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Propuestas de mejora sobre el uso inadecuado de las urgencias extrahospitalarias

médico; o a través de programas divulgativos en televisión que explican con todo lujo de detalles las alternativas a nuevos tratamiento, nuevas tecnologías, etc.), ahora es imposible dar marcha atrás y arrebatárselo todo.

En época de bonanza, esto marcaba la diferencia en el sistema sanitario español, uno de los más considerados en el mundo, pero ahora, en época de crisis y recortes continuos, sencillamente, es inviable. Y pretendemos culpar a los pacientes del gasto que generan, cuando hemos sido nosotros los que los hemos inducido a formar parte del sistema y del problema.

Y es en estos momentos, tan crudos, rodeados de precariedad y necesidad, cuando la sanidad debería apoyar más a los usuarios y ponerse a su disposición, sin olvidar, eso sí, la coyuntura actual, porque la escasez de recursos no debe utilizarse como una excusa para eliminar la oferta sanitaria actual, sino como medida para enseñar a hacer un uso adecuado de los mismos de manera eficaz y eficiente. Y eso, no se consigue de otra forma que concienciando a los pacientes y educándolos.

Es imposible que los pacientes no urgentes no acudan a Urgencias, es un derecho que han adquirido y les hemos otorgado, pero ¿sería posible que adecuasen su uso y lo hicieran de forma más racional?

En el momento actual, no. Nadie estaría dispuesto a cambiar un sistema educativo desde la raíz; en el que se enseñara desde los colegios, no medicina, pero sí, por ejemplo, lo que es un proceso banal y un proceso urgente y dónde se debe solucionar cada uno.

De la misma forma que aprendemos a usar un sistema global en la escuela, yendo a la panadería a comprar el pan, al taller mecánico a reparar el coche o a la peluquería a cortarnos el pelo, lo normal sería que sus ciudadanos aprendiesen a dirigir sus necesidades de salud adecuadamente, lo que conllevaría aumentar la satisfacción del paciente al ser atendido rápidamente al disminuir la espera; a mejorar el coste económico al no ser redirigido, de Urgencias a su médico y viceversa, con el consiguiente gasto en cada nivel; a no fomentarle una dependencia brutal a los medicamentos; a conseguir muchos logros en salud, en definitiva, invertir en prevención y no en tratamiento.

El sistema sanitario español está pensado para atender a enfermos y curarlos y, no tanto, para prevenir la enfermedad y promocionar la salud. Invertimos menos del 1-2% del total del gasto sanitario en prevención e investigación y desarrollo de nuevas estrategias preventivas.

Afirmar que prevenir es mejor que curar, es un concepto aceptable para todos y políticamente correcto. Por lo tanto, la promoción de la salud y la prevención de las enfermedades, puede influir favorablemente en la frecuencia de aparición de éstas o en su gravedad y en el consiguiente gasto que generan.

El objetivo de la prevención y la promoción de la salud no sería, lógicamente, prevenir lo inevitable (la muerte), sino intentar que vivamos una vida lo más saludable posible y libre de enfermedad. George Bernard Shaw lo reflejó en su obra El dilema del médico: “Utilice su salud lo mejor que pueda y no trate de vivir eternamente, no lo conseguirá”.

Sin embargo, la resistencia a la prevención y promoción de la salud tiene muchos aliados, desde la existencia de poderosos conflictos de intereses o intereses contrapuestos (los beneficios comerciales derivados del negocio de tratar, son muy superiores a los del negocio de prevenir), hasta el simple escepticismo respecto a su utilidad y efectividad.

Otra crítica a la prevención, la respalda el hecho de que si vivimos más tiempo (gracias a ella), nuestra sociedad tendría que mantenernos también más tiempo, con el consiguiente gasto que generaríamos, pero el error de este planteamiento es enorme y cae desde sus bases: la salud es un derecho y un bien, no es algo que se pueda comprar para ahorrar dinero a la larga.

Lo que es cierto, y debemos tenerlo muy en cuenta, es que se puede y se debe invertir en salud de forma más eficiente.

De todas formas, tenemos claro que en tiempos de crisis, no parece que reclamar un aumento del presupuesto sanitario para invertir en educación y prevención sea una propuesta con grandes posibilidades de éxito, pero no debe ser un impedimento para que aumentemos nuestra atención e inversiones en promocionar la salud, desde los Servicios de Urgencias Extrahospitalarios, Hospitalarios y desde Atención Primaria, movidos por un interés personal y propio (queremos vivir más y mejor) y por un interés común (buscar una mayor estabilidad económica en nuestro sistema sanitario).

Sabiendo lo que hay que hacer, sólo queda movilizar los recursos personales y sociales, para lograr su consecución, es decir, lograr vivir de forma más saludable.

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