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El herpes zoster en el anciano

se registran adecuadamente, aunque se conoce que son frecuentes. El medio residencial favorece los brotes por el tipo de pacientes, por el trasiego de éstos (hospitalizaciones) y por el contacto con los trabajadores de atención directa. Se conocen también con el nombre de infecciones relacionadas con los cuidados sanitarios, como una situación intermedia entre el medio comunitario y el hospitalario. No debemos olvidar que la fiebre, el signo cardinal de las infecciones, está ausente o se presenta más tarde en el 20-30% de los casos, lo que retrasa el diagnóstico y aumenta la mortalidad.

Las interacciones medicamentosas son muy frecuentes en los ancianos. Las enfermedades crónicas y la polifarmacia, unidas a cambios en la absorción, distribución, metabolización y eliminación de los medicamentos, hacen que los efectos adversos de los antimicrobianos sean más frecuentes, así como las interacciones medicamentosas.

Los cambios en la piel debidos al envejecimiento, la enfermedad vascular periférica y la diabetes mellitus favorecen las infecciones de piel y tejidos blandos, que pueden complicarse con osteomielitis y artritis séptica. Las infecciones de piel y tejidos blandos son más frecuentes en diabéticos (celulitis, fascitis, pie diabético) y presentan un mayor índice de complicaciones y morbimortalidad.

En el medio residencial distinguimos 3 tipos de patologías infecciosas cutáneas según su etiología: virales, bacterianas y micóticas. También hay que destacar las infecciones producidas por complicación de úlceras diabéticas o vasculares y algunas infestaciones. (1)

En este trabajo nos centraremos en el herpes zoster.

HISTORIA

La descripción del herpes zóster está presente en los textos médicos desde hace mucho tiempo, pero estos relatos históricos no distinguen la formación de ampollas causadas por VZV y las causadas por la viruela, ergotismo y erisipela. No fue hasta finales del siglo XVIII cuando William Heberden estableció una forma de diferenciar entre el herpes zóster y la viruela, y a finales del siglo XIX se distinguió de la erisipela. En 1831, Richard Bright sostuvo la hipótesis de que la enfermedad surgía del ganglio de la raíz dorsal, lo cual fue confirmado en 1861 por Felix von Bärunsprung.

Los primeros indicios de que la varicela y el herpes zóster están causados por el mismo virus se observaron a principios del siglo XX. Algunos médicos comenzaron a informar de que se producían casos de varicela en personas jóvenes que convivían con pacientes afectados de herpes zóster. La idea de una asociación entre las dos enfermedades tomó forma cuando se demostró que la linfa de una persona que sufre de herpes zoster puede inducir a la varicela en jóvenes. Finalmente, la relación se demostró al aislarse el virus en cultivos celulares por el premio Nobel Thomas Huckle Weller, en 1953.

Hasta la década de 1940, la enfermedad era considerada benigna, y las complicaciones graves se creían que eran muy raras. Sin embargo, en 1942, se reconoció que el herpes zóster es más grave en adultos que en niños, y que aumentaba la frecuencia con la edad.

Otros estudios durante la década de 1950 en los individuos inmunodeprimidos mostraron que la enfermedad no era tan benigna como se pensaba, comenzándose a buscar medidas terapéuticas preventivas.

ETIMOLOGÍA

El nombre de la familia Herpesviridae proviene del griego ἕρπης, que significa «reptar». Esto es debido a que provocan una diseminación de lesiones con aspecto reptante. El término «zóster» viene del latín zoster, a su vez derivado del griego ζωστήρ, que viene a decir «cinturón», por la distribución en banda de la erupción que se produce en esta patología. (4)

PRONÓSTICO

El herpes zoster es generalmente un cuadro autolimitado que se resuelve espontáneamente en una o dos semanas. En algunos pacientes puede persistir una neuralgia postherpética de duración variable.

En los pacientes inmunodeprimidos existe riesgo de generalización del virus con afectación de otros órganos y peor pronóstico. De ahí la importancia del diagnóstico y tratamiento precoz en estos pacientes. En lo que respecta a la localización, el herpes ocular presenta un peor pronóstico respecto al resto, por la posibilidad de evolucionar a ceguera.

Es importante comentar que el herpes zoster es una enfermedad contagiosa y durante su duración debe evitarse el contacto con personas que no hayan estado en contacto con el virus previamente, especialmente si son inmunosuprimidos o mujeres embarazadas. (5)

EPIDEMIOLOGÍA

La incidencia del herpes zoster aumenta con la edad. Es más frecuente en pacientes por encima de 50 años y es raro en personas menores de 15 años. Además de ser más frecuente en pacientes ancianos, en éstos el dolor y la erupción del zoster al igual que en pacientes inmunocomprometidos es más severa.

En cuanto al sexo, no existen diferencias en la presentación del herpes zoster. (6)

CLÍNICA

El herpes zoster suele padecerse una única vez, tan sólo en 1 a 5% de los enfermos vuelven a presentarlo otra vez y menos del 1% lo padecen más de dos veces. La recidiva suele afectar al mismo dermatoma.

El dolor en el dermatoma es un síntoma clave de la enfermedad. En la mayoría de los pacientes (> 80%) es el síntoma inicial, precediendo 48-72 horas al exantema. (7)

Fase prodrómica

El herpes zoster suele comenzar con dolor de tipo punzante, parestesias o prurito, que precede normalmente a la aparición de las lesiones. Este dolor se localiza en un dermatoma de forma unilateral y varía desde una mayor sensibilidad al tacto o disestesias, que son más frecuentes en el paciente más joven, hasta dolor intenso mantenido o intermitente, más frecuente en el anciano. Algunos pacientes, alrededor de un 5% (usualmente niños) también pueden presentar febrícula, linfadenopatía, malestar general, fotofobia y cefalea de forma concomitante. Puede no existir ninguno de estos signos y síntomas descritos, siendo la erupción cutánea la primera manifestación.

Fase aguda

Las alteraciones dermatológicas comienzan con una erupción maculopapulosa eritematosa que aparece típicamente entre las 48 y 72 horas posteriores a la aparición del dolor, pero puede aparecer pasada una semana o más tiempo. Las características de la erupción cutánea son que tiene una localización metamérica, unilateral, y cuyas lesiones elementales son eritema, pápulas, vesículas y costras.

Estas lesiones rápidamente evolucionan hacia la formación de vesículas (12-24 horas), luego a pústulas (en 3-4 días) y finalmente a costras (en 7-10 días). El proceso se repite en brotes durante 7 días aproximadamente, explicando la distinta antigüedad de las lesiones de una misma zona y la curación suele ser en 10-15 días.

En los sujetos