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Impacto del estrés crónico en la salud cardiovascular: Mecanismos fisiopatológicos y enfoques terapéuticos

Impacto del estrés crónico en la salud cardiovascular: Mecanismos fisiopatológicos y enfoques terapéuticos

Autora principal: Dr. Deilyn Karina Brenes García

Vol. XX; nº 08; 403

Impact of chronic stress on cardiovascular health: Pathophysiological mechanisms and therapeutic approaches

Fecha de recepción: 1 de abril de 2025
Fecha de aceptación: 22 de abril de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XX. Número 08 Segunda quincena de abril de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 08; 403

 

Autores:

 

Dr. Deilyn Karina Brenes García

Médico general, investigadora Independiente. Alajuela, Costa Rica.

Orcid: 0009-0009-1276-3359

Código Médico 18926

 

Dr. Michelle Chacón Jiménez

Médico general, investigadora Independiente. San José, Costa Rica.

Orcid: 0009-0006-1207-6485

Código Médico 18520

 

Dr. José Manuel Picado Torres

Médico general, investigador Independiente. Guanacaste, Costa Rica.

Orcid: 0009-0008-0242-3820

Código Médico 18517

 

Dr. Joseph Elyakim

Médico general, investigador Independiente. San José, Costa Rica.

Orcid: 0009-0009-0314-8645

Código Médico 19243

 

Los autores de este manuscrito declaran que:

Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.

Palabras clave:Estrés crónico, salud cardiovascular, inflamación, sistema nervioso simpático, cortisol, hipertensión.

 

Key words:Chronic stress, cardiovascular health, inflammation, sympathetic nervous system, cortisol, hypertension.

 

Resumen:

 

El estrés crónico es un factor de riesgo significativo para la salud cardiovascular, ya que desencadena respuestas fisiológicas que pueden contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares. A diferencia del estrés agudo, que es una reacción temporal del organismo para enfrentar desafíos inmediatos, el estrés crónico implica una activación persistente del sistema nervioso y endocrino, lo que puede afectar negativamente la función endotelial, la regulación de la presión arterial y la inflamación sistémica. Factores como el estrés laboral, la falta de apoyo social, la ansiedad y la depresión están estrechamente relacionados con una mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares.

 

Desde un punto de vista fisiopatológico, el estrés crónico altera el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, lo que resulta en una producción excesiva de cortisol. Esta desregulación hormonal favorece la inflamación sistémica y el estrés oxidativo, mecanismos clave en la disfunción vascular y la aterosclerosis. Además, la activación sostenida del sistema nervioso simpático aumenta la presión arterial y la frecuencia cardíaca, lo que contribuye al desarrollo de hipertensión y otros trastornos cardiovasculares.

 

Los estudios clínicos han demostrado que el estrés crónico no solo está asociado con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, sino que también puede agravar la progresión de estas patologías en personas con antecedentes cardíacos. La evidencia epidemiológica indica que la ansiedad y la depresión elevan significativamente el riesgo de eventos cardiovasculares, lo que resalta la importancia de intervenciones terapéuticas integrales.

 

Para mitigar estos efectos, se han desarrollado diversas estrategias terapéuticas, incluyendo la terapia cognitivo-conductual, la meditación, la actividad física y la nutrición antiinflamatoria. Además, enfoques farmacológicos como los betabloqueantes y los antioxidantes han mostrado beneficios en la reducción del impacto del estrés en la función cardiovascular. Sin embargo, se requieren estudios longitudinales para comprender mejor los efectos a largo plazo del estrés crónico y optimizar las intervenciones dirigidas a su manejo y prevención.

 

Abstract:

 

Chronic stress is a significant risk factor for cardiovascular health, as it triggers physiological responses that may contribute to the development of cardiovascular disease. Unlike acute stress, which is a temporary reaction of the organism to face immediate challenges, chronic stress involves persistent activation of the nervous and endocrine system, which can negatively affect endothelial function, blood pressure regulation, and systemic inflammation. Factors such as work stress, lack of social support, anxiety, and depression are closely related to an increased incidence of cardiovascular disease.

 

From a pathophysiological point of view, chronic stress alters the hypothalamus-pituitary-adrenal axis, resulting in excessive cortisol production. This hormonal dysregulation favors systemic inflammation and oxidative stress, key mechanisms in vascular dysfunction and atherosclerosis. In addition, sustained activation of the sympathetic nervous system increases blood pressure and heart rate, contributing to the development of hypertension and other cardiovascular disorders.

 

Clinical studies have shown that chronic stress is not only associated with an increased risk of cardiovascular disease, but may also aggravate the progression of these pathologies in people with a cardiac history. Epidemiological evidence indicates that anxiety and depression significantly elevate the risk of cardiovascular events, highlighting the importance of comprehensive therapeutic interventions.

 

To mitigate these effects, various therapeutic strategies have been developed, including cognitive-behavioral therapy, meditation, physical activity, and anti-inflammatory nutrition. In addition, pharmacological approaches such as beta-blockers and antioxidants have shown benefits in reducing the impact of stress on cardiovascular function. However, longitudinal studies are required to better understand the long-term effects of chronic stress and optimize interventions aimed at its management and prevention.

 

Introducción:

 

El estrés crónico es una condición prolongada de activación del sistema de respuesta al estrés que puede tener consecuencias significativas en la salud cardiovascular. Su persistencia genera una serie de respuestas fisiológicas que afectan directamente la función del sistema vascular, contribuyendo al desarrollo y progresión de diversas enfermedades cardiovasculares. Comprender los mecanismos fisiopatológicos subyacentes y las estrategias terapéuticas que pueden mitigar estos efectos es esencial para la prevención y el tratamiento de estas patologías. En este contexto, es fundamental analizar cómo el estrés crónico influye en los factores de riesgo cardiovascular, la disfunción endotelial y la interrelación entre la salud mental y las enfermedades cardiovasculares (1; 2).

 

El estrés crónico se caracteriza por la exposición continua a factores estresantes, lo que puede generar una carga psicológica significativa que afecta el bienestar general. Se ha identificado una estrecha relación entre el estrés crónico y el desarrollo de trastornos mentales como la depresión y la ansiedad, los cuales han sido reconocidos como factores de riesgo para las enfermedades cardiovasculares (1). Además, este tipo de estrés afecta la función endotelial, un componente clave para la salud vascular. Estudios han demostrado que la exposición prolongada al estrés crónico deteriora la función endotelial vascular, incluso en adultos jóvenes, lo que evidencia el impacto de esta condición en etapas tempranas de la vida (2).

 

Los mecanismos fisiopatológicos a través de los cuales el estrés crónico impacta la salud cardiovascular son diversos y complejos. Uno de los principales efectos es la disfunción microvascular, que no solo compromete la irrigación sanguínea, sino que también se asocia con un comportamiento de tipo depresivo. Esta relación bidireccional sugiere que la disfunción vascular y la depresión pueden reforzarse mutuamente, exacerbando aún más el impacto negativo en la salud cardiovascular (3). Además, el estrés crónico ha demostrado agravar eventos cardiovasculares agudos, como el infarto de miocardio, así como contribuir a déficits cognitivos. Se han observado diferencias en la susceptibilidad al daño miocárdico inducido por el estrés según el sexo, lo que indica la necesidad de una evaluación diferenciada de los riesgos en hombres y mujeres (4). La inflamación sistémica, el aumento del estrés oxidativo y la muerte celular son mecanismos clave en este proceso, evidenciando la importancia de desarrollar intervenciones terapéuticas específicas para contrarrestar estos efectos (5).

 

En cuanto a las estrategias terapéuticas, se han explorado diversas intervenciones psicológicas con el objetivo de reducir el impacto del estrés crónico en la salud cardiovascular. Sin embargo, la eficacia de estos enfoques aún es incierta, aunque nuevas investigaciones que integran el estrés psicológico con avances en neurociencia muestran resultados prometedores (1). Por otro lado, el desarrollo de terapias dirigidas a contrarrestar los efectos fisiológicos del estrés crónico, como los tratamientos antiinflamatorios y las estrategias contra el estrés oxidativo y la muerte celular, representan opciones terapéuticas emergentes que podrían mitigar los efectos adversos en la función cardiovascular (5).

 

El objetivo de esta revisión es evaluar la evidencia científica sobre el impacto del estrés crónico en la salud cardiovascular, analizando sus mecanismos fisiopatológicos y las estrategias terapéuticas disponibles. Se busca examinar su influencia en la disfunción endotelial, la inflamación sistémica y el estrés oxidativo, así como la interacción con factores psicológicos. Además, se pretende identificar intervenciones eficaces y proponer líneas de investigación para optimizar la prevención y el tratamiento de sus efectos cardiovasculares.

 

Metodología:

 

Para el desarrollo de esta investigación sobre el impacto del estrés crónico en la salud cardiovascular, se llevó a cabo una revisión bibliográfica exhaustiva con el objetivo de analizar los mecanismos fisiopatológicos implicados y las estrategias terapéuticas disponibles. Esta revisión abordó aspectos clave como la activación del sistema nervioso autónomo y el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, la disfunción endotelial, la inflamación sistémica, el estrés oxidativo y su contribución a enfermedades cardiovasculares como la hipertensión, la aterosclerosis y la insuficiencia cardíaca. Asimismo, se evaluaron las intervenciones terapéuticas, incluyendo enfoques psicológicos, farmacológicos y cambios en el estilo de vida.

 

Para garantizar la calidad y relevancia de la información seleccionada, se consultaron bases de datos científicas reconocidas, como PubMed, Scopus y Web of Science, debido a su prestigio y amplia cobertura en temas de cardiología, neurociencia y psicología. Se establecieron rigurosos criterios de inclusión y exclusión. Se incluyeron estudios publicados entre 2020 y 2025, en inglés o español, que analizaran la relación entre el estrés crónico y la salud cardiovascular, los mecanismos biológicos involucrados y la efectividad de diferentes estrategias terapéuticas. Se excluyeron investigaciones con datos incompletos, publicaciones duplicadas o aquellas sin revisión por pares.

 

La búsqueda inicial identificó 23 fuentes relevantes, incluyendo artículos originales, revisiones sistemáticas, estudios clínicos y documentos de organismos especializados en cardiología y salud mental. A partir de estas fuentes, se realizó un análisis detallado para extraer información sobre los efectos del estrés crónico en la función cardiovascular, las alteraciones fisiológicas subyacentes y las intervenciones más prometedoras para mitigar su impacto.

 

El análisis se llevó a cabo utilizando enfoques cualitativos y comparativos. Los hallazgos se organizaron en categorías temáticas, lo que permitió identificar patrones en la relación entre el estrés crónico y las enfermedades cardiovasculares, las interacciones entre el sistema nervioso y el sistema cardiovascular, y el impacto de diversas estrategias terapéuticas. Este enfoque integral ofrece una visión estructurada del estado actual del conocimiento sobre el estrés crónico y su repercusión en la salud cardiovascular, destacando oportunidades para futuras investigaciones y el desarrollo de estrategias de intervención más eficaces.

 

Estrés crónico y su relación con la salud cardiovascular:

 

El estrés es una respuesta natural del organismo ante situaciones percibidas como desafiantes o amenazantes. Dependiendo de su duración y frecuencia, puede clasificarse en estrés agudo y estrés crónico, cada uno con efectos distintos sobre la salud. El estrés agudo es una reacción de corta duración que prepara al cuerpo para afrontar desafíos inmediatos. Esta respuesta es beneficiosa en pequeñas dosis, ya que activa mecanismos de adaptación que pueden mejorar el rendimiento y la toma de decisiones. Sin embargo, cuando el estrés se prolonga en el tiempo, se convierte en estrés crónico, lo que conlleva una activación continua del sistema de respuesta al estrés. Esta hiperactivación persistente ha sido vinculada a diversos problemas de salud, entre ellos, un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares (6).

 

El estrés crónico puede ser desencadenado por diversos factores que afectan la vida cotidiana y el bienestar de los individuos. A nivel social, los conflictos interpersonales, la falta de apoyo familiar o la ausencia de redes de apoyo emocional pueden contribuir significativamente a su desarrollo (7). En el ámbito ocupacional, el estrés relacionado con el trabajo es una de las principales fuentes de malestar crónico. La carga laboral excesiva, la inseguridad en el empleo y las condiciones adversas han sido asociadas con resultados negativos en la salud cardiovascular (8). Desde una perspectiva psicológica, la presencia de trastornos como la ansiedad y la depresión se ha relacionado estrechamente con el estrés crónico, aumentando la vulnerabilidad a enfermedades cardiovasculares. Además, factores ambientales como la exposición a contaminación, ruido y condiciones de vida adversas pueden agravar aún más los efectos del estrés crónico sobre la salud (9).

 

La prevalencia del estrés crónico ha ido en aumento en la sociedad moderna, afectando tanto a nivel individual como colectivo. Su impacto en la salud pública es significativo, ya que contribuye a la creciente incidencia de enfermedades cardiovasculares, que siguen siendo una de las principales causas de morbilidad y mortalidad a nivel mundial (7). El aumento de la carga de enfermedades cardiovasculares debido al estrés crónico resalta la necesidad de estrategias de intervención que aborden sus efectos desde un enfoque preventivo y terapéutico. En este sentido, las intervenciones diseñadas para reducir el estrés han mostrado resultados prometedores en la mejora de la salud cardiovascular, subrayando la importancia de un enfoque integral en la atención médica. La implementación de estrategias de manejo del estrés podría ayudar a disminuir su impacto en la salud pública, reduciendo la incidencia de enfermedades cardiovasculares y mejorando la calidad de vida de las personas afectadas (10).

 

Mecanismos fisiopatológicos del estrés crónico en el sistema cardiovascular:

El estrés crónico desencadena una serie de respuestas fisiológicas que impactan negativamente la salud cardiovascular a través de múltiples mecanismos interconectados. Uno de los principales sistemas afectados es el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, cuya activación prolongada genera una producción excesiva de cortisol. Esta desregulación está vinculada con el desarrollo de diversos trastornos metabólicos y cardiovasculares (11; 12). El cortisol desempeña un papel crucial en la inflamación cardiovascular al inducir la liberación de citocinas proinflamatorias, como la interleucina-6 (IL-6) y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), que promueven la inflamación sistémica y el daño endotelial (12; 13). Además, los niveles desregulados de cortisol afectan el metabolismo de la glucosa, favoreciendo la gluconeogénesis y la resistencia a la insulina, condiciones que incrementan el riesgo de enfermedades cardiovasculares (14).

 

Otro mecanismo clave en la relación entre el estrés crónico y la salud cardiovascular es la hiperactividad del sistema nervioso simpático. La exposición continua al estrés aumenta la liberación de catecolaminas, lo que provoca vasoconstricción, elevación de la presión arterial y aumento de la frecuencia cardíaca (15). Estos cambios fisiológicos contribuyen al desarrollo de hipertensión, un factor de riesgo fundamental para las enfermedades cardiovasculares (16).

 

La inflamación sistémica y el estrés oxidativo son procesos que agravan aún más los efectos del estrés crónico en el sistema cardiovascular. La inflamación prolongada se caracteriza por niveles elevados de citocinas proinflamatorias, que favorecen el estrés oxidativo y la disfunción endotelial (13). La producción excesiva de especies reactivas de oxígeno no solo daña el endotelio, sino que también contribuye a la progresión de la aterosclerosis mediante la formación y acumulación de placas ateroscleróticas en las arterias (17).

 

La disfunción endotelial inducida por el estrés afecta la producción de óxido nítrico, un regulador clave de la vasodilatación. Su alteración provoca una disminución de la elasticidad vascular y un incremento en la rigidez arterial, lo que facilita el desarrollo de aterosclerosis. Además, el estado inflamatorio crónico y el aumento del estrés oxidativo favorecen la inestabilidad de las placas ateroscleróticas, lo que incrementa el riesgo de eventos cardiovasculares como infarto de miocardio y accidente cerebrovascular (17).

 

Otro marcador importante del impacto del estrés crónico en la salud cardiovascular es la variabilidad de la frecuencia cardíaca, la cual refleja la capacidad del sistema nervioso autónomo para regular la actividad del corazón. Se ha observado que el estrés crónico se asocia con una disminución de esta variabilidad, lo que aumenta el riesgo de arritmias y eventos cardiovasculares graves (16). La activación persistente de las vías del estrés agrava estos riesgos, subrayando la importancia de estrategias eficaces para el manejo del estrés en la prevención de enfermedades cardiovasculares (17).

 

Evidencia clínica y estudios epidemiológicos:

 

La evidencia clínica sugiere que el estrés crónico desencadena una serie de cambios fisiológicos que aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Entre estos efectos se incluyen un incremento sostenido de la frecuencia cardíaca, un aumento de la presión arterial y una mayor respuesta inflamatoria, factores que, en conjunto, contribuyen significativamente a la disfunción cardiovascular (9). Además, la reactividad hemodinámica inducida por el estrés mental se asocia con alteraciones en la función endotelial y un aumento en la vasoconstricción, lo que puede agravar las condiciones de los pacientes con enfermedad arterial coronaria y favorecer la progresión de la patología (18).

 

Otro mecanismo clave en la relación entre el estrés crónico y la salud cardiovascular es la desregulación del sistema nervioso autónomo. La activación persistente del sistema nervioso simpático y la reducción de la variabilidad de la frecuencia cardíaca han sido identificadas como condiciones perjudiciales para la función cardiovascular, ya que promueven un estado de hiperactividad fisiológica que incrementa la carga sobre el sistema circulatorio y favorece la aparición de arritmias y otros eventos cardiovasculares (9).

 

Los estudios epidemiológicos respaldan esta relación, demostrando que los trastornos de salud mental están estrechamente vinculados con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Los metanálisis han evidenciado que las personas con depresión presentan un riesgo un 46% mayor de desarrollar enfermedades cardiovasculares en comparación con la población general. Asimismo, los trastornos de ansiedad contribuyen significativamente a la morbilidad cardiovascular, sugiriendo que el impacto del estrés crónico y la alteración del estado psicológico no solo afectan el bienestar emocional, sino que también tienen consecuencias directas en la salud del sistema cardiovascular (9).

 

Uno de los factores más prevalentes en la generación de estrés crónico es el entorno laboral. El estrés relacionado con el trabajo se ha convertido en una de las principales preocupaciones en salud pública, ya que las exigencias laborales elevadas y la falta de control sobre las condiciones de trabajo han sido asociadas con un mayor riesgo de hipertensión, obesidad y diabetes. Estudios recientes han revelado que aproximadamente el 30% de los trabajadores presentan factores de riesgo cardiovascular significativos, lo que sugiere que el estrés ocupacional es un determinante importante en la incidencia de enfermedades cardiovasculares (19).

 

Además del impacto fisiológico, el estrés crónico influye en la adopción de hábitos de vida poco saludables que agravan aún más el riesgo cardiovascular. Los trastornos de salud mental, en particular la ansiedad y la depresión, han sido identificados como factores de riesgo relevantes, ya que pueden llevar a la adopción de comportamientos perjudiciales como una alimentación poco saludable, la inactividad física y el consumo excesivo de alcohol o tabaco, aumentando así la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares (9).

 

Por otra parte, el estrés emocional es común en pacientes con enfermedades crónicas, incluyendo aquellas de origen cardiovascular. Se ha observado que la presencia de estrés prolongado puede intensificar los síntomas y afectar negativamente los resultados clínicos en estos pacientes, lo que resalta la necesidad de abordar la gestión del estrés como parte integral del tratamiento de las enfermedades cardiovasculares (20).

 

Enfoques terapéuticos para mitigar el impacto del estrés crónico en la salud cardiovascular:

 

El estrés crónico tiene un impacto significativo en la salud cardiovascular, lo que ha llevado al desarrollo de diversas estrategias terapéuticas enfocadas en mitigar sus efectos. Las intervenciones psicológicas y conductuales han demostrado ser eficaces para reducir el estrés y sus repercusiones fisiológicas. Entre ellas, la terapia cognitivo-conductual ha sido ampliamente utilizada para tratar la ansiedad y la depresión, ambos considerados factores de riesgo importantes para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares. A través de la reestructuración cognitiva y el entrenamiento en habilidades de afrontamiento, esta terapia permite mejorar la regulación emocional y disminuir la carga fisiológica que el estrés impone sobre el organismo (9).

 

Además, técnicas de manejo del estrés, como el entrenamiento en relajación y la biorretroalimentación, han mostrado beneficios en la reducción de la actividad del sistema nervioso simpático, contribuyendo a la regulación de la presión arterial y la frecuencia cardíaca, lo que resulta en una mejor salud cardiovascular. De manera similar, la meditación y la atención plena han ganado popularidad como herramientas efectivas para reducir la respuesta fisiológica al estrés. Estas prácticas se han asociado con un aumento en el tono vagal y una reducción de la inflamación inducida por el estrés, lo que se traduce en una menor carga sobre el sistema cardiovascular (7).

 

El ejercicio físico también desempeña un papel crucial en la mitigación de los efectos del estrés crónico sobre la salud cardiovascular. Tanto el ejercicio aeróbico como el anaeróbico han demostrado ser efectivos para reducir la actividad del sistema nervioso simpático y mejorar el tono vagal, lo que contribuye a una regulación más eficiente del sistema cardiovascular (21). Además, el ejercicio es una intervención no farmacológica altamente efectiva para reducir el estrés psicológico y sus impactos fisiológicos, ya que promueve la liberación de endorfinas y disminuye la producción de hormonas relacionadas con el estrés, como el cortisol (7).

 

La nutrición también juega un papel fundamental en la modulación de la inflamación y el estrés oxidativo inducidos por el estrés crónico. Se ha demostrado que los ácidos grasos omega-3 y los polifenoles poseen propiedades antiinflamatorias que mejoran la función endotelial y reducen el riesgo de enfermedades cardiovasculares (6). Asimismo, las dietas antiinflamatorias, ricas en antioxidantes, han sido propuestas como una estrategia para mitigar los efectos negativos del estrés sobre el sistema cardiovascular, al reducir la inflamación y mejorar la función vascular (21).

 

En cuanto a las terapias farmacológicas y experimentales, el uso de betabloqueantes y moduladores del sistema nervioso autónomo ha sido una opción terapéutica efectiva para controlar los síntomas cardiovasculares asociados al estrés. Estos fármacos ayudan a disminuir la activación simpática excesiva, estabilizando la presión arterial y reduciendo la frecuencia cardíaca, lo que puede prevenir complicaciones cardiovasculares. Por otro lado, los antiinflamatorios y antioxidantes han emergido como estrategias prometedoras para prevenir el daño vascular inducido por el estrés crónico, ya que reducen la inflamación y el estrés oxidativo, dos mecanismos clave en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares (6).

 

Discusión:

 

Las implicaciones del estrés crónico en la salud cardiovascular han impulsado la necesidad de desarrollar estrategias preventivas y terapéuticas que minimicen sus efectos adversos. Una de las principales estrategias para la prevención es la gestión eficaz del estrés, ya que las intervenciones enfocadas en la reducción del estrés, como la terapia cognitivo-conductual, la atención plena y las técnicas de relajación, han demostrado su potencial para mitigar los impactos fisiológicos del estrés en el sistema cardiovascular. Estas técnicas ayudan a reducir la activación del sistema nervioso simpático y a mejorar la regulación emocional, disminuyendo así la carga fisiológica asociada con el estrés crónico (6).

 

Junto con las estrategias psicológicas, las modificaciones del estilo de vida juegan un papel fundamental en la reducción del riesgo cardiovascular asociado con el estrés crónico. La promoción de la actividad física regular y la adopción de hábitos alimenticios saludables han mostrado efectos positivos en la reducción de factores de riesgo como la obesidad y los niveles elevados de colesterol LDL, ambos estrechamente vinculados con el estrés y las enfermedades cardiovasculares (6; 22). Además, el fortalecimiento del apoyo social podría contribuir a una mejor gestión del estrés, aunque algunos estudios sugieren que su impacto en la reducción del riesgo cardiovascular aún no es completamente significativo. Sin embargo, fomentar redes de apoyo social sigue siendo un componente valioso dentro de las estrategias de salud holísticas (22).

 

A pesar de los avances en la comprensión de la relación entre el estrés crónico y la salud cardiovascular, existen limitaciones en la investigación que dificultan la generalización de los hallazgos y la implementación de estrategias eficaces. Uno de los principales desafíos es el diseño de los estudios, ya que la mayoría de las investigaciones sobre este tema son transversales, lo que impide establecer una relación causal clara entre el estrés crónico y el desarrollo de enfermedades cardiovasculares (22; 23). Además, el tamaño y la diversidad de las muestras en estos estudios pueden ser insuficientes para generalizar los resultados a poblaciones más amplias, lo que resalta la necesidad de incluir muestras más representativas en futuras investigaciones (2).

 

Para comprender mejor los efectos a largo plazo del estrés crónico en la salud cardiovascular y evaluar la eficacia de las intervenciones, es fundamental realizar estudios longitudinales que permitan analizar el desarrollo de estas condiciones en el tiempo. Este enfoque facilitaría la identificación de los mecanismos específicos mediante los cuales el estrés contribuye al deterioro de la salud cardiovascular y proporcionaría información clave para diseñar intervenciones más efectivas (23).

 

Además de las limitaciones metodológicas, la implementación de estrategias de prevención y tratamiento enfrenta diversos desafíos. Uno de los principales retos es fomentar cambios sostenidos en el estilo de vida, ya que muchas personas encuentran difícil mantener hábitos saludables en contextos de alto estrés (6). En el ámbito laboral, el estrés ocupacional sigue siendo una de las principales fuentes de estrés crónico, y abordar este problema requiere cambios estructurales dentro de las organizaciones, lo que representa un desafío significativo en múltiples sectores (23).

 

Otro factor a considerar es la variabilidad individual en la percepción del estrés y en los mecanismos de afrontamiento. No todas las personas responden de la misma manera a las intervenciones diseñadas para reducir el estrés, por lo que se requieren enfoques personalizados que se adapten a las diferencias individuales en la forma en que cada persona experimenta y maneja el estrés (2).

 

Conclusiones:

 

El estrés crónico es un factor de riesgo significativo para la salud cardiovascular, ya que su activación persistente del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal y del sistema nervioso simpático favorece la inflamación, el estrés oxidativo y la disfunción endotelial. Estos mecanismos contribuyen al desarrollo de hipertensión, aterosclerosis y eventos cardiovasculares como infarto de miocardio y accidente cerebrovascular.

 

Las estrategias de manejo del estrés pueden mitigar su impacto en la salud cardiovascular, incluyendo intervenciones psicológicas como la terapia cognitivo-conductual, la meditación y la atención plena, así como modificaciones en el estilo de vida, como el ejercicio regular y una alimentación antiinflamatoria. También, los tratamientos farmacológicos como los betabloqueantes y antioxidantes pueden complementar estos enfoques para mejorar la salud cardiovascular en personas con alto nivel de estrés.

 

Se requieren más estudios longitudinales y enfoques personalizados para optimizar las estrategias de prevención y tratamiento del estrés crónico, ya que la variabilidad individual en la percepción y respuesta al estrés influye en la eficacia de las intervenciones. Además, es fundamental abordar el estrés laboral y otros factores ambientales como parte de una estrategia integral de salud pública para reducir la carga de enfermedades cardiovasculares asociadas al estrés.

 

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