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Patologías más frecuentes del trastorno mental grave

Para evaluar la obesidad se suelen utilizar tablas con IMC (Índice de Masa Corporal) porque guardan una buena correlación con el contenido corporal de lípidos. Un IMC de 25 o más se considera sobrepeso, de 30 o más se considera obesidad y de 40 o más se considera obesidad mórbida. Hay que tener en cuenta que no sólo la grasa puede contribuir a aumentar el peso corporal, también la masa muscular, el agua extracelular, la masa ósea o todos estos elementos.

Se debe medir la grasa subcutánea, se puede realizar una medición del espesor del pliegue corporal con plicómetros de precisión. De los cuatro pliegues cutáneos más empleados, el pliegue ubicado sobre el músculo tríceps es el más accesible y el que se puede determinar con mayor confiabilidad. Otra medición utilizada es la relación entre la cintura y la cadera. La circunferencia de la cintura se mide en posición de pie entre el extremo inferior de la última costilla y el extremo superior de la pelvis. La circunferencia de la cadera se mide a la altura de los trocánteres mayores. Una relación superior a 0,88 en las mujeres y superior a 1 en los hombres indica un patrón de distribución androide de la grasa abdominal, que se asocia fundamentalmente con complicaciones cardiovasculares. Si la relación es baja predomina el patrón ginecoide, que se ascia con menor riesgo para la salud. Esta medición es útil sobre todo en los casos de sobrepeso moderado para determinar si es necesario reducir el peso corporal.

La causa de la obesidad se relaciona con un aporte energético superior a los requerimientos. El ingreso de energía que realizamos cuando seleccionamos ciertos alimentos depende del sabor, la crianza, el ambiente durante la comida, factores psicológicos, el tamaño de las porciones….Los requerimientos dependen de la actividad física durante el trabajo y el ocio. Ambos factores están sujetos a componentes hereditarios. La medida principal para alcanzar la reducción de peso consiste en la disminución de la ingesta. Si ésta disminuye por debajo de 1500Kcal/d es probable que se desarrollen deficiencias nutricionales. Los programas de reducción de peso es preciso se fundamenten en tres pilares: dieta, modificación de la conducta y ejercicio.

Diabetes Mellitus y síndrome metabólico (síndrome X o síndrome de resistencia a la insulina)

Con este nombre se designa a todas las formas de hiperglucemia aguda y crónica con alteraciones del metabolismo de los hidratos de carbono y los lípidos. Existe un compromiso en la retroalimentación normal de la secreción de insulina dependiente de la glucosa en las células beta-pancreáticas o la interacción normal de la insulina con sus células diana.

El síndrome metabólico o síndrome X, la alteración de la tolerancia a la glucosa y la diabetes gestacional deben considerarse grados diferentes del mismo defecto primario, cuya forma más extrema es la Diabetes tipo II con manifestaciones clínicas. Las patologías asociadas a la Diabetes Mellitus se caracterizan fundamentalmente por cambios anatomopatológicos del aparato vascular, seguidos luego por nefropatía.

El síndrome metabólico, síndrome X o síndrome de resistencia a la insulina, se describe como la combinación de una alteración del metabolismo de los lípidos, hipertensión, diabetes Mellitus de tipo 2 y sobrepeso (para diagnosticarlo se necesita la presencia de al menos tres síntomas). Su desarrollo es gradual y comienza con hiperinsulinemia combinada con resistencia a la insulina, una alteración moderada del metabolismo de los lípidos e hipertensión leve. Conforme aumenta el peso el trastorno metabólico se agrava y la presión arterial aumenta.

El tratamiento se basa en dos pilares: nutrición y ejercicio. Se recomienda dieta hipocalórica adaptada a la resistencia a la insulina. Los alimentos muy procesados (con gran cantidad de hidratos de carbono) como por ejemplo la harina refinada y los productos derivados de ella (panes, pastas, etc.), los alimentos ricos en almidón que se calientan en forma excesiva (patatas asadas) y los productos instantáneos, como por ejemplo el arroz instantáneo, son elecciones poco adecuadas y siempre que se pueda deben sustituirse por alimentos sin refinar, preparados en forma cuidadosa para mantener su integridad al máximo (patatas enteras hervidas con piel, arroz integral, pastas integrales).

Se ha confirmado que el ejercicio juega un papel importante en la mejoría de los síntomas clínicos del síndrome metabólico y en el retraso de su progresión. La actividad física reduce la resistencia a la insulina porque estimula la degradación del glucógeno y disminuye las concentraciones de triglicéridos. Esta actividad disminuye además la grasa abdominal sobre todo si se combina con dieta hipocalórica. Un descenso de cinco kilos puede llegar a normalizar uno o varios síntomas del síndrome metabólico.

Enfermedades del metabolismo de los lípidos: hiperlipoproteinemia

La mayoría de los casos de este tipo de enfermedades se debe a una combinación de factores hereditarios y nutricionales. Como factores que influyen fundamentalmente en este tipo de alteraciones destacan: la nutrición hipercalórica con el sobrepeso resultante, la alteración de la composición de los lípidos y el colesterol de los alimentos, así como el consumo de cantidades inapropiadas de hidratos de carbono y fibras. Como consecuencia de estos factores aparece una elevada concentración sérica de triglicéridos. El exceso calórico estimula la síntesis de triglicéridos en el hígado, y se sintetizan lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) con contenido elevado de triglicéridos que se liberan en la corriente sanguínea. La obesidad abdominal suele asociarse con dislipemia y resistencia a la insulina, hipertensión y riesgo de trombosis.

Como tratamiento fundamental se ha de optar por las intervenciones no farmacológicas: pérdida del exceso de peso y realización de una dieta para reducir los lípidos. La farmacoterapia se utilizará si no se pueden alcanzar los valores óptimos después de tres o seis meses de implementación de las otras medidas. También si los valores iniciales son demasiados elevados, y los factores de riesgo global también son importantes.

En las dietas hipolipemiantes se recomienda en general:

  • Alimentos permitidos en cantidades ilimitadas: verduras, caldos, bebidas sin azúcar y agua mineral.
  • Alimentos permitidos con moderación: legumbres (½ taza, 3-4 veces por semana), cereales, patatas (4-5 porciones por día). Una porción equivale a media taza de arroz o pasta sin huevo, una rebanada de pan integral, una taza de cereales. Frutas, 4 porciones por día (excepto plátano y uva); pescado, carne magra, 100g/día. Productos lácteos descremados dos porciones por día; uno o dos huevos por semana; lípidos y aceites, 15 gramos día.

Hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares:

Dentro de las enfermedades cardiovasculares la cardiopatía isquémica es la enfermedad del corazón más frecuente en los países industrializados. Consiste en al falta de alimento (isquemia) al corazón e incluye dos manifestaciones principales: la angina de pecho y el infarto agudo de miocardio. La isquemia se produce porque el aporte de alimento y de oxígeno que llega al corazón a través de la sangre escasea. Esta falta de riego se debe al estrechamiento progresivo de los vasos sanguíneos (arterias coronarias) que alimentan el propio corazón.

El exceso de sodio, azúcar, colesterol o grasa en la dieta puede reducir el tamaño interno de los vasos sanguíneos. El colesterol y las grasas se adhieren a las paredes de los vasos creando placas de ateroma. Con el tiempo estas placas se acumulan y finalmente pueden llegar a cerrar el vaso sanguíneo. Como consecuencia el corazón debe trabajar más procurar la circulación sanguínea por los distintos vasos. El aumento de la presión sobre los mismos ejercida por el caudal de la sangra circulante se denomina hipertensión arterial.

El bloqueo de uno de los vasos del corazón origina una angina de pecho o un infarto de miocardio. Así mismo, el bloqueo de uno de los vasos que conduce al cerebro, origina un infarto cerebral, trombosis o ICTUS. La hipertensión, si se mantiene durante un periodo prolongado, se relaciona con un mayor riesgo de sufrir un ictus cerebral o incluso puede causar problemas renales.