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Impacto del estrés y factores psicosociales en las enfermedades dermatológicas: Mecanismos y abordaje integral

Impacto del estrés y factores psicosociales en las enfermedades dermatológicas: Mecanismos y abordaje integral

Autora principal: Dra. Karla Agüero Jiménez

Vol. XX; nº 08; 375

Impact of stress and psychosocial factors on dermatological diseases: Mechanisms and comprehensive approach

Fecha de recepción: 16 de marzo de 2025
Fecha de aceptación: 9 de abril de 2025

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XX. Número 08 Segunda quincena de abril de 2025 – Página inicial: Vol. XX; nº 08; 375

 

Autores:

 

Dra. Karla Agüero Jiménez

Médico general, en Hospital Nacional de Niños. San José, Costa Rica.

Orcid: https://orcid.org/0009-0001-2962-1455

Código Medico 14704

 

Dra. Amanda Álvarez Soto

Médico general, en Hospital San Francisco de Asís. Alajuela, Costa Rica.

Orcid: https://orcid.org/0000-0001-5734-1701

Código Medico 18901

 

Dra. Aida Bibiana Hoyos Ospina

Médico general, en Clínica Skin and Beauty. San José, Costa Rica.

Orcid: https://orcid.org/0009-0002-9842-1120

Código Medico 17735

 

Dra. Marcela Rodríguez Morales

Médico general, en Hospital San Rafael. San José, Costa Rica.

Orcid: https://orcid.org/0000-0003-0148-3799?lang=en

Código Medico 15454

 

Dra. Karen Yohana Ramos Juárez

Médico general, en Hospital La Anexión. Guanacaste, Costa Rica.

Orcid: https://orcid.org/0009-0001-6257-4654

Código Medico 18485

 

Dra. Daniela Consumi Cordero

Médico general, Investigadora Independiente. Alajuela, Costa Rica.

Orcid: https://orcid.org/ 0000-0003-3655-9343

 

Los autores de este manuscrito declaran que:

Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El manuscrito es original y no contiene plagio.
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.

Palabras clave: Estrés, enfermedades dermatológicas, inflamación, sistema inmunológico, barrera cutánea, psicodermatología.

 

Key words: Stress, dermatological diseases, inflammation, immune system, skin barrier, psychodermatology.

 

Resumen:

 

El estrés juega un papel crucial en la fisiopatología de diversas enfermedades dermatológicas, afectando la función inmunológica y la homeostasis de la piel. La activación del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal en respuesta al estrés provoca la liberación de cortisol, cuya exposición prolongada puede alterar la barrera cutánea, aumentar la inflamación y acelerar el envejecimiento de la piel. Asimismo, la activación del sistema nervioso simpático y la liberación de catecolaminas pueden agravar la inflamación y desregular la respuesta inmunitaria, contribuyendo a la exacerbación de enfermedades como la psoriasis y la dermatitis atópica. Además, la alteración de neurotransmisores y neuromediadores desempeña un papel clave en la integridad de la piel, afectando la regulación de la inflamación y la reparación cutánea.

 

El impacto del estrés y los factores psicosociales en la salud dermatológica es evidente en enfermedades como la psoriasis, la dermatitis atópica, la urticaria crónica, el acné, la rosácea, el vitíligo y la alopecia areata. Estas afecciones suelen estar asociadas con ansiedad, depresión y una disminución de la calidad de vida. El estigma social y la afectación de la imagen corporal contribuyen al estrés emocional, lo que agrava la sintomatología y dificulta la adherencia al tratamiento.

 

Las estrategias terapéuticas para mitigar estos efectos incluyen terapias psicológicas, como la terapia cognitivo-conductual y la reducción del estrés basada en la atención plena, junto con cambios en el estilo de vida, como el ejercicio, la dieta antiinflamatoria y la higiene del sueño. Un enfoque interdisciplinario e integral puede optimizar el tratamiento de las enfermedades dermatológicas asociadas al estrés.

 

Abstract:

 

Stress plays a crucial role in the pathophysiology of various dermatological diseases, affecting immune function and skin homeostasis. Activation of the hypothalamic-pituitary-adrenal axis in response to stress triggers the release of cortisol, whose prolonged exposure can disrupt the skin barrier, increase inflammation, and accelerate skin aging. Likewise, activation of the sympathetic nervous system and the release of catecholamines can aggravate inflammation and dysregulate the immune response, contributing to the exacerbation of diseases such as psoriasis and atopic dermatitis. Furthermore, altered neurotransmitters and neurotransmitters play a key role in skin integrity, affecting inflammation regulation and skin repair.

 

The impact of stress and psychosocial factors on dermatological health is evident in diseases such as psoriasis, atopic dermatitis, chronic urticaria, acne, rosacea, vitiligo, and alopecia areata. These conditions are often associated with anxiety, depression, and a decreased quality of life. Social stigma and compromised body image contribute to emotional stress, which worsens symptoms and hinders treatment adherence.

 

Therapeutic strategies to mitigate these effects include psychological therapies, such as cognitive-behavioral therapy and mindfulness-based stress reduction, along with lifestyle changes such as exercise, an anti-inflammatory diet, and sleep hygiene. An interdisciplinary and comprehensive approach can optimize the treatment of stress-related dermatological conditions.

 

Introducción:

 

El estrés y los factores psicosociales influyen significativamente en las enfermedades dermatológicas, exacerbando afecciones como las alergias y la psoriasis. La psicodermatología, una disciplina emergente, estudia la interacción entre la piel y el sistema nervioso, destacando cómo el estrés psicológico afecta la salud cutánea. Este enfoque enfatiza la comunicación bidireccional entre el cerebro y la piel, lo que permite comprender mejor la manifestación de diversas afecciones dermatológicas y su relación con factores emocionales (1; 2).

 

El estrés psicológico tiene un impacto directo en la respuesta inmune, lo que afecta la salud de la piel. Se ha demostrado que el estrés induce cambios en la distribución de las células inmunitarias, aumentando los niveles de leucocitos, monocitos y linfocitos a través de respuestas endocrinas mediadas por la epinefrina (1). Asimismo, los monocitos y macrófagos expuestos al estrés pierden su función antiinflamatoria, lo que contribuye a la exacerbación de la inflamación cutánea alérgica mediante la activación del receptor adrenérgico β2. Estos efectos pueden agravar enfermedades inflamatorias de la piel, subrayando la relevancia del manejo del estrés en la dermatología clínica (2).

 

Además de los efectos biológicos, los factores psicosociales desempeñan un papel determinante en la evolución de las enfermedades dermatológicas. Se ha identificado que los eventos traumáticos y los síntomas de estrés postraumático están asociados con una peor calidad de vida relacionada con la piel, afectando la percepción y el bienestar de los pacientes. Las personas con niveles elevados de síntomas de estrés postraumático presentan una mayor carga de síntomas dermatológicos, lo que sugiere una relación estrecha entre la salud mental y la dermatología (3).

 

Dentro de las estrategias terapéuticas que abordan esta conexión, la climatoterapia ha demostrado beneficios tanto a nivel psicológico como dermatológico. Esta intervención, que consiste en trasladar a los pacientes a regiones con mayor exposición a los rayos ultravioleta, ha mostrado mejoras significativas en pacientes con psoriasis, reduciendo los síntomas físicos y el impacto emocional de la enfermedad. Esto destaca el papel de las intervenciones ambientales y psicosociales en el tratamiento de afecciones cutáneas crónicas, evidenciando la importancia de un enfoque integral que considere tanto los factores biológicos como los emocionales (4).

 

La psicodermatología se presenta como una disciplina clave para comprender la interrelación entre la piel y la salud mental. A través del estudio de los efectos del estrés en la piel y del desarrollo de estrategias para su manejo, esta disciplina propone intervenciones que no solo abordan la sintomatología dermatológica, sino que también mejoran el bienestar psicológico del paciente. Se ha demostrado que las intervenciones orientadas a la reducción del estrés y al fortalecimiento del bienestar psicosocial pueden contribuir significativamente a mejorar los síntomas dermatológicos y la calidad de vida de los pacientes (4; 5).

 

El objetivo de esta revisión es analizar la influencia del estrés y los factores psicosociales en las enfermedades dermatológicas, destacando los mecanismos fisiopatológicos subyacentes y su impacto en la evolución de estas afecciones. Además, se busca examinar el papel de la psicodermatología como un enfoque integral que conecta la salud mental con la salud cutánea, explorando estrategias terapéuticas que aborden tanto los desencadenantes emocionales como las manifestaciones dermatológicas. A partir de la evidencia disponible, se pretende resaltar la importancia de incorporar intervenciones psicosociales en el manejo clínico de las enfermedades de la piel para mejorar el bienestar y la calidad de vida de los pacientes.

 

Metodología:

 

Para el desarrollo de esta investigación sobre el impacto del estrés y los factores psicosociales en las enfermedades dermatológicas, se llevó a cabo una revisión bibliográfica exhaustiva con el objetivo de analizar los mecanismos fisiopatológicos que vinculan el estrés con la salud cutánea y evaluar el papel de la psicodermatología como enfoque terapéutico. Esta revisión abarcó aspectos clave como la relación entre el estrés psicológico y la respuesta inmune cutánea, el impacto de los factores psicosociales en la progresión de enfermedades dermatológicas y las estrategias de manejo integrales que incluyen intervenciones psicológicas y ambientales.

 

Para garantizar la calidad y relevancia de la información seleccionada, se consultaron bases de datos científicas reconocidas, como PubMed, Scopus y Web of Science, debido a su prestigio y amplia cobertura en temas de dermatología, inmunología y salud mental. Se establecieron criterios rigurosos de inclusión y exclusión. Se incluyeron estudios publicados entre 2020 y 2025, en inglés o español, que abordaran la relación entre el estrés y las enfermedades dermatológicas, los mecanismos fisiológicos subyacentes y las intervenciones psicosociales utilizadas en su tratamiento. Se excluyeron investigaciones con datos incompletos, publicaciones duplicadas o aquellas sin revisión por pares. Para la búsqueda, se utilizaron palabras clave relacionadas con el estrés, factores psicosociales, psicodermatología y enfermedades cutáneas.

 

La búsqueda inicial identificó 22 fuentes relevantes, entre las cuales se incluyeron artículos originales, revisiones sistemáticas, estudios clínicos y documentos de organismos especializados en dermatología y salud mental. A partir de estas fuentes, se realizó un análisis detallado para extraer información sobre la influencia del estrés en la inflamación cutánea, el impacto de eventos psicosociales en la calidad de vida de los pacientes y la eficacia de intervenciones como la climatoterapia y las terapias psicológicas en el tratamiento de enfermedades dermatológicas.

 

El análisis se llevó a cabo utilizando enfoques cualitativos y comparativos. Se sintetizaron los hallazgos y se organizaron en categorías temáticas, lo que permitió identificar patrones de alteraciones inmunológicas en la piel inducidas por el estrés, correlaciones con enfermedades como la psoriasis y el eczema, y el papel de enfoques terapéuticos innovadores. Este enfoque integral ofrece una visión estructurada del estado actual del conocimiento sobre la relación entre el estrés y la salud cutánea, destacando oportunidades para futuras investigaciones y el desarrollo de estrategias terapéuticas más eficaces en dermatología.

 

Conexión entre el sistema nervioso, el sistema inmunológico y la piel:

 

El estrés desempeña un papel fundamental en la fisiopatología de diversas enfermedades dermatológicas a través de la activación del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal y la liberación de cortisol. La activación del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal en respuesta al estrés induce la producción de cortisol, una hormona clave en la regulación de la respuesta inmunitaria. Sin embargo, la exposición prolongada al cortisol puede alterar la función de la barrera cutánea, aumentando la inflamación y la susceptibilidad a diversas enfermedades dermatológicas (6; 7). Además, la activación crónica de este eje puede contribuir al envejecimiento prematuro de la piel, lo que se traduce en una disminución de la capacidad regenerativa de la piel y un deterioro de su homeostasis estructural y funcional (8).

 

Otro mecanismo relevante en la relación entre el estrés y las enfermedades dermatológicas es la activación del sistema nervioso simpático y la liberación de catecolaminas, como la epinefrina y la norepinefrina. Estas moléculas desempeñan un papel clave en la respuesta al estrés, pero también pueden agravar la inflamación cutánea y alterar la regulación inmunitaria de la piel (9). Se ha evidenciado que estos mediadores del estrés pueden afectar la homeostasis cutánea, lo que contribuye a la exacerbación de enfermedades como la psoriasis, en las que la inflamación juega un papel central (9).

 

Además de los efectos mediados por el sistema nervioso simpático, los neurotransmisores y neuromediadores desempeñan un papel esencial en el mantenimiento de la barrera cutánea. El equilibrio de estos compuestos es crucial para preservar la integridad estructural de la piel y su función inmunitaria. Cuando este equilibrio se altera debido al estrés, pueden desarrollarse o agravarse diversas enfermedades dermatológicas. La interacción entre las neuronas cutáneas y las células inmunitarias es un factor determinante en la regulación de la inflamación y la reparación de la piel, lo que subraya la relevancia del sistema nervioso en la homeostasis cutánea (9).

 

El estrés crónico también influye en la disfunción inmunológica al alterar la producción de citocinas y favorecer un estado proinflamatorio persistente. Esta alteración en la respuesta inmunitaria puede contribuir al desarrollo y progresión de enfermedades cutáneas inflamatorias, lo que refuerza la idea de que el estrés no solo actúa como un desencadenante, sino también como un factor modulador de estas patologías (6; 7). En este sentido, se ha identificado que las citocinas proinflamatorias desempeñan un papel crucial en la patogénesis de diversas enfermedades dermatológicas, lo que pone de manifiesto el impacto del estrés en la regulación del sistema inmunológico de la piel (10).

 

Enfermedades dermatológicas relacionadas con el estrés y los factores psicosociales:

 

La psoriasis es una enfermedad autoinmune crónica caracterizada por inflamación cutánea, cuyos síntomas pueden agravarse debido al impacto del estrés. Se ha demostrado que el estrés emocional incrementa la producción de citocinas proinflamatorias, lo que intensifica la inflamación y contribuye a la exacerbación de los brotes psoriásicos (11). Además, la respuesta al estrés implica un aumento en la liberación de cortisol, una hormona que, cuando se encuentra elevada de manera prolongada, puede afectar el sistema inmunológico y agravar la sintomatología de la psoriasis (12). Esta interacción entre estrés y enfermedad no solo influye en la fisiopatología de la psoriasis, sino que también repercute en la salud mental de los pacientes. Muchos individuos que padecen psoriasis experimentan ansiedad y depresión, lo que a su vez puede dificultar la adherencia al tratamiento y reducir la calidad de vida (13).

 

En la dermatitis atópica, el estrés también desempeña un papel crucial al afectar la función de la barrera cutánea y agravar la inflamación. Se ha observado que el estrés emocional puede aumentar la severidad de los síntomas de esta enfermedad, contribuyendo a una mayor disfunción de la barrera epidérmica y a un incremento en la respuesta inflamatoria. Ante esta situación, diversas intervenciones psicológicas enfocadas en la gestión del estrés han mostrado beneficios en la reducción de los síntomas y en la mejora de la función de la barrera cutánea, lo que sugiere que estrategias psicológicas pueden complementar los tratamientos dermatológicos convencionales (14).

 

La urticaria crónica es otra afección dermatológica en la que el estrés desempeña un papel importante, debido a su influencia en la respuesta neuroinmunológica. La exposición a factores estresantes puede desencadenar la liberación de histamina, lo que provoca la exacerbación de los síntomas característicos de la urticaria, como el prurito y la aparición de ronchas. En este contexto, el apoyo psicológico y el manejo del estrés han sido identificados como herramientas clave para mejorar la evolución de la enfermedad y reducir la recurrencia de los episodios sintomáticos (14).

 

El acné y la rosácea también pueden verse significativamente afectados por la ansiedad y el estrés, ya que estos factores están asociados con un aumento en la producción de sebo y con una mayor activación de procesos inflamatorios en la piel. Como resultado, los pacientes pueden experimentar un empeoramiento de los brotes y una intensificación de los síntomas inflamatorios. Integrar la atención psicológica en el tratamiento dermatológico de estos trastornos puede ser beneficioso para reducir la influencia del estrés en la piel y mejorar la respuesta terapéutica (14).

 

El vitíligo, una enfermedad autoinmune caracterizada por la despigmentación de la piel, también puede verse influenciado por el estrés. Se ha propuesto que los factores estresantes pueden acelerar los procesos autoinmunes que conducen a la pérdida de melanocitos, lo que provoca una progresión más rápida de la despigmentación. En este sentido, el apoyo emocional y las estrategias de manejo del estrés han demostrado ser componentes esenciales en la atención integral de los pacientes con vitíligo, contribuyendo a una mejor adaptación a la enfermedad y a una mayor estabilidad emocional (14).

 

La alopecia areata, otra enfermedad de origen autoinmune, se ha asociado estrechamente con el estrés como un desencadenante clave de la caída del cabello. Se ha observado que los episodios de estrés intenso pueden precipitar la aparición de placas de alopecia en personas susceptibles, lo que resalta la relación entre la salud mental y la función inmunológica en esta condición. En este contexto, las intervenciones psicológicas han sido identificadas como una herramienta valiosa para mitigar el impacto del estrés y, potencialmente, reducir la frecuencia y gravedad de los episodios de pérdida de cabello (14).

 

Factores psicosociales que influyen en la salud dermatológica:

Las enfermedades cutáneas crónicas, como la psoriasis y el eccema, tienen un impacto significativo en la calidad de vida y la autoestima de los pacientes, especialmente en poblaciones vulnerables como niños y adolescentes. Estas afecciones pueden generar una carga emocional considerable, afectando el bienestar general y dificultando la adaptación social de quienes las padecen (15). Además, las comorbilidades psicológicas, como la depresión y la ansiedad, son altamente prevalentes en personas con enfermedades dermatológicas, lo que repercute en su vida diaria y en la adherencia a los tratamientos médicos. La conexión entre la salud mental y las enfermedades de la piel resalta la necesidad de enfoques terapéuticos integrados que aborden tanto los síntomas físicos como el impacto emocional de estas condiciones (16).

 

Uno de los factores más afectados por las enfermedades dermatológicas es la imagen corporal, lo que puede derivar en un aislamiento social y una disminución del bienestar psicológico. La percepción negativa de la apariencia física en personas con enfermedades cutáneas visibles puede contribuir a la angustia emocional, intensificando la ansiedad y la autoconciencia en entornos sociales (16). En casos más severos, se pueden desarrollar trastornos autoinducidos como el trastorno por excoriación, en el cual los pacientes presentan conductas repetitivas de rascado o manipulación de la piel, lo que evidencia la compleja interacción entre la salud mental y las enfermedades dermatológicas (17).

 

La ansiedad, la depresión y otros trastornos del estado de ánimo son condiciones comunes entre pacientes con enfermedades dermatológicas crónicas. La constante exposición a síntomas visibles y la falta de control sobre su evolución pueden aumentar los niveles de estrés, lo que a su vez agrava la progresión de la enfermedad (16; 18). En el caso específico de la psoriasis, se ha identificado una fuerte asociación con comorbilidades psiquiátricas, lo que resalta la necesidad de implementar intervenciones de salud mental dentro del manejo integral de la enfermedad. La incorporación de apoyo psicológico en estos casos no solo puede mejorar la salud mental de los pacientes, sino que también puede tener un impacto positivo en la adherencia al tratamiento y en la evolución de la enfermedad (19).

 

El estigma y la discriminación son consecuencias sociales frecuentes en pacientes con enfermedades cutáneas visibles, lo que puede incrementar su estrés emocional y generar dificultades en su integración social. La falta de comprensión por parte de la sociedad contribuye a la marginación y a una percepción negativa de la autoimagen, lo que puede dificultar aún más la adaptación de los pacientes (16). En este contexto, los grupos de apoyo y las consultas psicológicas han demostrado ser herramientas eficaces para mejorar la percepción personal de los pacientes y reducir el impacto negativo del estigma. Al proporcionar un entorno de comprensión y acompañamiento, estas estrategias pueden ayudar a fortalecer la autoestima y la resiliencia emocional (15).

 

El estilo de vida también desempeña un papel crucial en la respuesta de la piel a factores estresantes. Se ha evidenciado que el estrés, la calidad del sueño, la alimentación y la actividad física pueden influir en la evolución de las enfermedades dermatológicas y en la severidad de sus síntomas (16; 18).

 

Estrategias terapéuticas para el manejo del estrés en enfermedades dermatológicas:

 

Las terapias psicológicas y conductuales han demostrado ser una estrategia efectiva en el manejo de enfermedades dermatológicas relacionadas con el estrés. La terapia cognitivo-conductual ha sido particularmente útil para ayudar a los pacientes a desarrollar estrategias de afrontamiento que les permitan gestionar mejor el estrés y mejorar su imagen corporal. Además, esta terapia proporciona un apoyo emocional significativo y ha demostrado su eficacia en afecciones cutáneas como la hidradenitis supurativa, el vitíligo y los queloides. Los estudios indican que su implementación no solo mejora el estado de ánimo de los pacientes, sino que también tiene un impacto positivo en su autoestima, lo que contribuye a un mejor afrontamiento de la enfermedad y a una mayor adherencia a los tratamientos médicos (20).

 

Por otro lado, la reducción del estrés basada en la atención plena se ha convertido en una herramienta valiosa para aliviar la carga psicológica en los pacientes con enfermedades dermatológicas. Las prácticas de atención plena, que incluyen técnicas de meditación y relajación, han mostrado beneficios en la reducción del estrés psicológico y en la mejora de la calidad del sueño. En el caso de la dermatitis atópica, estas prácticas han resultado particularmente beneficiosas, ya que el estrés es un factor conocido por agravar los síntomas de la enfermedad. Al reducir los niveles de estrés y mejorar el bienestar general, estas técnicas pueden ayudar a controlar los brotes y mejorar la calidad de vida de los pacientes (21).

 

Las intervenciones psicoeducativas también juegan un papel clave en el tratamiento de las enfermedades dermatológicas, ya que la educación sobre la patología y su manejo puede reducir la angustia psicológica y mejorar la adherencia a los tratamientos. La psicoeducación permite que los pacientes comprendan mejor su enfermedad y los factores que pueden influir en su evolución, lo que les da una mayor sensación de control sobre su condición. Además, la información adecuada sobre las opciones de tratamiento y las medidas de autocuidado puede reducir la ansiedad asociada a la incertidumbre sobre la evolución de la enfermedad, facilitando un mejor cumplimiento del tratamiento médico (22).

 

Desde una perspectiva médica, la modulación del eje entre el estrés y la piel es un enfoque terapéutico prometedor para reducir los efectos negativos del estrés en las afecciones dermatológicas. Los inmunomoduladores han demostrado ser efectivos en la reducción de respuestas inflamatorias inducidas por el estrés, especialmente en enfermedades como la psoriasis, donde el estrés es un factor clave que contribuye a la inflamación cutánea. Estos fármacos pueden ayudar a regular la respuesta inmune y disminuir la severidad de los síntomas, lo que puede traducirse en una menor frecuencia e intensidad de los brotes (11).

 

Asimismo, las terapias farmacológicas dirigidas a la ansiedad y la depresión pueden desempeñar un papel fundamental en la mejora de la salud de la piel. El impacto del estrés en las enfermedades dermatológicas está estrechamente relacionado con la salud mental, por lo que el manejo de los trastornos emocionales mediante medicación puede contribuir a mejorar los resultados generales del tratamiento dermatológico. La reducción de la ansiedad y la depresión permite una mejor regulación del estrés, lo que a su vez disminuye la inflamación cutánea y favorece una recuperación más efectiva (16).

 

Además de las intervenciones psicológicas y farmacológicas, las estrategias de estilo de vida también desempeñan un papel fundamental en la regulación del estrés cutáneo. La actividad física regular ha demostrado beneficios en la homeostasis inflamatoria, lo que contribuye a una mejor salud de la piel. Se ha observado que el ejercicio moderado no solo reduce el estrés, sino que también mejora la circulación sanguínea y la oxigenación de los tejidos, favoreciendo la reparación cutánea y la reducción de la inflamación (21).

 

La dieta también es un factor clave en la salud dermatológica, y una alimentación rica en alimentos antiinflamatorios puede influir positivamente en la evolución de las enfermedades de la piel. Se ha evidenciado que el consumo de alimentos con propiedades antiinflamatorias, como los ácidos grasos omega-3, los polifenoles y los antioxidantes, puede reducir la inflamación relacionada con el estrés y mejorar la función de la barrera cutánea. Esta estrategia nutricional puede complementar otros tratamientos y optimizar los resultados en pacientes con enfermedades cutáneas crónicas (11).

 

Por último, la higiene del sueño es un aspecto fundamental para la salud de la piel y el bienestar general. El descanso adecuado es crucial para la regeneración de la piel y para la regulación de los niveles de cortisol, lo que ayuda a reducir el estrés y a mejorar los resultados dermatológicos. Se ha demostrado que la falta de sueño puede aumentar la inflamación y agravar los síntomas de diversas enfermedades cutáneas, por lo que mantener un horario de sueño regular y optimizar las condiciones para un descanso reparador puede ser una estrategia efectiva para el manejo del estrés y la salud de la piel (21).

 

Conclusiones:

 

El estrés y los factores psicosociales desempeñan un papel clave en la fisiopatología de diversas enfermedades dermatológicas, actuando como desencadenantes o agravantes de afecciones como la psoriasis, la dermatitis atópica, la urticaria crónica, el acné, la rosácea, el vitíligo y la alopecia areata. A través de la activación del eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal y la liberación de catecolaminas, el estrés altera la función inmunológica, debilita la barrera cutánea y contribuye a la inflamación crónica de la piel, lo que resalta la necesidad de abordar estos mecanismos en la práctica clínica.

 

El impacto del estrés en la salud dermatológica no solo se manifiesta a nivel fisiológico, sino también en la esfera emocional y social de los pacientes. La ansiedad, la depresión y los trastornos del estado de ánimo son altamente prevalentes en personas con enfermedades cutáneas crónicas, afectando su calidad de vida y adherencia al tratamiento. La estigmatización y la afectación de la imagen corporal agravan el estrés psicológico, lo que puede perpetuar un ciclo negativo en la evolución de estas patologías.

 

El manejo integral de las enfermedades dermatológicas relacionadas con el estrés requiere un enfoque interdisciplinario que combine intervenciones psicológicas, médicas y cambios en el estilo de vida. La terapia cognitivo-conductual, la reducción del estrés basada en la atención plena y las intervenciones psicoeducativas han demostrado ser eficaces en la regulación emocional y la mejora del bienestar de los pacientes. Además, estrategias como la actividad física, una dieta antiinflamatoria y la optimización del sueño pueden contribuir a mitigar la inflamación y mejorar la respuesta terapéutica, resaltando la importancia de una atención holística y personalizada.

 

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