Inicio > Historia de la Medicina y la Enfermería > Muerte de Vincent van Gogh. Últimas cartas, últimas telas y arma de fuego > Página 11

Muerte de Vincent van Gogh. Últimas cartas, últimas telas y arma de fuego

menudo, la anemia, el síntoma predominante en el saturnismo (65) o “enfermedad de los pintores”, descrita por Ramazzini en el Morbis Artificum (1713).

El estado de Vincent durante la agonía concuerda con una fase de excitación inicial por hiperactividad compensadora del sistema nervioso simpático, en consonancia con la descripción de Hirschig, y con otra terminal de apagamiento por fallo orgánico, hipoxia e hipo-perfusión cerebral, poco después de recibir a Theo en la tarde del lunes. Pero el patético testimonio de Hirschig (Bredius A, 1934; Van Crimpen H, 1985) está plagado de inexactitudes en cuanto a localización del suceso (“sur de Francia”), fecha (“agosto”), sangrado de la herida (“abundante”) o duración de la agonía de Vincent (“varios días”).

Respecto a la atención prestada al artista, habría que calificarla de negligente. Limitándose a un vendaje compresivo, la observación y el reposo del herido, que pasaría parte de la noche quejándose y fumando en pipa (Carrié A., 1957); sin que se optara por trasladarlo a París, a 30 Km de distancia, para un internamiento urgente. Artaud acusó a Gachet de ser el responsable directo de la muerte del pintor (66). Pero el deseo de Vincent de morir y el deterioro de la relación con su cuidador, dificultaban una praxis médica correcta. Por otra parte, Gachet ya era sexagenario y según su hijo (acompañante en el aviso) asumió la decisión conjuntamente con el Dr. Mazery que ejercía en Auvers (67,68).

Figura 8. Foto del Dr. Gachet a los 62 años y retrato por Vincent (junio, 1890).

retrato-doctor-Gachet-van-Gogh
Retrato del doctor Gachet. Vincent van Gogh

Vincent, hoy, se hubiera salvado en un hospital reponiendo el volumen sanguíneo y tratando quirúrgicamente la hemorragia con la extracción del proyectil. Sin descuidar el control del ánimo deprimido para evitar nuevas conductas suicidas. Lamentablemente Gachet, con conocimientos en frenología y aficionado a la pintura, se interesó más por la obra del holandés que por el cuidado de su paciente. Mostrándose, al parecer, ávido por acaparar después del funeral un repertorio de telas del artista en la posada de Ravoux (69); con la aprobación y el agradecimiento de Theo, al entender éste que los médicos hicieron todo cuanto pudieron por su hermano (carta de 1 de agosto a su madre).

V. Últimas telas: el mensaje oculto de los elementos simbólicos.

El pintor en la última misiva enviada a Theo, le explica que el jardín de Daubigny es uno de sus lienzos más cuidadosamente pensados (retocado hasta el 23 de julio). Invitándole a que contemple un esbozo con una nota final sobre el colorido de las flores, de los arbustos, del follaje y de la hierba, junto a “tres sillas”, una “figura negra” y un “gato negro”.

Figura 9. El jardín de Daubigny y su descripción en la última carta que Vincent envió a Theo.

jardin-Daubigny-van-Gogh
Jardín Daubigny y descripción en carta. Vincent van Gogh

Se ha interpretado el jardín de Daubigny como un adiós nostálgico a las hierbas y a las flores (70), sugiriendo que la figura del fondo podría representar a la viuda de Daubigny que aún vivía (71). Pero la silueta negra, grácil, indefinida e inmensa en la soledad, que también aparece en “Paisaje otoñal con cuatro árboles” (1885), es, sobre todo, la expresión plástica y emocional de la melancolía. La misma que a Vincent le suscitó, años atrás, su prima Kee Vos: la joven enlutada con un hijo a la que quiso arrancar de la tristeza porque la amaba con pasión desinteresada [155,157,164]. Deseando crear con ella el hogar familiar que nunca tuvo: las “tres sillas” vacías al abrigo del vergel.

Vincent al incorporar la luctuosa mancha en el jardín, recordaría también haber recibido la noticia de la muerte de Daubigny, al que tanto admiraba, cuando acababa de visitar en Ámsterdam a su prima Kee [120]; afligida, entonces, por el padecimiento de su esposo y a la que retrataría años más tarde (72). Provocando el rechazo sentimental de ésta, poco después de enviudar, la tortuosa relación del artista con la vagabunda y mantenida Sien.

En la parte más asilada del jardín de Daubigny, Vincent pintó la robusta iglesia de Auvers asomando en la penumbra con una perspectiva falsa. Evocando, así, el recuerdo de la torre del cementerio de Nuenen [W22], y el sentimiento shakesperiano de predicación vacía en el interior del templo que le sobrevino cuando fue rechazado por un comité de evangelización [133]. Por otro lado, el fracaso de Vincent como orador, su frustración como amante y el infortunio en su subsistencia como artista, parecen materializarse en el inoportuno “gato negro” que se cruza, en primer plano, ante la mirada atónita del observador: símbolo de la “mala suerte” en el