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El quiste del conducto tirogloso

El quiste del conducto tirogloso

Autora principal: Andrea Mañas Andrés

Vol. XVII; nº 12; 516

The cyst of the thyroglossal duct

Fecha de recepción: 18/05/2022

Fecha de aceptación: 20/06/2022

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XVII. Número 12 – Segunda quincena de Junio de 2022 – Página inicial: Vol. XVII; nº 12; 516

AUTOR PRINCIPAL

Andrea Mañas Andrés. Graduada en Enfermería. Atención Primaria en Sector II del SALUD. Zaragoza. España

COAUTORES

María Armengod Burillo. Graduada en Enfermería. Hospital Universitario Miguel Servet.  Zaragoza. España

David Corzán López. Graduado en Enfermería. Centro de Salud Fernando el Católico. Zaragoza. España

Miguel Orós Gascón. Graduado en Trabajo Social. Zaragoza. España

Coral Orruño Cebollada. Graduada en Enfermería.  Centro de Salud Fernando El Católico. Zaragoza. España

Celia Pastor Giménez. Graduada en Enfermería. Centro de Salud Fernando el Católico. Zaragoza. España

Borja Paz Ramos. Graduado en Enfermería. Centro de Salud Fernando el Católico. Zaragoza. España

DECLARACION DE BUENAS PRACTICAS CLINICAS

Los autores de este manuscrito declaran que:

  • Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
  • La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS)
  • El manuscrito es original y no contiene plagio
  • El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
  • Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
  • Han preservado las identidades de los pacientes. 

RESUMEN

El quiste del conducto tirogloso es la anomalía congénita más frecuente del cuello, representando en torno al 70% del total de las masas cervicales congénitas. Además, es la segunda causa de masas no congénitas en la población pediátrica. Se origina como resultado de un remanente embriológico que se forma a causa de la falta de cierre del conducto tirogloso, el cual se extiende desde el agujero ciego de la lengua hasta la ubicación de la tiroides en el cuello.

En condiciones normales, este conducto involuciona y se atrofia por completo en torno a la décima semana de gestación embrionaria. Su localización más frecuente es la línea media anterior cervical, aunque se conocen casos de presentaciones a diferente altura o lateralizadas con relación al hueso hioides.

Su diagnóstico se realiza mediante la exploración física y la ecografía como técnica de imagen de elección. La infección aguda del quiste, secundaria siempre a una infección de las vías respiratorias, se tratará con antibioterapia sistémica. El único tratamiento definitivo es la extirpación quirúrgica.

Palabras clave: quiste tirogloso, conducto tirogloso. 

SUMMARY

The cyst of the thyroglossal duct is the most frequent congenital anomaly of the neck, representing around 70% of the total congenital cervical masses. In addition, it is the second cause of non-congenital masses in the pediatric population. It originates as a result of an embryological remnant that is formed because of the lack of closure of the thyroglossal duct, which extends from the blind hole of the tongue to the location of the thyroid in the neck.

Under normal conditions, this duct involutes and completely atrophies around the tenth week of embryonic gestation. Its most frequent location is the anterior cervical midline, although there are known cases of presentations at different heights or lateralized in relation to the hyoid bone.

Its diagnosis is made by physical examination and ultrasound as the imaging technique of choice. Acute infection of the cyst, always secondary to an infection of the respiratory tract, will be treated with systemic antibiotic therapy. The only definitive treatment is surgical removal.

Keywords: thyroglossal cyst , thyroglossal duct

INTRODUCCION

El tiroides es una glándula endocrina que se desarrolla en el útero. Es la primera glándula en que se desarrolla, comenzando a formarse en la tercera semana de gestación, donde el embrión desarrolla un engrosamiento del epitelio de la faringe primitiva, en el foramen cecal, a partir de una capa de endodermo. Esta va descendiendo por la línea media del cuello, por la parte anterior del hueso hioides que se está desarrollando, formando un tracto o cordón fibroso que se denomina conducto tirogloso hasta que, en la séptima semana de gestación, llega a su posición final en el cuello pretraqueal.

El conducto tirogloso, también conocido como conducto de His o Bochdalek, es una estructura tubular estrecha, que conecta la glándula tiroidea con el agujero cecal. Es un remanente del periodo de crecimiento del embrión, que en condiciones normales, entre la séptima y la décima semana de gestación, involuciona y se atrofia completamente al descender la glándula tiroides.

Cuando este conducto tirogloso persiste y no se cierra, las células indiferenciadas de su tercio medio se diferencian e inician actividad secretora. Esta secreción que se produce puede provocar una inflamación y posterior formación de quistes. Suelen presentarse como masas móviles cerca del hueso hioides, normalmente en la línea media del cuello, a la altura del hueso hioides o por debajo del mismo. Se pueden presentar ligeramente lateralizados, más frecuentemente en el lado izquierdo. Puede haber presentación intralingual, mediastínica o intratiroidea, aunque es muy poco frecuente.

Estos quistes son estructuras quísticas revestidas por un epitelio respiratorio, un epitelio escamoso o una combinación de ambos tejidos. En un alto porcentaje de ellos, en torno a un 70%, se pueden encontrar focos microscópicos de tejido ectópico de la glándula tiroides dentro de la pared del quiste. Son normalmente asintomáticos, móviles y fluctuantes, y ascienden durante la deglución o protusión de la lengua de forma indolora. Se puede presentar como un absceso que drena de forma intermitente. La presentación habitual de los mismos es la de un tumor blando y delimitado, móvil a la deglución y con una secreción mucosa.

La localización más frecuente del quiste del conducto tirogloso es la línea media anterior cervical, si bien es cierto que se han visto casos de presentaciones ligeramente lateralizadas, siendo más frecuentes hacia el lado izquierdo. La mayor parte los encontramos a nivel del hueso hioides o a nivel infrahioideo, aunque se puede ver en ocasiones algún caso por encima del nivel del hioides.

Aunque la localización de los quistes es adyacente a la de la laringe, una presentación de los mismos con extensión intralaríngea es relativamente infrecuente.

En cuanto al tamaño, por lo general los quisten miden entre uno y cuatro centímetros, no habiéndose diagnosticado ningún caso con un tamaño por debajo de un centímetro, y pudiendo llegar a extenderse hasta un total de ocho y diez centímetros. La mayor parte de los quistes del conducto tirogloso son de crecimiento lento, si bien puede verse un aumento de tamaño rápido tras una infección de las vías respiratorias altas. Esto normalmente se atribuye a un aumento de la secreción del epitelio del quiste, que se asocia a su vez con la dificultad del drenaje del mismo debido al edema de la mucosa lingual a través del foramen ciego.

EPIDEMIOLOGIA

Los quistes del conducto tirogloso son la anomalía más frecuente del cuello, representando en torno al 70% del total de las masas cervicales congénitas. Si bien hay autores que los consideran la tumoración más frecuente de la línea cervical media, otros discrepan y los sitúan en un segundo puesto, por detrás de otras patologías como las linfadenopatías inflamatorias o las linfadenopatías de origen neoplásico. En la población general, entre el 60 y el 80% de los casos se han conocido antes de la segunda o tercera décadas.

El quiste tirogloso se considera la segunda causa de masas no congénitas en la población pediátrica por detrás de las adenopatías inflamatorias, siendo entre los niños y adolescentes la malformación cervical más frecuente.

Presenta una incidencia en la población general que alcanza el 7%, con una distribución generalmente equitativa, aunque se ha visto que entre los pacientes pediátricos tiende a predominar la incidencia entre los hombres, mientras que en la población adulta se ha visto mayor presencia entre las mujeres. Se ha visto que, dentro de la población pediátrica, tienen por lo general una mayor incidencia en la primera década de la vida.

Según estudios y datos recogidos, estos quistes están presentes entre un 20% y un 25% a nivel del suprahioideo, entre un 15% y un 20% a nivel del hioides, y entre un 25% y un 65% a nivel del infrahioideo.

CLINICA Y DIAGNOSTICO

Para llevar a cabo el diagnóstico del quiste del conducto tirogloso, en la mayoría de los casos suele ser suficiente con la revisión de la historia clínica y la exploración del paciente. La presentación habitual es la de un tumor blando y delimitado, móvil a la deglución. El profesional sanitario realizará una palpación de la cara anterior del cuello para apreciar el bulto descrito, pidiendo al paciente que trague o que saque la lengua. El conducto tirogloso nace desde la base de la lengua, por lo que se moverá con los movimientos linguales.

Si son pequeños, a menudo no se detectan hasta que se llenan de líquido o de moco, apareciendo entonces un bulto redondeado en la línea media del cuello.

Aunque el diagnóstico clínico es por lo general sencillo, se deberán de llevar a cabo estudios complementarios con el fin de descartar afecciones asociadas y de realizar un diagnóstico diferencial, el cual se deberá realizar con entidades como lipomas, nódulos tiroideos o tiroides aberrante, quistes dermoides, linfangiomas cervicales adenopatías inflamatorias o neoplásicas.

Aunque por norma general los quistes son asintomáticos, salvo en caso de infección, su manifestación puede verse acompañada de signos como eritema, fluctuación o drenaje espontáneo, en casos en los que se ha formado un absceso que posteriormente se ha abierto hasta la piel con salida de contenido purulento. En algunos casos puede aparecer fiebre.

Además de la exploración física, se deben realizar otras pruebas, tanto para diagnosticar el propio quiste como para evaluar la presencia de tejido tiroideo sano. Tradicionalmente las pruebas de elección eran la analítica sanguínea para medición de la función tiroidea y la gammagrafía como prueba de imagen.

Hoy en día, aunque pruebas como la tomografía computerizada o la resonancia magnética pueden servir para evaluar la presencia y extensión de los quistes y la presencia o no de compromiso ganglionar o de estructuras adyacentes, además de identificar, debido al contenido de yodo de los medios de contraste, la presencia o ausencia de la glándula tiroides, se ha demostrado que la prueba de imagen de elección ideal es la ecografía. Es una técnica de fácil acceso, no invasiva y barata, que no requiere de sedación ni de radiación ionizante para el paciente, lo cual es importante ya que la mayor parte de los pacientes son pediátricos.

Por otro lado, la PAAF (punción aspiración con aguja fina) se considera en la actualidad la técnica de elección cuando el objetivo es poder distinguir entre la benignidad y la malignidad del tejido. Se han observado una sensibilidad y un valor predictivo negativo cercanos al 96% con esta prueba diagnóstica. La mayor limitación que se encuentra es a la hora de realizar diagnóstico diferencial de patologías como el carcinoma folicular y el adenoma microfolicular. La realización de la PAAF está recomendada en lesiones de gran tamaño o ante elevada sospecha de proceso neoplásico.

COMPLICACIONES

La complicación más habitual que se da en pacientes con quiste del conducto tirogloso es la infección, secundaria siempre a una infección de las vías respiratorias altas. Esta se puede observar en aproximadamente el 10% de los pacientes con quiste tirogloso, siendo la incidencia más alta entre la población pediátrica que en la población adulta. La infección del quiste puede llevar a la presentación de una fistula postinfecciosa.

A causa de esta alta frecuencia de infección se pueden encontrar infiltrados inflamatorios en el quiste, los cuales aparecen como tejido de granulación o células gigantes. Se pueden ver focos microscópicos de tejido ectópico de la glándula tiroides en torno al 70% de los casos, normalmente dentro de la pared del quiste.

Otra posible complicación del quiste tirogloso es la invasión o extensión intralaríngea del mismo. Esto suele cursar con aparición de disfagia, disfonía y disnea, y supone un compromiso de las vías respiratorias.

Hay que considerar también la posibilidad de que las células del quiste tirogloso acaben malignificando, dando lugar a un tumor. La presencia de una evolución a neoplasia maligna se da en menos del 2% de los casos, y en más del 90% de los casos en los que hay presencia de neoplasia maligna, esta es un carcinoma papilar, seguida por el carcinoma escamocelular con una presentación del 6% de los casos. Su aparición es más común en torno a la cuarta década de vida.

Widstrom describe los criterios que deben cumplirse para catalogar un carcinoma primario de un quiste del conducto tirogloso. Lo primero, el carcinoma debe estar en la pared del quiste; lo segundo, es que debe hacerse el diagnóstico diferencial de una metástasis quística, por la presencia del epitelio de recubrimiento y la presencia de folículos tiroideos normales en el quiste. Tercero y último, la glándula tiroides no debe evidenciar tejido tumoral.

La presentación clínica habitual del cáncer de tiroides asociado a quistes del conducto tirogloso es muy parecida a su contraparte benigna. Se debe sospechar la presencia de carcinoma ante cualquier lesión de consistencia firme, fija, irregular o que esté asociada a una linfadenopatía.

TRATAMIENTO

El único tratamiento efectivo para eliminar el quiste tirogloso es la resección y extirpación quirúrgica, la cual se realiza siempre bajo anestesia general. La intervención quirúrgica que se lleva a cabo es específica para esta patología y se denomina técnica de Sistrunk.

Se indicará la extirpación quirúrgica del quiste tirogloso cuando se produzcan infecciones recurrentes, nunca en caso de infección aguda aislada. En ese caso, el primer paso terapéutico será la administración de antibióticos sistémicos.

En este procedimiento se procede siempre, además de a la extirpación del quiste tirogloso, a la resección del cuerpo del hueso hioides, así como de segmentos de músculos adyacentes en dirección suprahioidea, hasta llegar al foramen caecum en la base de la lengua. Esto se debe a que resulta imposible identificar el trayecto del conducto tirogloso y su relación con el hueso hioides, lo que conlleva un aumento en el riesgo de recidivas. Se ha visto que obviar dicha resección del hioides puede generar una recurrencia de hasta el 10%.

Si durante el diagnóstico o la intervención quirúrgica se visualiza una neoplasia tiroidea o se encuentra una afectación de los ganglios linfáticos cervicales, habrá que considerar la opción de llevar a cabo una tiroidectomía. Si esto ocurriera, posteriormente se debería indicar el uso de terapia hormonal.

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