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La lisozima apaga el incendio cancerígeno del genoma

cantidad endógena de factores epigenéticos, cuya función específica es desarrollar el proceso de envejecimiento orgánico normal que se evidencia a partir de la cuarta década de la vida.

Ahora bien, estos factores epigenéticos de origen endógeno, para mantener su generación dentro de límites normalmente bajos requieren del suministro de una dieta debidamente balanceada y un estilo de vida saludable.

Sin embargo, en ausencia de una dieta no equilibrada y un estilo de vida no fisiológico se va a presentar un mecanismo exógeno o extrínseco en la generación de los factores epigenéticos. Son muchos los factores ambientales capaces de generar factores epigenéticos en exceso, sobrepasando ampliamente las enzimas defensivas naturales. Así ocasionan, por su acción oxidante, un daño progresivo de las diversas estructuras biológicas celulares, alterando las propiedades biofísicas y bioquímicas de las proteínas estructurales (4).

Entre los factores de riesgo más comunes en nuestro ambiente, capaces de ocasionar un exceso de factores epigenéticos, tenemos: la dieta no balanceada, diabetes-1, tabaco, alcohol, herbicidas, metales pesados (Hg, As, Pb), contaminación industrial, carencia de ejercicio, etc. Todos estos factores de riesgo, con su centro de acción a nivel de la mitocondria, por distintas vías conducen a un punto de convergencia formado por una variable disminución de la generación de la energía vital (ATP), debilitándose el sistema inmunitario (5-7).

Esta baja generación de energía altera la bomba de Na/K produciendo edema intra y extracelular con ruptura del equilibrio tisular, así se genera una cascada de reacciones que van a ocasionar la ‘inflamación crónica sistémica’ (ICS) (6). Y como en todo proceso inflamatorio, se presenta un aumento de la permeabilidad vascular con salida de líquido, solutos y células al tejido afectado, ocasionando perturbaciones metabólicas que van a determinar modificaciones estructurales y funcionales irreversibles por formación de fibrosis. En ese proceso inflamatorio se generan múltiples elementos tóxicos, entre ellos los factores epigenéticos (6), capaces de oxidar y dañar indiscriminadamente cualquier estructura biológica celular. Aquí se establece lo que algunos denominan un ‘estrés oxidativo’ con su inmunodeficiencia, que precede al desarrollo de la disfunción endotelial. Este proceso es aún regresivo. Seguidamente, estos factores epigenéticos van a lesionar el epitelio vascular o endotelio, dando lugar a la disfunción endotelial que, al cronificarse se hace permanente ocasionando las más variadas patologías agrupadas con el calificativo de enfermedades no transmisibles.

Los factores epigenéticos de origen exógeno en exceso superan las enzimas defensivas, por lo que reaccionan entre sí a través de la compleja reacción de Haber Weiss y Fenton (3) para formar el radical hidroxilo OH-. Se piensa que contra el OH- el organismo humano carece de mecanismo defensivo. Pero ello no parece ser cierto, por cuanto el ser humano sintetiza ampliamente la enzima lisozima (8,9), el factor antioxidante natural más potente, pero su síntesis y existencia se encuentra en relación inversa con la intensidad de los factores de riesgo y los factores epigenéticos. Esto es, que a mayor cantidad de factores de riesgo y factores epigenéticos, menor síntesis y mayor inhibición de la lisozima.

En nuestro estudio sobre la influencia del glifosato en la salud en la Provincia del Meta, Colombia, de 1985 a 1995, pudimos detectar la relación estrecha entre los factores de riesgo y las hoy llamadas enfermedades no transmisibles (1,2,5,6). Enfermedades estas vinculadas, en su etiopatogenia, con el genoma celular, proceso ligado al mecanismo metabólico de la glucosa para generar la energía. Por ello, podemos comenzar diciendo que al llegar la glucosa al citoplasma sin O2, guiada por la insulina, a través de diez reacciones ella forma dos moléculas de ácido pirúvico, más dos ATP y 4H (1,2).

Estas dos moléculas de ATP se forman por glicólisis anaerobia en el citoplasma sin O2. Los dos ácidos pirúvico, por un complejo sistema de transporte a través de las proteínas GLUT-1 y GLUT-4 viajan a la mitocondria con los H, el O2, las enzimas y coenzimas (1,2). Allí en la mitocondria por acción de enzimas activadas por la coenzima-A, la nicotinamida y la tiamina o B1, los ácidos pirúvico van a formar dos metabolitos terminales de acetil-CoA y la liberación de 4 H y 2 CO2, este último sale de la célula y es eliminado por los pulmones.

Cada metabolito terminal acetilCoA va a seguir por dos caminos: 1º. El que lleva a desarrollar en la mitocondria la fase aerobia, esto es, todas las reacciones de oxidación hasta degradar dicho metabolito terminal para formar las 36 moléculas energéticas de ATP, agua y CO2; los dos últimos deben salir de la célula. Todas estas reacciones oxidativas se realizan a través del Ciclo de Krebs y la fosforilación oxidativa. Esto nos indica que una molécula gramo de glucosa da lugar a 38 moléculas de ATP, 2 por vía anaerobia y 36 por vía aerobia. Estas reacciones están catalizadas por diversas enzimas encargadas de la transferencia de H (nicotinamida o B3 y B2), la decarboxilación (B1) y la acetilación (coenzima-A). Las otras reacciones del ciclo son catalizadas por enzimas activadas por las coenzimas: vitaminas B6, B12, hierro, fósforo, magnesio, etc.

2º- Parte de la acetilCoA reacciona con la colina para dar lugar a la acetilcolina, un neurotransmisor parasimpático, activador de las neuronas. Por su actividad parasimpática la acetilcolina dirige sus impulsos nerviosos al órgano efector vascular que cubre todo el organismo, en particular, determinadas regiones específicas por su importancia funcional, cual es el caso de la corteza órbitofrontal, considerado el centro de la toma de decisiones (6,10).

Seguidamente, se encuentra el hipocampo, lugar encargado de regular las emociones, preservar la función cognitiva y del razonamiento, así como servir de