Es dejar que el paciente vaya hablando, sin interrumpirle en su discurso, para evitar que algo importante se quede sin decir; algo que puede tener relación con falsas creencias que convendrá reconvertir, con falsas esperanzas que convendrá redefinir…
Silencio
Es una capacidad muy importante: el silencio del médico cuando el paciente dice: «Veo que esto va mal» confirma que éste también lo piensa. Además de ayudar en la confirmación de malas noticias, el silencio permite que el paciente reflexione sobre lo hablado y le permite expresar emociones sin sentirse limitado, vulnerable, débil, humillado, avergonzado, culpabilizado o incómodo. Emplear el silencio, en la comunicación clínica, cuesta mucho a los médicos, ya que su preparación se ha dirigido a la acción y, casi exclusivamente, a la acción de curar. Resulta más fácil hacer y decir delante del paciente que callar y esperar. La práctica en callarse hace que sea una parte más de nuestra forma de comunicarnos con los pacientes.
Existe un consenso en la literatura mundial que enfatiza la necesidad de incorporar técnicas de comunicación en la educación médica, los distintos métodos señalados anteriormente enfatizan la importancia de prepararse para la entrevista, ser empático y dar malas noticias. La discusión de pronóstico y las opciones de tratamiento en el contexto paliativo es un tema fundamental y un reto en la Oncología actual, debido a que se ha encontrado que dentro de las principales preocupaciones de los pacientes en manejo paliativo son: el miedo a la muerte, al dolor, el cambio en las relaciones interpersonales, pérdida de roles y limitaciones económicas. Lo cual nos lleva a considerar que los profesionales de la salud deben adaptar la información a las necesidades de cada enfermo y su familia, así como tener la honestidad para aceptar los éxitos y fracasos en la comunicación. Nuestro equipo recomienda siempre personalizar e individualizar la divulgación de las malas noticias, pues de ello depende la toma de decisiones con dignidad al final de la vida.
En definitiva es el médico quien debe dar las malas noticias y para hacerlo debe tener en cuenta los siguientes pasos para que esta labor se haga menos complicada.
- Sentir capacidad de mostrar empatía con el enfermo
- Graduar, en lo posible, la información negativa que se proporciona (verdad soportable)
- Proporcionar mensajes cortos y con esperanza
- No mentir para fomentar la confianza.
- Ser asequible y disponible ante cualquier inquietud
- Procurar que la información proporcionada sea congruente con la aportada por otros profesionales.
- Facilitar las condiciones para que el enfermo y sus familiares puedan expresar libremente sus emociones: llanto, ira, etc.
- Saber aguantar los silencios.
- No temer el preguntar, nunca dar las respuestas por entendidas.
- Ser capaz de escuchar con atención al paciente sin interrumpirlo.
- Ser capaz de explorar los temores, preocupaciones y recursos del paciente y sus familiares:
– ¿Qué es lo que más le preocupa?
– ¿Necesita más información?
– ¿Qué desea conocer y que no desea conocer?
– ¿Cuáles son sus deseos?
– ¿Cómo se siente?
- Evitar la sobreprotección del enfermo y fomentar en él la percepción de control.
- Ayudarle a priorizar objetivos, ofreciendo alternativas y sugiriendo posibles caminos
- Nunca rendirse y pedir apoyo psicológico o del equipo de salud, principalmente del médico familiar que representa el profesional de cabecera o de confianza de los pacientes.
- Tener presente que siempre hay cosas que se pueden hacer.
Conclusiones
La comunicación de malas noticias (excepto en los casos de urgencia o crisis) ha sido entendida como un proceso de acompañamiento del paciente y sus familiares en el tiempo en el cual se reflexiona en conjunto sobre las decisiones a tomar. Este proceso se da en el contexto de una relación de ayuda íntima y personal con el paciente, donde se comparte no sólo información sino que también angustias, incertidumbres y temores. Comenzamos sugiriendo que una mala noticia no sólo es difícil de oír sino que también de decir. De allí que el ocultamiento de la verdad fundamentado en el principio de no maleficencia, pareciera no sólo intentar proteger al paciente de un daño sino que también al profesional de sus propios sentimientos al tener que revelarla.
Considerando que la manera cómo se comunica una mala noticia tiene un efecto profundo en los pacientes, familiares y en el mismo profesional, se enfatiza la importancia de generar instancias educativas que permitan flexibilizar este proceso comunicacional identificando las propias dificultades y reconociendo que los pacientes presentan distintas necesidades y preferencias.
Como se puede observar, la entrega de malas noticias en la práctica médica ha sido indagada en el segundo y el tercer nivel de atención, en la comunicación de diagnósticos graves o incapacitantes; es imperioso realizar estrategias educativas enfocadas al personal médico en formación para el primer nivel de atención, en el cual los pacientes, familiares o acompañantes recibirán los resultados una gran gama de padecimientos crónico degenerativos que afectarán en mayor o menor medida a la integridad del individuo y la familiar.
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