Obesidad infantil: una epidemia en crecimiento. Abordaje y prevención
Autor principal: Dr. Edder McLoud Sagot
Vol. XVIII; nº 14; 780
Childhood Obesity: A Growing Epidemic. Approach and Prevention
Fecha de recepción: 27/06/2023
Fecha de aceptación: 24/07/2023
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XVIII. Número 14 Segunda quincena de Julio de 2023 – Página inicial: Vol. XVIII; nº 14; 780
Autores:
Dr. Edder McLoud Sagot
Médico general. Hospital Tony Facio, Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), Limón, Costa Rica.
Dra. María José Martínez Peña
Médico general. Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), San José, Costa Rica.
Resumen
La obesidad infantil es un problema de salud pública que se está convirtiendo en una epidemia en crecimiento a nivel mundial. Este artículo aborda el tema de manera integral, enfocándose en el abordaje, manejo y prevención de esta condición. El objetivo del estudio es analizar y proporcionar información sobre la obesidad infantil como una epidemia en crecimiento. En cuanto al abordaje de la obesidad infantil, se resalta la importancia de un enfoque multidisciplinario que involucre a médicos, nutricionistas, psicólogos y educadores. En términos de prevención, se subraya la importancia de la educación y concienciación tanto para los padres como para la comunidad en general. Los resultados demuestran que los enfoques integrales y multidisciplinarios son fundamentales para abordar de manera efectiva la obesidad infantil.
Palabras clave: obesidad infantil, epidemia en crecimiento, abordaje, prevención.
Abstract
Childhood obesity is a public health problem that is becoming a growing epidemic worldwide. This article comprehensively addresses the issue, focusing on the approach, management, and prevention of this condition. The objective of the study is to analyze and provide information about childhood obesity as a growing epidemic. Regarding the approach to childhood obesity, the importance of a multidisciplinary approach involving physicians, nutritionists, psychologists, and educators is emphasized. In terms of prevention, the significance of education and awareness for both parents and the community at large are underscored. The results demonstrate that comprehensive and multidisciplinary approaches are fundamental in effectively addressing childhood obesity.
Keywords: childhood obesity, growing epidemic, approach, prevention. Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses. La investigación se ha realizado siguiendo las pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Elmanuscritoesoriginalynocontieneplagio.Elmanuscritonohasidopublicadoenningúnmedioyno está en proceso de revisión en otra revista. Se han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados. Se han preservado las identidades de los pacientes.
Introducción
La obesidad infantil ha surgido como una epidemia en crecimiento en todo el mundo, representando uno de los mayores desafíos para la salud pública en el siglo XXI. Con su rápida y preocupante prevalencia, esta condición crónica y compleja se ha convertido en una de las principales preocupaciones de salud a nivel global. La obesidad infantil se caracteriza por un aumento excesivo de grasa corporal en los niños y se asocia con una serie de riesgos para la salud y el bienestar a largo plazo.
El problema de la obesidad infantil no solo se limita a los países desarrollados, sino que también afecta a las naciones en desarrollo y a las poblaciones de bajos ingresos. Esta enfermedad de múltiples facetas tiene profundas repercusiones en la morbimortalidad, la calidad de vida y los costos de atención médica. Además, es un problema de salud pública complejo y persistente en Latinoamérica y en las poblaciones latinas de Estados Unidos (1). La prevalencia de la obesidad infantil ha alcanzado proporciones alarmantes, con cifras que indican que alrededor del 30% de la población infantil en todo el mundo sufre de sobrepeso u obesidad (2).
La obesidad infantil es un fenómeno multifactorial que surge de la interacción compleja entre factores genéticos, ambientales y de estilo de vida. La sobreabundancia de alimentos hipercalóricos y la disminución de la actividad física se han identificado como factores significativos en el desarrollo de la obesidad en la infancia (3). Estos cambios en los hábitos alimentarios y el estilo de vida se han visto exacerbados por la transición nutricional y la creciente occidentalización de la dieta, caracterizada por el aumento del consumo de alimentos procesados, altos en grasas, azúcares y sal (4).
La obesidad infantil no solo representa un problema estético, sino que también se asocia con una amplia gama de complicaciones y enfermedades relacionadas con la salud cardiovascular, trastornos endocrinos, problemas respiratorios, alteraciones musculoesqueléticas, trastornos digestivos y problemas psicológicos (3). Estos riesgos para la salud pueden persistir en la edad adulta, aumentando la carga de enfermedad y los costos asociados para los sistemas de salud, las empresas y las personas afectadas (5).
Ante esta creciente epidemia, el abordaje y la prevención de la obesidad infantil se han convertido en prioridades de salud pública a nivel mundial. Se requiere una estrategia integral que abarque la promoción de una alimentación saludable, la promoción de la actividad física, la identificación temprana de factores de riesgo y la implementación de intervenciones preventivas a nivel individual, familiar y comunitario. La colaboración entre profesionales de la salud, educadores, padres y la comunidad en general es esencial para hacer frente a este desafío.
En este artículo, se explora en detalle el abordaje y la prevención de la obesidad infantil, destacando la importancia de la intervención temprana, la promoción de estilos de vida saludables y la creación de entornos favorables. Además, se examinan los desafíos y barreras que enfrentamos en la lucha contra esta epidemia en crecimiento. La comprensión y el compromiso en la prevención y el abordaje de la obesidad infantil son fundamentales para garantizar un futuro saludable y próspero para las generaciones venideras.
Material y Métodos
Para llevar a cabo este estudio cualitativo sobre obesidad infantil, se utilizó una metodología basada en la revisión bibliográfica de artículos médicos especializados. Se realizaron búsquedas exhaustivas en motores de búsqueda de libre acceso, como PubMed, Google Scholar y Scopus, con el fin de obtener una amplia gama de estudios relevantes. Se limitó la búsqueda a artículos publicados desde el año 2016 hasta la actualidad, con el objetivo de utilizar información actualizada y vigente.
Los criterios de inclusión establecidos para la selección de los artículos fueron los siguientes: 1) se incluyeron estudios observacionales que investigaran la obesidad en la población infantil, lo cual permitió obtener una visión amplia y diversa de los factores relacionados con esta problemática; 2) se consideraron únicamente artículos científicos que hubieran sido publicados en revistas médicas revisadas por pares, garantizando así la calidad y validez de la información; 3) se incluyeron estudios que estuvieran directamente relacionados con el diagnóstico, prevención o tratamiento de la obesidad infantil.
Tras la aplicación de estos criterios, se obtuvo un total de 15 artículos científicos que abordaban de manera relevante la temática de la obesidad infantil. Estos artículos fueron cuidadosamente analizados, y se extrajeron los datos relevantes sobre los resultados y conclusiones obtenidas en cada estudio. Se resumieron de manera clara y concisa dichos resultados y conclusiones, permitiendo así la generación de información precisa y fundamentada.
Resultados Obesidad infantil
La obesidad infantil es un problema de salud pública que ha adquirido proporciones alarmantes a nivel mundial. Se caracteriza por un exceso de grasa corporal causado por un desequilibrio entre la ingesta de energía y el gasto calórico (4). A lo largo de las últimas décadas, ha aumentado significativamente su prevalencia y se ha convertido en la enfermedad del siglo XXI debido a su impacto negativo en la salud, la calidad de vida, la morbimortalidad y los costos sanitarios (6).
En América Latina y en las poblaciones latinas de Estados Unidos, la obesidad infantil es un problema complejo y persistente en el ámbito de la salud pública (1). Esta región experimenta un aumento preocupante de la obesidad, especialmente en mujeres y en niños de edades cada vez más tempranas (3). Según datos proporcionados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 58% de los habitantes de América Latina vive con sobrepeso (3).
La obesidad infantil suele iniciarse en la infancia y la adolescencia, y se ha convertido en una importante problemática de salud pública a nivel mundial (3,7). Las cifras de sobrepeso y obesidad en la población infantil son alarmantes, afectando aproximadamente al 30% de los niños a nivel global (2). Se estima que entre 40 y 50 millones de niños en edad escolar son clasificados como obesos, mientras que 200 millones padecen sobrepeso, lo que representa alrededor del 10% de los niños en todo el mundo (3).
El incremento de la obesidad infantil es especialmente preocupante en los países de ingreso económico bajo o moderado, donde la tasa de aumento es hasta un 30% más alta que en los países de ingreso alto (8). Esta disparidad socioeconómica contribuye a la brecha existente en el acceso a una alimentación saludable y a la falta de oportunidades para la práctica regular de actividad física en los niños de entornos desfavorecidos (8).
Además de los factores socioeconómicos, la obesidad infantil puede estar relacionada con diversos factores de riesgo. Entre ellos se incluyen el binging (pérdida de la capacidad para controlar la ingesta de alimentos), la falta de ejercicio, los antecedentes familiares de obesidad, las enfermedades médicas (como problemas endocrinológicos o neurológicos), los medicamentos (como esteroides y ciertos medicamentos psiquiátricos), los cambios estresantes en la vida (como separaciones, divorcios, mudanzas o fallecimientos de familiares), los problemas familiares, la baja autoestima, la depresión y otros problemas emocionales (6).
La pandemia por COVID-19 ha tenido un impacto significativo en la obesidad infantil. El confinamiento y las medidas de cuarentena han llevado a cambios en los hábitos alimenticios, un aumento del sedentarismo y una disminución de la actividad física en los niños (9). Estos factores han contribuido al incremento de nuevos casos de obesidad infantil en varios países, incluyendo Estados Unidos, donde se estima un aumento de aproximadamente el 15% en la prevalencia de obesidad infantil durante la pandemia (9).
Es importante destacar que la obesidad infantil no solo conlleva problemas de salud a corto plazo, sino que también aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas en la edad adulta. La diabetes, las enfermedades cardiovasculares, los trastornos osteomusculares y otras condiciones relacionadas con la nutrición se encuentran entre las principales consecuencias de la obesidad infantil (5). Estas enfermedades no solo generan un alto costo para los sistemas de salud, sino también para las empresas y las personas afectadas, lo que representa una carga económica y social significativa.
Factores de riesgo
El sobrepeso y la obesidad en la infancia son factores de riesgo tempranos de morbilidad y mortalidad en la edad adulta, ya que se asocian a una serie de problemas de salud. Los niños afectados tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades relacionadas con la salud cardiovascular, alteraciones endócrinas, afecciones respiratorias, trastornos musculoesqueléticos, problemas digestivos, trastornos psicológicos, entre otros (3). La obesidad también forma parte del síndrome metabólico y se ha relacionado con enfermedades como enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus tipo 2, apnea del sueño, ictus, osteoartritis y ciertos tipos de cáncer, especialmente los hormono-dependientes (6).
Se ha observado que los padres pueden influir indirectamente en el estilo de vida sedentario de sus hijos, lo que contribuye al desarrollo de la obesidad infantil (4). Además, se ha encontrado una asociación entre el índice de masa corporal (IMC) de la madre y el riesgo de tener un hijo con obesidad, de modo que cada incremento de un punto en el IMC de la madre se relaciona con un aumento de 1,11 veces en el riesgo de tener un hijo con obesidad (10).
Un factor adicional que puede contribuir a la prevalencia de la obesidad infantil es el cambio climático y sus efectos en la agricultura. La inseguridad alimentaria resultante compromete la disponibilidad de alimentos saludables, llevando a determinados grupos poblacionales, incluidos los niños, a recurrir a la comida chatarra, que tiene un alto contenido energético y contribuye a la obesidad en edad pediátrica (7).
La infancia es una etapa crucial en el establecimiento de estilos de vida, patrones y hábitos alimentarios que influirán en el comportamiento alimentario en la edad adulta (2,6). Varios factores, como los estilos de vida familiares, sociales, culturales, físicos y mentales, pueden influir en la obesidad infantil y aumentar el riesgo de problemas cardiovasculares, baja actividad física, problemas psicológicos y baja autoestima (2).
El panorama del sobrepeso, la obesidad y la diabetes en la infancia se explica en parte por la transición nutricional que se ha experimentado a nivel global. Esta transición se caracteriza por la occidentalización de la dieta, el aumento de la disponibilidad y el consumo de alimentos procesados ricos en grasas, azúcares y sal, el aumento de la oferta de comida rápida y alimentos preparados fuera de casa, la disminución del tiempo disponible para la preparación de alimentos, la exposición creciente a publicidad de alimentos industrializados y productos que facilitan las tareas diarias, y la disminución de la actividad física (4).
El sobrepeso y la obesidad infantil pueden llevar a condiciones médicas graves, como enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes mellitus, trastornos del colesterol, enfermedades hepáticas, afectación renal, ciertos tipos de cáncer, trastornos articulares y problemas de salud mental, lo que puede reducir la esperanza de vida de los niños afectados (4).
Además de los problemas de salud mencionados, el sobrepeso y la obesidad en la infancia también se asocian con alteraciones del sistema endocrino. Se ha observado una mayor incidencia de trastornos hormonales, como resistencia a la insulina y disfunción tiroidea, en niños con obesidad (3). Estos trastornos pueden tener implicaciones a largo plazo en el metabolismo y aumentar el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 en la edad adulta (6).
La influencia de los padres en el estilo de vida de sus hijos va más allá del sedentarismo. Además de fomentar hábitos sedentarios, los patrones alimentarios de los padres también pueden influir en la alimentación de los niños. Los niños tienden a adoptar los mismos hábitos alimentarios que sus padres, lo que puede llevar a la adopción de una dieta poco saludable y contribuir al desarrollo de la obesidad infantil (4). Es importante destacar la importancia del modelo parental en la promoción de una alimentación equilibrada y saludable desde edades tempranas.
El entorno social y cultural también desempeña un papel significativo en la obesidad infantil. La disponibilidad y accesibilidad a alimentos no saludables, como comida rápida y alimentos procesados, así como la exposición constante a la publicidad de estos productos, pueden influir en las elecciones alimentarias de los niños (2,3). Además, las normas culturales y sociales relacionadas con la alimentación y el cuerpo pueden influir en la percepción y actitudes hacia la obesidad, lo que puede afectar la autoestima y la imagen corporal de los niños (2).
Diagnóstico
El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de tejido adiposo en el cuerpo. El método más utilizado en la práctica clínica para diagnosticar estas condiciones es la antropometría, y el índice de masa corporal (IMC) es el indicador antropométrico más comúnmente utilizado (3). El IMC se correlaciona con los niveles de grasa corporal y los riesgos de salud asociados, especialmente los factores de riesgo cardiovascular. Un IMC alto se asocia con mayor adiposidad y se ha relacionado con una mayor morbilidad y mortalidad (2).
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad se define cuando el IMC es igual o superior a 30, calculado dividiendo el peso en kilogramos entre la estatura en metros al cuadrado (6,7). En el caso de niños y adolescentes, se utilizan las tablas de la OMS, que establecen que un individuo tiene sobrepeso cuando su IMC está por encima del percentil 85 pero por debajo del percentil 95, y se considera obeso cuando su IMC supera el percentil 95 para su edad y sexo específicos (3,11)
Es importante destacar que los niños con obesidad representan una población hospitalaria especial que puede requerir modificaciones clínicas y educativas para garantizar una atención segura y de calidad en el entorno hospitalario. Estudios previos han revelado que la obesidad en la infancia está asociada con resultados hospitalarios adversos en condiciones específicas, como complicaciones postoperatorias, sepsis y enfermedades comunes que requieren hospitalización, como el asma y la neumonía (12). Estos resultados adversos pueden incluir una estancia hospitalaria prolongada, mayores costos de atención médica, mayor riesgo de infecciones postoperatorias y una mayor probabilidad de ser transferidos a la unidad de cuidados intensivos o de requerir intubación (12).
Las disparidades en los resultados clínicos para los niños con obesidad resaltan la necesidad de implementar modificaciones en la atención médica que se centren en mitigar los riesgos específicos asociados con esta condición. Los niños con obesidad representan aproximadamente el 20% de la población hospitalaria pediátrica, y su prevalencia está aumentando con el tiempo, lo cual refleja la tendencia de la población general (12,6). Esto subraya la importancia de abordar de manera integral la atención hospitalaria para niños con obesidad, con el objetivo de mejorar los resultados clínicos y garantizar la igualdad en la calidad y seguridad de la atención médica.
Tratamiento y manejo
El sobrepeso y la obesidad son el resultado de la interacción de diversos factores genéticos, ambientales y de estilo de vida (4). La obesidad infantil es una condición multifactorial en la que influyen factores como los genéticos, neuroendocrinos, metabólicos, ambientales y socioculturales. Por lo tanto, su prevención y tratamiento requieren un enfoque multidisciplinario y multifacético (7).
La carga genética juega un papel importante en el desarrollo de la obesidad infantil. Se ha observado que si ambos padres son obesos, el riesgo de obesidad en el niño aumenta entre un 69% y un 80%, mientras que si solo uno de los padres es obeso, el riesgo disminuye a un rango del 41% al 50%. Si ninguno de los padres es obeso, el riesgo se reduce significativamente alrededor del 9% (4). Sin embargo, es importante destacar que la genética no es el único factor determinante y que los hábitos de estilo de vida y el entorno también desempeñan un papel crucial en el desarrollo de la obesidad infantil.
La obesidad infantil está asociada con otros factores de riesgo de enfermedades crónicas, y su persistencia en la edad adulta, junto con la falta de éxito en el tratamiento, ha llevado a los organismos internacionales a instar a los gobiernos a implementar medidas preventivas que promuevan una alimentación saludable y la actividad física en los niños (3).
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) ha ampliado sus tablas de crecimiento para ayudar a los pediatras a monitorear de manera más precisa a los niños y adolescentes con obesidad grave. Estas nuevas tablas se basan en datos actualizados y representativos de 1988 a 2016, y permiten trazar el índice de masa corporal (IMC) de los jóvenes hasta un valor de 60 kilogramos/metro cuadrado. Sin embargo, para aquellos niños por debajo del percentil 95, se recomienda seguir utilizando las tablas de crecimiento anteriores. La obesidad infantil ha ido en aumento, con aproximadamente 14.7 millones de niños y adolescentes en los Estados Unidos (casi el 20% de la población) que padecen obesidad, y alrededor de 4.5 millones de ellos presentan obesidad grave (13). Estas nuevas tablas proporcionan herramientas más precisas para el seguimiento y tratamiento de la obesidad en niños y adolescentes.
El abordaje de la obesidad infantil debe tener en cuenta diferentes niveles, desde el individual hasta el grupal y comunitario, y debe adaptarse a la especificidad social y cultural de los grupos intervenidos (14). Es importante considerar las intervenciones contextualizadas que aborden los determinantes sociales y ambientales de la obesidad en los niños.
La obesidad infantil se ha asociado con un aumento en el costo de la hospitalización y mayores tasas de readmisión en niños hospitalizados por diversas condiciones, incluyendo procedimientos diagnósticos y otros diagnósticos específicos. Estos hallazgos resaltan la importancia de dirigir futuras investigaciones hacia grupos de diagnóstico específicos en los cuales los niños con obesidad están en mayor riesgo, y subrayan la necesidad de examinar diferentes resultados clínicos para comprender los riesgos específicos que esta población experimenta durante las hospitalizaciones (12).
Prevención
La prevención del sobrepeso y la obesidad en la infancia es de vital importancia para evitar el desarrollo de esta condición y sus consecuencias negativas a largo plazo. Se ha observado que el consumo de alimentos hipercalóricos y la falta de actividad física están significativamente asociados con el desarrollo de la obesidad (3,10). Por lo tanto, es fundamental promover una alimentación saludable y fomentar la actividad física regular como estrategias clave de prevención.
La etapa escolar desempeña un papel crucial en la modificación de hábitos y comportamientos que pueden prevenir la obesidad infantil (3). Durante este período, es posible implementar intervenciones educativas y promover estilos de vida saludables en el entorno escolar. Además, es importante identificar la prevalencia de la enfermedad en la población y buscar las posibles causas que la determinan, a fin de intervenir en su prevención primaria (3).
El fomento de la actividad física desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de un estado nutricional saludable, mientras que los estilos de vida sedentarios representan un factor de riesgo para el desarrollo de la obesidad y sus comorbilidades (4). En las sociedades occidentales, incluidos los niños, se observa una tendencia creciente hacia estilos de vida sedentarios, caracterizados por el descanso, el tiempo frente al televisor, el uso del automóvil para ir a la escuela y la reducción de la actividad física (4). Por lo tanto, es fundamental promover la actividad física regular y reducir el tiempo dedicado a comportamientos sedentarios, como el tiempo frente a las pantallas, para prevenir la obesidad en la infancia.
Las intervenciones efectivas dirigidas a prevenir el sobrepeso y la obesidad en la infancia incluyen diferentes enfoques. En primer lugar, es importante promover la lactancia materna como un componente clave de la alimentación saludable en los primeros meses de vida (5). También se debe realizar una vigilancia del crecimiento del niño para identificar posibles problemas de peso y brindar consejería nutricional con un enfoque de alimentación responsiva, tanto en entornos de atención médica como en visitas domiciliarias (7). Para prevenir la obesidad en los preescolares, se recomienda implementar intervenciones que incluyan componentes conductuales, como la promoción de la actividad física y la alimentación saludable, y que involucren activamente a los padres (5).
El deporte y las interacciones sociales que se generan a través de él también desempeñan un papel importante en la prevención de la obesidad infantil. La participación en actividades deportivas mejora las competencias y cualidades de los niños, promoviendo la cooperación, la comunicación, la disciplina y el trabajo en equipo, lo cual puede prevenir problemas sociales en el futuro, como la delincuencia, el uso de alcohol y drogas, y la violencia familiar (2). Asimismo, las intervenciones educativas sobre nutrición en las escuelas primarias son una estrategia prometedora en la prevención y el tratamiento de la obesidad infantil. Se pueden proporcionar consejos prácticos, como reducir el consumo de bebidas azucaradas y aperitivos poco saludables, para fomentar una alimentación equilibrada y promover la salud en general (2).
Discusión
La obesidad infantil se ha convertido en un desafío global para la salud pública en las últimas décadas. Con su prevalencia en constante aumento, se ha convertido en una preocupación alarmante debido a sus graves implicaciones para la salud y el bienestar de los niños. La obesidad en la infancia está asociada con una serie de problemas de salud, como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, trastornos musculoesqueléticos y trastornos psicológicos, entre otros (3). Además, la obesidad infantil tiende a persistir hasta la edad adulta, lo que aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas y reduce la esperanza de vida de los individuos afectados (5).
El abordaje de la obesidad infantil requiere una estrategia multidisciplinaria que involucre a diversos actores, incluidos profesionales de la salud, educadores, padres y la comunidad en general. Es fundamental adoptar un enfoque integral que considere los factores genéticos, ambientales y de estilo de vida que contribuyen al desarrollo de la obesidad en los niños (4). Los profesionales de la salud desempeñan un papel clave en la identificación temprana, el diagnóstico y el tratamiento de la obesidad infantil. Además, se requiere la colaboración de educadores y padres para fomentar estilos de vida saludables y promover una alimentación equilibrada y la actividad física regular en el entorno escolar y familiar (7).
La prevención de la obesidad infantil es fundamental para frenar su crecimiento alarmante. Para ello, es necesario implementar intervenciones en diferentes niveles. A nivel individual, se deben promover la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida y la alimentación complementaria adecuada, basada en una alimentación responsiva (5). La vigilancia del crecimiento del niño y la consejería nutricional son herramientas efectivas para identificar y abordar los factores de riesgo de obesidad en etapas tempranas (5).
A nivel comunitario, es esencial promover entornos saludables que fomenten la actividad física y una alimentación equilibrada. Esto implica la implementación de políticas y regulaciones que restrinjan la publicidad de alimentos no saludables dirigida a niños, así como el fomento de espacios seguros y accesibles para la práctica de actividades físicas (3). Además, es importante involucrar a las escuelas en la promoción de la actividad física regular y la educación nutricional, mediante programas educativos y la provisión de opciones saludables en los comedores escolares (2).
A pesar de los esfuerzos realizados, existen desafíos y barreras en la prevención y el abordaje de la obesidad infantil. Uno de los principales desafíos es la influencia de factores genéticos y predisposición familiar, que pueden dificultar la implementación de cambios en el estilo de vida (4). Además, la disponibilidad y el acceso a alimentos saludables pueden ser limitados en algunas comunidades, lo que contribuye a la persistencia de hábitos alimentarios poco saludables (7).
Asimismo, la promoción de la actividad física puede verse obstaculizada por la falta de espacios seguros y oportunidades para la práctica de actividades físicas en entornos urbanos (2).
Conclusión
En conclusión, la obesidad infantil representa una epidemia en crecimiento que requiere una respuesta urgente y coordinada por parte de los diversos actores involucrados en la salud y el bienestar de los niños. La implementación de intervenciones efectivas para prevenir y abordar esta condición debe basarse en un enfoque multidisciplinario que involucre a profesionales de la salud, educadores, padres y la comunidad en general. Es fundamental comenzar desde las etapas tempranas de la vida, promoviendo una alimentación saludable y la actividad física regular. Esto implica educar a los padres sobre las prácticas alimentarias adecuadas, fomentar la lactancia materna, supervisar el crecimiento de los niños y promover una alimentación complementaria saludable.
La creación de entornos saludables también desempeña un papel crucial en la prevención de la obesidad infantil. Esto implica la implementación de políticas reguladoras que limiten la disponibilidad y publicidad de alimentos poco saludables, así como la promoción de entornos seguros y accesibles para la práctica de actividades físicas. Los programas educativos que promueven la adopción de hábitos saludables en entornos escolares también son estrategias efectivas. No obstante, para lograr un impacto significativo en la reducción de la obesidad infantil, es necesario superar los desafíos y barreras existentes. Esto incluye abordar la influencia genética y familiar en el desarrollo de la obesidad, así como garantizar el acceso equitativo a alimentos saludables, especialmente en comunidades desfavorecidas. Además, se deben fortalecer los sistemas de atención de salud para identificar y abordar de manera temprana los factores de riesgo de la obesidad infantil.
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