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Proceso de cuidado a usuaria con diagnóstico de óbito fetal fundamentado en la teoría de Dorothea Orem

caso de Chile, en otros países, se considera desde que el feto pesa 350 gramos, y en otros se utiliza el criterio de 28 semanas o 1.000 gramos de peso fetal (4) . Este problema alcanza frecuencias comprendidas entre el 7 a 10 por 1.000 nacidos vivos en la mayoría de los países americanos.

La incidencia de la muerte fetal ha permanecido estable debido al desconocimiento de las etiologías, favoreciéndose la repetición de la muerte fetal en las gestaciones siguientes (5). Las más importantes causas conocidas son infección bacteriana ascendente, anomalías congénitas, pre-eclampsia, desprendimiento placentario y accidentes de cordón. Otras causas corresponden a infartos placentarios, infecciones transplacentarias, trauma fetal, consumo de tabaco, insuficiencia placentaria, sensibilización al factor Rh y diabetes, significando en cuanto a la etiología una gran diversidad (3).

Los factores de riesgo básicamente se basan en tres grandes categorías:

a) Macroambiente: señala la situación económica y cultural de la embarazada;

b) Matroambiente: engloba todas las otras características de la madre, no incluidas en el macroambiente; y

c) Microambiente: factores asociados al feto, placenta, cordón y líquido amniótico. Una incapacidad para detectar los latidos cardiofetales durante el examen físico sugiere muerte fetal, sin embargo, esto no es concluyente y el óbito se debe confirmar mediante un estudio ecográfico (5).

La muerte fetal intrauterina es un evento que puede prevenirse en una proporción considerable de casos, si el control prenatal se respetara en calidad y cantidad; para ello se requiere mayores esfuerzos a fin de educar y llevar conciencia a la población sobre esta verdad. De igual manera es absolutamente necesaria la investigación de las causas que llevaron a una muerte fetal (ya consumada), a fin de prevenir su recurrencia en embarazos futuros y ayudar a afrontar esta difícil situación.

Otra complicación frecuente es la hiperémesis gravídica, que no es más que el hecho de vomitar excesiva y persistentemente durante el embarazo, dicho problema afecta actualmente a una de cada 300 mujeres embarazadas. En caso de no tratarse oportunamente, la madre se verá afectada en el aspecto de nutrición y fluidos necesarios pudiendo amenazar al feto (2).

Seguidamente se encuentra el embarazo ectópico, que se da cuando el huevo es fertilizado y se implanta fuera del útero, frecuentemente en las Trompas de Falopio, las cuales no son aptas para sostener un embrión creciente, el huevo fertilizado no puede desarrollarse debido a la estrechez y delgadez de las paredes, secundando al estiramiento y estallando, produciendo en la mujer una hemorragia interna y poniendo en riesgo la vida de la misma. Los embarazos ectópicos ocurren en siete de cada 1.000 embarazos, sin embargo, la muerte ocurre solo en uno de cada 2.500 casos. También es motivo de sangrado al implantarse en el abdomen, en los ovarios o en el cérvix, apareciendo síntomas entre las 6 y 12 semanas de gestación con dolor severo unilateral abdomino-pélvico, masa abdominal palpable, nauseas y vómitos, teniendo que recurrir a tratamiento quirúrgico (2).

Para diferenciar la muerte intrauterina se realiza el contraste con el aborto espontáneo definiéndolo como la pérdida de un embarazo antes de las 20 semanas de gestación, teniendo una incidencia entre 15 y 20% de todos los embarazos, ocurriendo un 80% de estos abortos dentro de las primeras 12 semanas, resaltando que no se ha comprobado ninguna relación con el ejercicio, sexo, trabajo, levantar objetos, ni por las náuseas o vómitos, y es improbable que una caída, o una tensión emocional puedan causarlo (2).

Del 50 al 70 por ciento de los abortos que tienen lugar durante el primer trimestre son el resultado de anomalías cromosómicas en el óvulo fecundado. La mayoría de las veces, esto significa que el óvulo o el esperma tienen un número equivocado de cromosomas, y como resultado, el óvulo fecundado no se puede desarrollar normalmente (2). En algunos casos, un aborto es consecuencia de problemas que ocurren durante el delicado proceso del desarrollo temprano. Esto incluye un óvulo que no se implanta adecuadamente en el útero o un embrión que tiene defectos estructurales que le impiden desarrollarse (3).

Existen factores de riesgo que predisponen a las complicaciones siendo clasificados en grupos: los de alto riesgo materno como lo son la edad, que está en el rango de adolescentes menores de 15 años y mujeres mayores de 35 años, los hábitos y estado nutricional, una estatura muy baja, el abuso de drogas, alcohol, tabaco y un ambiente hostil en el hogar y/o trabajo. El segundo grupo sería el de riesgo paterno, en el que nuevamente es incluido el uso de drogas, alcohol y tabaco, además de las prácticas sexuales y la exposición a peligros ambientales (3).

Tomando en cuenta estos factores se han realizado estudios sobre este tema, destacando el realizado por Hernández P. (2007) titulado “factores personales y aborto en adolescentes”, cuyo objetivo fue conocer los factores personales y la prevalencia de aborto en adolescentes mediante un estudio de tipo descriptivo, retrospectivo y transversal, para lo cual se revisaron los expedientes de un hospital de segundo nivel de la región sur del estado de Veracruz, utilizando una cédula como recolección de datos, para indagar información relacionada con los factores personales y antecedentes gineco-obstétricos y llevando a la conclusión a su vez relacionada con la presente investigación de que el promedio de edad para la realización u ocurrencia de los abortos es de 17 a 19 años, con estado civil de concubinato, dedicadas a las labores del hogar, con escolaridad promedio de primaria terminada, procedentes de zonas urbanas y que no practican ninguna religión, con menarquia en promedio de 12 años de edad, con inicio de vida sexual activa antes de los 15 años y destacando primigestas que abortan entre la octava y la onceava semana de gestación ingresando a los centros de salud con diagnósticos de abortos incompletos y con un egreso post operatorio de legrado uterino (6).

A su vez otra investigación realizada por Strickler, J. (2001), titulada “El aborto clandestino en América Latina, perfil de una clínica” cuyo objetivo fue dar a conocer las características de las mujeres que pueden obtener este procedimiento realizado por personal capacitado que trabaja en condiciones sanitarias adecuadas. Los análisis de los registros médicos de 808 pacientes de un servicio urbano de aborto clandestino en América del Sur fueron complementados con observaciones clínicas realizadas durante seis semanas en 1995 llegaron al resultado de que casi nueve de 10 pacientes habían cursado por lo menos enseñanza secundaria, cerca del 75% tenían menos de 30 años y un porcentaje similar no estaban casadas.

El 54% nunca