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Muerte de Vincent van Gogh. Últimas cartas, últimas telas y arma de fuego

del tiro desde el alto de la colina o porque el artista entrara en la granja para cargar y probar el revólver. Vincent, a lo largo del trayecto, pudo cruzarse con un campesino que le oyó murmurar, “es imposible, es imposible” (Coquiot G., 1923); pero nadie lo vería caminando maltrecho por las calles de Auvers si después del disparo bajó por el cerro cuando ya oscurecía.

Según Adeline Ravoux, su padre entendió que el artista se desmayó por el impacto del proyectil; sin que éste encontrara el arma cuando se recuperó. El revólver nunca apareció, pero algún vecino o campesino pudo cogerlo y, después, arrojarlo al río o a un vertedero u ocultarlo bajo tierra para no verse incriminado. Sin descartar que lo hiciera alguien allegado a los Ravoux con la intención de exonerarles de toda culpa ante los rumores, perjudiciales para el negocio familiar, que tildaban al posadero de irresponsable. Un agricultor que araba en 1965 una parcela cercana al castillo, encontró enterrado un antiguo Lefaucheux sin que los historiadores hayan podido demostrar que fuera el arma utilizado por el pintor (55).

Vincent, por su parte, no dio explicaciones a los gendarmes sobre la procedencia del revólver, lo que impedía acusar a Ravoux de dejárselo a un “desequilibrado” o implicar a unos jovenzuelos de vacaciones en Auvers. Pero estos truhanes pudieron sustraer el arma a Ravuox cuando frecuentaban el café, pues sabían dónde encontrarlo y no lo devolvieron cuando se fueron a Granville; sin que René precisara que lo hubieran pedido o comprado al dueño de la fonda (Doiteau V., 1957).

Se entiende, así, que al no estar el revólver en el cajón donde lo guardaba Ravoux, y al ignorar éste que lo utilizaban los Secrétan, los gendarmes sospecharan que el posadero se lo habría prestado al pintor o que éste se lo habría cogido. Sin que Adeline constatara semejante hecho; molesta con la investigación policial y las leyendas en torno a lo confiado por su padre (Carrié A., 1957). Siendo incorrecto que “sostuviera” en la entrevista con Tralbaut que su padre hubiese dejado el revólver al artista para ahuyentar a los cuervos (56), cuando el propio biógrafo la desvincula del inverosímil relato (57).

Añadir, también, que la sensación de accidente que causó a los Ravoux y a Hirschig el regreso del pintor a la posada, tambaleándose con la mano en el costado, la descartaría el propio Vincent deseando no haber errado el disparo; consciente de no querer vivir y, según comentó Bernard, dispuesto a intentarlo de nuevo si lo salvaban. El tiro no certero evitó la muerte inmediata, y pudo desviarse por falta de pericia con el viejo pistolón del posadero funcionando impredeciblemente. Pero la dificultad para comprobar el grado de intención letal o un resultado de fallecimiento a corto o medio plazo, no excluyen el acto suicida (58).

IV. Muerte por herida de bala

El orificio de entrada redondeado indica que el disparo no fue realizado a larga distancia, porque adoptaría forma de hendidura punzante. Ni tampoco con el cañón en contacto con la piel o a bocajarro, porque presentaría aspecto de desgarro o estrella; con estallidos y arrancamientos cutáneos (59). El disparo, por la descripción del hijo de Gachet, fue a corta distancia. Estando presentes los elementos del tatuaje: la cintilla de contusión rodeando al orifico por rotura de fibras cutáneas y frotación del proyectil en dedo de guante; y un ennegrecimiento o taraceo circundante causado por la incrustación de granos de pólvora, el depósito de humo deleble y la quemadura si la llama alcanzó la epidermis (tiro a quemarropa). Taraceo que falta en los disparos a bocajarro o a larga distancia (59).

Figura 7. Herida de bala por disparo a corta distancia y tatuaje formado por la cintilla de contusión, los granos de pólvora y el depósito de humo.

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Herida de bala desde corta distancia

La parrilla costal debió desplazar la trayectoria del proyectil, de derecha a izquierda y de delante atrás, con el orifico de entrada en el hipocondrio izquierdo por el que rezumaban restos de sangre de la cavidad, en forma de hilillo. El exudado descomponiéndose por el calor acabaría, después del óbito, empapando la base del ataúd de madera mal construido (60). La bala no afectó órganos vitales, pero, según Doiteau, atravesaría el seno pleural izquierdo alcanzando el paquete vascular del mediastino posterior y provocando una hemorragia (61).

La pérdida de sangre repercute en el organismo con un descenso del volumen circulatorio y de eritrocitos, cuya evolución al shock y a la muerte dependerá de la velocidad de instauración de la hemorragia con sus mecanismos compensatorios, y del inicio del tratamiento adecuado (62). Cuando la reserva de hierro es insuficiente o el herido padece anemia previa, se retrasa el aumento compensatorio de la actividad eritropoyética (63), precipitándose la hipoxia tisular y el shock oligohémico; especialmente ante una hemorragia interna que oculta su gravedad desde el principio (64). Situación crítica a la que llegaría Vincent; diagnosticado de anemia en Arlés [571] y tildando de extrema palidez uno de sus últimos autorretratos [604]. Siendo, a