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La tuberculosis: una de las grandes epidemias del siglo XIX en España

La tuberculosis: una de las grandes epidemias del siglo XIX en España

Autora principal: Elena Galindo Lalana

Vol. XIX; nº 15; 497

Tuberculosis: one of the major epidemics of the 19th century in Spain

Fecha de recepción: 01/07/2024

Fecha de aceptación: 29/07/2024

Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XIX. Número 15 Primera quincena de Agosto de 2024 – Página inicial: Vol. XIX; nº 15; 497

Autores:

Elena Galindo Lalana. MIR 4º año de Pediatría. Hospital Clínico Universitario “Lozano Blesa”. Zaragoza. España.

Diego Calvo Tesán. Graduado en Historia. Universidad de Zaragoza. España.

Carlos Galindo Lalana. Graduado en Biotecnología. Máster Universitario en Biología Molecular y Celular. Máster Universitario en Profesorado de Educación Secundaria. Universidad de Zaragoza. España.

RESUMEN

Las epidemias de tuberculosis, cólera y fiebre amarilla ocurridas en la España del siglo XIX fueron hechos especialmente relevantes para la población de aquella época. La repercusión de la epidemia de tuberculosis sobre la población se reflejó en términos demográficos, sociales y económicos. En 1899 abrió el Sanatorio de Porta-Coeli para tuberculosos indigentes que fue el primero en España. El final de siglo marcó el inicio del conocimiento científico de la enfermedad y fue considerada declaración obligatoria desde principios del siglo XX.  Analizando los hechos ocurridos se podrían considerar muchas las similitudes con la reciente pandemia de COVID-19 en España.

PALABRAS CLAVE: epidemia, tuberculosis, tisis, siglo XIX, Mycobacterium tuberculosis

ABSTRACT

The epidemics of tuberculosis, cholera, and yellow fever that occurred in 19th-century Spain were particularly significant events for the population of that time. The impact of the tuberculosis epidemic on the population was reflected in demographic, social, and economic terms. In 1899, the Porta-Coeli Sanatorium for indigent tuberculosis patients was opened, the first of its kind in Spain. The end of the century marked the beginning of the scientific understanding of the disease, and it was made a mandatory reportable condition from the early 20th century. Analyzing these events, many similarities can be drawn with the recent COVID-19 pandemic in Spain.

KEYWORDS: epidemic, tuberculosis, consumption, 19th century, Mycobacterium tuberculosis

Los autores de este manuscrito declaran que:

Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses

La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El manuscrito es original y no contiene plagio.

El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.

Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.

Han preservado las identidades de los pacientes.

INTRODUCCIÓN

Han transcurrido más de 4 años desde la pandemia de COVID-19 en la que se han llegado a contabilizar 692 millones de casos de la enfermedad, llegó a afectar a 260 países y territorios y se calculan unos 6,97 millones de fallecidos por la enfermedad.

En España el 5 de julio de 2023 se publicó la Orden SND/726/2023, con el Acuerdo del Consejo de ministros de 4 de julio de 2023 por la que se declaró la finalización de la situación de crisis sanitaria ocasionada por la COVID-19.

Otras pandemias y epidemias a lo largo de la historia han supuesto un gran reto de supervivencia para las poblaciones1. Teniendo en cuenta que los recursos, conocimientos y tratamientos utilizados distaban mucho de los disponibles hoy en día, se puede suponer que las consecuencias demográficas, económicas y sociales fueron tremendas.

Si retrocedemos en el tiempo hasta el siglo XIX, en España, las epidemias de tuberculosis, cólera y fiebre amarilla fueron hechos especialmente relevantes para la convulsa sociedad española durante este siglo2. La población se vio afectada en términos demográficos y socioeconómicos por las distintas oleadas de enfermedades en las que se vieron sumergidos sus habitantes. Se pueden considerar muchas las similitudes con la reciente pandemia de COVID-19 en España.

Entre las grandes epidemias de este siglo tuvo especial relevancia la tuberculosis, debido a su alta mortalidad, pero también por 1899. En este año abrió el Sanatorio de Porta-Coeli para tuberculosos indigentes que fue el primero en España. poder considerarse esta época como el inicio de su conocimiento científico.

LA TUBERCULOSIS (TBC) EN EL SIGLO XIX EN ESPAÑA

La tuberculosis (TBC) es una infección causada por diversas especies del género Mycobacterium Tuberculosis. Fue Koch en 1882 el descubridor del bacilo que provoca esta enfermedad. Históricamente también se ha conocido como tisis, consunción, escrófula o plaga blanca. Esta enfermedad ha sido una constante a lo largo de la historia y hoy en día sigue estando vigente, siendo una de las principales amenazas mundiales para la salud y la prosperidad de muchas comunidades. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que en el mundo en 2015 se produjeron 10,4 millones de enfermos y 1,4 millones de muertes por TBC3,4.

En España, la TBC respiratoria es una enfermedad de declaración obligatoria desde principios del siglo XX. La vigilancia de la TBC está regulada por el Real Decreto 2210/1995 que creó la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE), desarrollado posteriormente en los Protocolos de las Enfermedades de Declaración Obligatoria y en la normativa específica de las CCAA. En 2013 se aprobó el protocolo de vigilancia de esta enfermedad5,6.

La tuberculosis fue la enfermedad infecciosa crónica con mayor mortalidad a lo largo del siglo XIX. Llegó a suponer el 5% de la mortalidad general. La localización pulmonar afectaba fundamentalmente al grupo de edad entre los 20-40 años y la forma meníngea a los menores de 14 años.

Datos históricos

La moderna paleopatología ha reconocido la presencia de lesiones atribuibles a tuberculosis en huesos que proceden de la época neolítica y se ha demostrado tuberculosis vertebral en algunas momias egipcias que datan de 3700 a 1000 años a.C. Esto quiere decir que la tuberculosis ha sido una constante en la historia de las enfermedades humanas. En la literatura antigua oriental y occidental se recogen descripciones de cuadros clínicos que claramente se corresponden con la enfermedad de la tuberculosis y su mortalidad. A principios del siglo XIX la enfermedad exterminaba prematuramente a alrededor de la cuarta parte de los habitantes de Europa. Sin embargo, aunque hoy en día sigue estando presente, a partir del último tercio del siglo XIX la mortalidad por esta enfermedad comenzó a descender en toda Europa.

Datos en la España del siglo XIX

La ciudad de Barcelona fue atacada con gran virulencia por la tuberculosis ya que se recogen hasta 20.600 fallecidos en los dos últimos decenios del siglo XIX. En cuanto a los datos de la mortalidad de Madrid para el año de 1897 destacaba la elevada cantidad de fallecimientos por bronquitis, anotando que estas muertes debían pasarse a la lista de tuberculosis. Aunque los datos oficiales de toda España no deben tomarse con una gran fiabilidad, se podría afirmar que la mortalidad rondaría las 40.000-75.000 muertes por año, frecuencia que la convertía en una enfermedad verdaderamente catastrófica para la población. A estos datos tan elevados habría que añadir la circunstancia de que la letalidad afectaba sobre todo al grupo de población entre los 20-29 años. Si además se considera la desigual proporción de mortalidad en las diferentes provincias españolas habría lugares con datos verdaderamente dramáticos para el conjunto de su población.

Sobre su transmisión

Si bien lentamente se fue asentando la idea de que la TBC se propagaba por contagio, todavía muchos científicos del siglo XIX la consideraban un mal hereditario. No es de extrañar, ya que la enfermedad se contagiaba con gran facilidad intrafamiliarmente y, sobre todo, de los padres bacilíferos a sus hijos más pequeños.

Con el tiempo se supo que la transmisión de la tuberculosis se produce por vía aérea y digestiva. Se puede considerar el esputo como el mecanismo más relevante por el cual se ha transmitido la enfermedad a lo largo de la historia.

Durante el siglo XIX, los higienistas consideraban el origen de la tuberculosis como la suma de múltiples causas que hacían florecer el germen tuberculoso. Se empezó a considerar la higiene como la única posibilidad para frenar su difusión. Por entonces la curación no era posible, así que todas las medidas se dirigían a actuar sobre la persona para evitar su contagio y propagación. Se advertía sobre la necesidad de “moderación de las pasiones”, control de excesos, higiene individual y buena alimentación. Lo que hoy en día se consideraría un “modo de vida saludable”. Por otro lado, cada vez se tenían más en cuenta las normas de higiene pública: saneamiento de las viviendas, salubridad de las poblaciones, saneamiento del agua de consumo público y obligatoriedad de cumplir en lugares de trabajo con rigurosos reglamentos sanitarios que hasta entonces nunca se habían puesto en marcha.

Acerca de su tratamiento

En esa época, la mayoría de los tratamientos utilizados para la tuberculosis solo podían permitírselo las clases sociales más elevadas. Se recomendaban estancias prolongadas en zonas cálidas, viajes de placer por el Mediterráneo, paseos a caballo y vida al aire libre como tratamiento de la tisis, todo ello envuelto de un halo de romanticismo. Debido a la inexistencia de sanatorios específicos para la enfermedad en España, las clases más pudientes acudían a hospedarse a famosos y lujosos sanatorios europeos como el Sanatorio Internacional Berghof, en los Alpes suizos. Allí acudían lo más granado de la burguesía europea. En España, el doctor Zabala, médico del balneario de Cestona en 1864, recomendaba a los tísicos pasar cinco o seis meses en Málaga y dos o tres en los Pirineos, donde la estación de Panticosa era muy célebre para curar la tisis pulmonar. Tampoco hay que olvidar la multitud de dietas restringidas, purgas y sangrías a las que se sometía a los enfermos, considerando que, incluso después del trascendental descubrimiento de Koch en 1892 con el que se supo que la TBC la provocaba una bacteria, pasarían más de 50 años hasta hallar medicamentos efectivos contra el bacilo.

Situaciones derivadas de la epidemia de tuberculosis. Consecuencias sociales.

La plaga blanca tuvo muchas y variadas consecuencias para la sociedad española del siglo XIX. Las clases sociales más desfavorecidas fueron las más castigadas, no solo por la propia enfermedad sino también por el resto de la población. Cuanto peores eran las condiciones de la vivienda, más se consideraba fuente de posible aparición de tisis, escrofulismo o raquitismo. Estas mismas clases sociales más bajas tenían situaciones laborales pésimas que repercutían desfavorablemente sobre su salud y aumentaban enormemente la posibilidad de contagio no solo de tuberculosis sino de otras muchas enfermedades. Las condiciones de trabajo afectaban desfavorablemente a la salud y los trabajadores menos cualificados y de mayor penuria económica estaban altamente expuestos a contraer la tisis por su condición social. La carencia económica suponía mala alimentación y escasos cuidados, lo que repercutían negativamente en la salud de estas clases más desfavorecidas.  Al margen de trabajos penosos, otros que no lo eran tanto, supusieron un foco de diseminación muy importante de la enfermedad. Por poner un ejemplo, los maestros bacilíferos suponían una amenaza para los niños que son más susceptibles a contraer la enfermedad.

Se adoptaron medidas destinadas a frenar la epidemia desinfectando todo aquello que pudiera ser transmisor de la enfermedad. Se quemaban objetos, enseres, ropas que estaban o hubieran estado en contacto con el enfermo. Era obligatorio el aislamiento del enfermo y esto podía suponer el cese de la única fuente de ingresos familiar. Si se contagiaba toda una familia podía ser necesario quemar toda la casa. La orden partía de la declaración de caso o casos por parte del médico y a continuación las autoridades actuaban en consecuencia. La enfermedad podía significar que una familia lo perdiera todo. No sólo se estaba expuesto a la estigmatización que suponía la enfermedad, sino que se podía llegar a la miseria más absoluta.

Por este motivo, muchos enfermos se oponían a ser declarados como tuberculosos. Esto, unido a la carencia de sanatorios y salas de aislamiento hacía que la enfermedad avanzara sin posible control.

Grandes dificultades para contener las epidemias

La difusión de noticias poco rigurosas sobre la situación, el desconocimiento científico, el miedo a las represalias junto a la incultura y miseria de la mayoría de la población, fueron factores que influyeron negativamente sobre el posible control de las epidemias. La guerra de la Independencia, las guerras carlistas y las pérdidas coloniales mermaron económicamente al estado español que no tenía dinero para inversiones en sanidad. Los sanitarios no tenían la formación de hoy en día. En numerosas fuentes se aprecia su pavor a las epidemias pese a ser los que deben proteger a la población enferma. Huían hasta lugares que consideraban seguros y abandonaban a los contagiados a su suerte a pesar de ser su obligación atenderlos.  Además, hasta finales del siglo XIX eran muy escasos los hospitales para atender a los pacientes y si los había, se ocupaban preferentemente de las clases más pudientes.

Las cuarentenas, los aislamientos o las desinfecciones provocaron la paralización total o parcial de distintos sectores económicos, con el consiguiente lastre para la economía española. La epidemia también tuvo su repercusión en el comercio entre América y los puertos españoles, sobre todo los situados al norte de la península al provocar la entrada de una gran cantidad de tuberculosos al país procedentes de América.

Muchos enfermos no respetaban las cuarentenas ya que muchos de ellos eran la única fuente de ingresos familiar y por ello se convertían en propagadores de la epidemia. Aunque las mejoras de comunicación tanto a corta, media y larga distancia aportaron ventajas económicas, también fueron el inicio del foco de transmisión de diferentes enfermedades a gran velocidad.

Organización antituberculosa en España

El personal sanitario junto con las infraestructuras existentes era insuficiente para hacer frente a la epidemia.

Las primeras propuestas de organización antituberculosa surgieron en España muy tempranamente, patrocinadas por Antonio Espina y Capó (Madrid,1889) y Luis Comenge y Ferrer (Barcelona, 1892). Ambas iniciativas fracasaron al no encontrar el apoyo apropiado entre los médicos españoles. La primera campaña efectiva fue llevada a cabo en Valencia por Francisco Moliner y Nicolás (1851-1915) a partir de 1899. En este año abrió el Sanatorio de Porta-Coeli para tuberculosos indigentes que fue el primero en España. Para Moliner, la asistencia al tuberculoso pobre en estos centros reportaría la ventaja de aislar los focos de infección además de mantener la paz social. Esta última, sería posible gracias a que la instauración de estos centros transmitiría al proletariado una sensación de justicia social. Sus movilizaciones contribuyeron a la divulgación de las teorías contagionistas entre la sociedad española e influyeron en el posterior desarrollo de la lucha antituberculosa oficial que se inició en 1906.

Los hospitales especiales contra los tuberculosis se destinaron al aislamiento de los tuberculosos en estado avanzado y a prestar asistencia médica en los últimos días de su vida. Junto a los dispensarios y los sanatorios tuvieron relación directa con los enfermos de tuberculosis más desfavorecidos y se consideraron la “tercera arma” de la lucha antituberculosa, tras el dispensario y el sanatorio10.

Todas estas últimas estrategias junto con el avance en los conocimientos científicos de la enfermedad permitieron, en las últimas décadas del siglo, una disminución de la mortalidad por TBC en toda Europa.

CONCLUSIÓN

El estudio de las grandes epidemias que azotaron el convulso siglo XIX en España nos permite encontrar múltiples similitudes con la reciente pandemia de COVID-19 a pesar del tiempo transcurrido y los avances científicos, sociales y laborales llevados a cabo desde entonces.

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