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Modo de vida y estrés

del estilo de vida del individuo y su utilidad para el diagnóstico, tratamiento y pronóstico de su salud o enfermedad.

Se piensa que el término estrés provenía de la Física, donde hace referencia a una fuerza o peso que produce diferentes grados de tensión o deformación en distintos materiales, aunque Selye lo introdujo con significado algo diferente. Para Selye, el estrés no hacía referencia a un estímulo (peso o carga), sino a la respuesta del organismo a éste; lo utiliza para describir la suma de cambios inespecíficos del organismo en respuesta a un estímulo o situación estimular. Se ha comentado que este cambio o vuelco en la concepción del estrés se debió al mal conocimiento del inglés que tenía Selye cuando era estudiante de Medicina de la Universidad de Praga, al confundir el término «strain» con «stress»

Lo que sí es cierto que estos «vuelcos» se han producido alternativamente en el estudio de este fenómeno, y el vocablo ha servido para muy diferentes acepciones: para designar la respuesta el organismo, para identificar la situación que desencadena esta respuesta, o para describir los efectos producidos como consecuencia de la exposición repetida a situaciones estresantes. Corrientemente se habla de estrés cuando debíamos mejor precisar algunas emociones y sentimientos que experimentamos ante determinados sucesos vitales, o cuando queremos expresar, con cierta indefinición, algún tipo de nerviosismo producido por factores más o menos duraderos. En realidad, el término estrés ha sido indistintamente usado en la jerga, no sólo cotidiana y popular, sino científica. No es casual que genere toda una serie de confusiones y el decursar de los estudios haya sido tan zigzagueante, con toda una gama de implicaciones en el orden de las disciplinas biológicas y médicas, psicológicas y sociales.

La confusión y ambigüedad existente sobre la palabra estrés fue adecuadamente presentada por H. Selye en su libro «Stress without distress»: «La palabra estrés, al igual que «éxito», «fracaso» o «felicidad», significan diferentes cosas para diferente gente de tal manera que su definición es muy difícil. El hombre de negocios, quien se encuentra bajo gran presión por parte de sus clientes y empleados, el controlador de tráfico aéreo quien sabe que un momento de distracción puede costar la muerte de centenares de personas, el atleta que quiere ganar una competencia, y el esposo que desesperanzadamente ve a su esposa morir lenta y dolorosamente de cáncer, todos ellos sufren de estrés. Los problemas que cada una de estas personas enfrenta son totalmente diferentes, sin embargo, la investigación médica ha demostrado que en muchos aspectos el cuerpo responde de una manera estereotipada, con cambios bioquímicos idénticos, esencialmente llamado a afrontar cualquier tipo de demanda excesiva sobre la maquinaria humana”. (6)(7)

Muchos de estos planteamientos han dejado su impronta en la investigación actual sobre el estrés, en el pensamiento de psicólogos, médicos, fisiólogos y filósofos. Las concepciones del estrés como una respuesta del organismo, el problema de su carácter específico, la discusión acerca de la existencia de un estrés positivo (eutrés vs. distrés) y su influencia en el desarrollo sano o patológico del hombre, siguen siendo objeto de investigación y análisis. A pesar de su extenso uso en el campo de las ciencias médicas, psicológicas y sociales, no se ha logrado un consenso general entre expertos acerca del concepto y definición del estrés.

Resaltar el carácter reflejo del estrés como fenómeno subjetivo permite destacar las funciones que cumple en el desarrollo exitoso de la actividad. La ejecución con éxito del hombre de cualquier tarea, cualquiera que fuese, presupone una representación del hombre sobre sí mismo, sobre sus posibilidades, la capacidad de trazarse metas conscientemente, de definir la dirección de su actividad y de su vida. Mientras más adecuadamente se refleje en la psiquis del hombre su «correlación consigo mismo», más plena y efectiva será la actividad. Todas estas exigencias se incrementan en situaciones difíciles, estresantes. El reflejo psíquico en estos casos señaliza las particularidades de la situación, por ejemplo, su carácter peligroso o amenazante. En este sentido, el estrés como fenómeno psíquico cumple

una función de orientación del sujeto en el mundo objetivo, y participa en la regulación de la actividad. Aun más, en las condiciones complejas que caracterizan a las situaciones estresantes, el objetivo de la actividad, las condiciones externas y los medios de realización de la acción, aparecen ante el sujeto no sólo en sus propiedades objetivas, sino también en su sentido personal para el individuo, en función de hasta dónde puede afectarse la satisfacción de las necesidades más vitales para el hombre.

El contenido objetivo puede no coincidir con el sentido personal que tiene una situación dada para el individuo, lo que explicaría en considerable medida, las diferencias en la conducta de distintas personas ante una misma situación compleja o estresante. De este modo, no es el estrés un fenómeno negativo en sí mismo, él puede generar enfermedad, tanto como una conducta y una actividad sana, saludable, autorregulada. La relevancia que tiene en la aclaración del proceso de salud-enfermedad no está dada solamente por su función refleja y autorreguladora, sino por sus efectos positivos o negativos. Como dicen autores contemporáneos, no es el estrés por sí mismo —una parte inevitable de la vida— lo que nos debe preocupar, sino más bien como afrontar el estrés, si podemos aprender a relajarnos y verlo como un reto y no como una catástrofe, y hasta dónde podemos inculcarnos la esperanza de que podremos afrontar este reto positiva y eficazmente. Ya hace casi 2000 años, Epicteto se refería a esto cuando decía que al hombre no le perturban las cosas, sino su opinión acerca de las cosas

Cuando ignoramos el estrés, el cuerpo y la mente se encargan de recordárnoslo, con diferentes señales iniciales de alarma: palmas sudorosas, manos y pies fríos, músculos endurecidos, estómago y funcionamiento digestivo perturbado, respiración rápida, latidos cardíacos acelerados, entre otras. En general, mientras más estrés vital experimente una persona, más elevadas serán las posibilidades de desarrollar trastornos físicos, incluidos los síntomas cardiovasculares, las infecciones, las alergias y hasta el cáncer. (6) (7)

Las condiciones de vida estresantes que se hacen duraderas y dañan la calidad de vida, ya sean por situaciones externas (socioeconómicos) o internas (de personalidad), pueden afectar la regulación psicobiológica por las vías psico-neuro-vegetativas, que son utilizadas por las descargas emocionales y los estados afectivos negativos y duraderos, haciendo posible alteraciones bioquímicas, fisiológicas e inmunológicas que participan en la génesis de las enfermedades. Esta constituye la ruta del estrés en las enfermedades crónico-degenerativas, que han ido ascendiendo a los primeros lugares del cuadro de morbilidad, en la medida en que la sociedad se ha hecho compleja y agitada a un ritmo mayor al que ha evolucionado la adaptación psicobiológica del hombre.

Las creencias de las personas, formadas individualmente a lo largo de la vida o compartidas por influencias sociales y culturales, tienen mucha importancia a la hora de explicar y controlar el estrés. Así, las expectativas