sólo se tiene en cuenta la exposición sonora valorada en decibelios y en otras propiedades físicas de los sonidos, tales como su intensidad, duración y frecuencia, sino que se consideran, y en muchas ocasiones tienen más importancia, otros aspectos tales como la edad, el control sobre la fuente sonora, la predicción del estímulo acústico, las actitudes y creencias respecto al ruido.
Dicho en otras palabras, no sólo se tiene que tomar en cuenta las dimensiones físicas del sonido, sino también otros factores relacionados con la situación y el contexto particular en que es percibido y con las características socioculturales de quienes perciben las ondas sonoras, ya que estas personas se les perturba su sueño.
El ruido produce una diversidad de emociones negativas: sentirse insatisfechos, irritados, indefensos para dar solución al problema, ansiosos y agresivos. Existe un cuadro que podríamos denominar la “depresión de los sufridores del ruido”. Según un experto consultado, el ruido produce interferencias en el procesamiento de la información: básicamente se ven afectadas la atención y la memoria, reduciendo el rendimiento en tareas complejas cuando la intensidad del ruido sobrepasa los 70/90 dB, siempre dependiendo de la personalidad (personas más irritables y ansiógenas) y la sensibilidad al ruido o predisposición a verse afectado por el ruido que se manifiesta de forma fisiológica y psicológica. Generalmente, tiene efectos sobre el aprendizaje, sobre todo, en ruidos crónicos. Las personas más vulnerables son los niños ya que decrece el rendimiento escolar.
Cuanto mayor es la contaminación acústica, mayor es la insatisfacción con la vivienda, los vecinos, el entorno físico y social, etc. Se produce lo que se llama “estrés ambiental”, con repercusiones fisiológicas y psicológicas ante la percepción de la amenaza y la falta de recursos para afrontar el problema de la contaminación acústica. Contribuyendo esto a el malestar que produce tanto el aumento de los niveles de presión sonora como el aumento del número de veces que ocurre ese ruido y las actividades que se ven afectadas.
Los sonidos inesperados, sin orden, sin regularidad, se convierten generalmente en algo indeseable, pero hay ruidos de baja frecuencia como los de compresores, motores diesel, el del frigorífico, etc., que afecta de diferentes maneras. Los ancianos que tienen sordera de transmisión lo viven muy mal porque perciben mucho las vibraciones. No se puede evitar ni con tapones, ya que se transmiten de la estructura del edificio (donde este el sonido) a la estructura ósea.
El malestar tiene que ver con cómo se percibe el ruido y esta percepción está afectada por diferentes aspectos, tales como: condiciones de vida, actitudes hacia la fuente del ruido, exposiciones previas al ruido, momento del día, variables personales (el nivel de sensibilidad, la personalidad, el estado de ánimo) y sociodemográficas (edad y género). Sin embargo, últimamente se observo una mayor sensibilidad por los problemas ambientales, en general, y por la contaminación acústica, en particular, y esto está favoreciendo posicionamientos políticos, jurídicos y comunitarios que demandan un control más eficaz en la emisión de ruidos en las ciudades.
Los mecanismos de la perturbación del sueño por el ruido no están del todo claros, particularmente cuando la exposición al ruido ocurre durante el día y la arquitectura del sueño nocturno resulta perturbada. La razón puede ser que la exposición a ruido activa una respuesta de estrés que afecta al sueño en estos individuos. Una revisión de literatura muestra que una relación dosis-efecto para evaluar la perturbación del sueño durante el tiempo nocturno es muy difícil de conseguir y quizás una meta imposible de alcanzar. Grandes diferencias entre los estudios de laboratorio y de campo, muchos tipos de exposición a ruido, no sólo por las diferentes fuentes de ruido y sus combinaciones sino también por la distribución en el tiempo de las ocurrencias del ruido y sus características físicas y su significación subjetiva.
Los principales efectos del ruido sobre el sueño son el aumento de la actividad cerebral, de los movimientos del cuerpo y de las respuestas autónomas. El ascenso de la frecuencia cardiaca y la frecuencia respiratoria. Estos efectos comportan numerosos despertares y cambios a fases de sueño más superficiales, además de una percepción subjetiva de mala calidad del descanso. En general, se puede decir que la capacidad de alcanzar las fases más profundas del sueño es la que resulta más perjudicada por la exposición al ruido.
Dada la cantidad de situaciones patológicas existentes en el medio urbano en