Por lo tanto como bien señala Uriarte (1998):
“la autentica salud humana entraña asimismo una salud social, es decir, unas relaciones positivas con la familia, el entorno profesional y la sociedad. Tales relaciones suponen un sujeto sano y postulan una sociedad que no sea insana. Para bien y para mal la influencia de la sociedad en el individuo es muy importante. Una sociedad enferma suele ser patógena en la salud de las personas. Por lo tanto, conlleva no sólo una relación positiva con la sociedad, sino además una equilibrada relación con la naturaleza, es decir, una vida ecológica”.
Finalmente, concluimos que la definición de salud humana es aquella forma de vivir que se caracteriza por ser gozosa, independiente y solidaria, esta es una salud dinámica donde hay un desarrollo continuo de la propia persona en todas las dimensiones y de los entornos que lo rodean. Por lo tanto, “no hay salud humana si no dirección en la vida. El hombre puede enfermar por falta de objetivos” tal como explica Uriarte (1998).
Hay diferentes caracteres de la salud que promueve Jesús, que según señala Uriarte
(1998) son:
- “Salud integral: no se reduce a curar un órgano o un organism Quiere reconstruir enteramente a la persona, hace emerger un hombre más sano.
- Salud liberadora: intenta desbloquear a la persona encadenada y unificar a la persona fragmentada, reconciliándola consigo misma, con los demás y con Di
- Salud responsable: despierta el deseo de sanación y las fuerzas de sanación que existen en las personas.
- Salud no idolatrada: el bienestar físico no tiene la última palabr No hemos de vivir para cuidarnos, sino cuidarnos para vivir como hermanos e hijos de Dios.
- Salud ofrecida a los más débiles: Jesús sana preferentemente a los más débil
- Salud abierta a la salvación”.
Una vez conocidas las características del concepto de salud y también los diferentes caracteres de salud que promueve Jesús, ya y como hemos dicho anteriormente es necesario ahora conocer su oposición, que es enfermar, como es esa experiencia y que características tiene.
La experiencia de enfermar que vive la persona se trata de una vivencia real y perceptible, no siempre física que surge en la cotidianeidad y cambia la apreciación de la propia identidad, del sentido y la visión de la vida y de la proximidad de la muerte. Entre la enfermedad y la muerte, tiene lugar un proceso anómalo donde aparecen el dolor, el padecimiento y la angustia. Por lo tanto, la enfermedad es dolor en el cuerpo y angustia o sufrimiento en el alma, daño en los tejidos del organismo y a la vez molestias en las vivencias sociales de la vida diaria. La enfermedad se prepara en diferentes niveles de conciencia, sensaciones, equitativa, sensible, moral, colectiva, religiosa, espiritual, científica y universal.
Por lo tanto, podemos observar que también el concepto de enfermar no es solo tener un mal físico sino que también afecta a distintos niveles, por eso los profesionales no solo tienen que ver y atender el mal físico sino que además deben atender el estado emocional, espiritual, religioso, en fin, aceptar las creencias que tiene la persona sin juzgarla.
Moreno (2007) señala: “La pérdida de salud se ha atribuido a razones de índole mágica. La enfermedad se piensa como el resultado de fuerzas o espíritus malignos, o un estado de purificación y gracia que pone a prueba la fe del individuo”. Sin embargo, la salud se une a la religión como un “don”, donde la pérdida de esta se aprecia como castigo divino, inducido por transgresiones, ya sean individuales o colectivas o a causa de la muestra a elementos físicos del ambiente. Sin embargo, hay autores que afirman que esta concepción fomenta la actitud pasiva o receptiva de la persona.
Moreno (2007) prosigue “De acuerdo con la visión ontológica, la enfermedad aparece dotada de vida independiente y como una especie de desgracia causada por fuerzas míticas generadas por agentes conscientes, que pueden estar vivos o muertos, seres humanos o extrahumanos”.
Entonces, cuando se sospecha que la enfermedad es de causa mítica se realizan ritos preparatorios y exorcismos.
EL CATOLICISMO
Más concretamente, para el catolicismo, según Campo (2006):
“Dios invita a vivir en plenitud la existencia. El nacimiento a la fe mediante el bautismo significa que se inicia una nueva vida. Es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el Espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el bautismo el hombre es liberado del pecado y regenerado como hijo de Dios, llega a ser miembro de Cristo, a incorporarse a la Iglesia y hacerse partícipe de su misión” y “la enfermedad muchas veces se ha visto como un castigo pero, como dice Jesucristo mismo en el Evangelio, no son culpables ni el enfermero ni sus padres ni nadie. Hay que ver la grandeza de la vida, a veces con la limitación de la enfermedad que hay que cuidar, entender, sobrellevar y ayudar a soportar”.
El catolicismo celebra el sacramento de unción de los enfermos intenta que la persona reciba la enfermedad con consciencia, se le ayuda a reconciliarse consigo mismo, la familia, el entorno, a entender que no tiene culpa de la enfermedad. El catolicismo acompaña a las personas durante la enfermedad.
Influencia de la religión en el proceso salud-enfermedad-atención
La religión puede favorecer sobre la salud por:
– Las conductas sanas impuestas a los creyentes, relacionada a los estilos de vida que estos llevan, siendo la mayoría de las veces prohibitivas y que caracterizan a las doctrinas religiosas, y que se dirigen de manera indirecta a reparar, entre otros, los hábitos alimentarios, sexuales y adicciones, que llevan al desequilibrio de salud-enfermedad-atención.
– Enlace entre religión y salud, que, como ya hemos visto, no solo la vamos a encontrar como ausencia de enfermedad sino en su concepción más amplia, es decir, en el bienestar biopsicosocial que constituye su esencia.
A través de diferentes autores hemos podido llegar a la conclusión que en el proceso de salud-enfermedad-atención, la persona si sabe que puede contar con alguien o con “algo” capaz de orientarlo, ayudarlo, adorarlo, ya sea material o espiritual, conlleva al bienestar y con ello se consigue la protección de los factores sociales y psicológicos de riesgo a ponerse enfermo, entre otros. También añadir que la religión aporta a la persona esperanza, valor y empeño que le hacen ver las cosas de una manera positiva y esperar lo mejor. Por eso, podemos decir que la religión es usada y es vista por mucha gente como una ayuda para vivir.
De hecho, como dice Hamui (2009):
“la mayoría de los paciente encuentran tranquilidad y seguridad durante el padecer sustentados en sus creencias espirituales, sobre todo con el tema de la vida después de la muerte, sin embargo, la preocupación religiosa también puede ser una fuente de dolor y tensión espiritual en pacientes que, por ejemplo, sienten que Dios los está castigando o los ha abandonado. En las familias donde la presencia de lo religioso es fuerte, se involucran más en el cuidado y búsqueda del bienestar del paciente, es decir el compromiso y la responsabilidad están más presentes. Puede deberse a que la religión remite al origen, a la memoria colectiva, al grupo familiar, a la historia de vida, y desde ahí se carga de significados que se expresan en el compromiso con el otro”.
Para una gran parte de la población, la religión es una de las causantes de la salud psicológica. La fe religiosa favorece la serenidad, ayuda a relativizar problemas, ayuda a canalizar sentimientos como los de angustia, y permite fortalecer las frustraciones y dar sentido a estas.
La fe no elimina ni hace desaparecer la inseguridad ni la ansiedad ni el temor al futuro… pero si ayuda a convivir con la enfermedad y a afrontarla con esperanza y también a aceptar la presencia de la muerte. “El creyente la vive no como desaparición total, sino como un formidable aprieto existencial tras el cual se encontrará con la vida en plenitud junto a Dios” (Uriarte, 1998).
EL AFRONTAMIENTO RELIGIOSO
El afrontamiento religioso es “aquel tipo de afrontamiento donde se utilizan creencias y comportamientos religiosos para prevenir y/o aliviar las consecuencias negativas de sucesos de vida estresantes, tanto como para facilitar la resolución de problemas” (Pargament, 1997, citado por Quiceno y Vinaccia 2009).
También se ha visto que “es muy importante el ser miembro de un grupo que comparte las mismas creencias como medio de apoyo social, que les brinde ayuda y aprobación o consuelo en momentos de dificultad” (Harvey &Silverman, 2007, citado por Quiceno, 2011).
El modelo de Pargament hace referencia a tres estilos de afrontamiento religioso:
- Estilo auto dirigido: en el cual las personas confían en sí mismas más que en Dios para resolver sus problemas. Estaría asociado a un alto sentido de competencia personal y alta autoestima, con tendencia a la autonomía.
- Estilo elusivo o evitativo: en el que la responsabilidad es dejada en manos de la divinidad. Estaría asociado a un bajo sentido de competencia personal, autoestima y habilidad de solución de problemas, así como mayor intolerancia a las diferencias interpersonales; enfatiza la autoridad externa y constituye así un estilo pasivo.
- Estilo colaborativo: en el que se establece una dinámica compartida entre el hombre y Dios en el proceso de afrontamiento. Estaría asociado a un elevado sentido de control personal y autoestima, y bajo sentido de control por las circunstancias o el azar.
“Las prácticas religiosas proveen al individuo el crecimiento espiritual continuo, apoyo psicológico, propósito en la vida e interacción social” (Koening, 2002 citado por Quiceno y Vinaccia 2009).
Dentro de los modelos de afrontamiento religioso Pargament y Koenig (1997) distinguen 22 modos, dentro del cual distinguieron conductas de tipo positivas y negativas.
En el tipo de afrontamiento religioso positivo incluyeron ítems tales como:
- “La apreciación de Dios como benevolent
- La intención de colaborar con Di
- La búsqueda de una relación de mayor contacto con Di
- La búsqueda de apoyo espiritual de parte de la congragación religiosa y de los representantes de la mism
- La confianza por entero en Di
- El ofrecer ayuda espiritual a otras personas.
- La purificación religiosa por medio de plegarias, oraciones y el pedir y otorgar perdón, entre otros más”.