Religión y salud, revisión de la literatura
Autor principal: Uriel Orlando Gama Gallegos
Vol. XVII; nº 5; 198
Religion and health, a bibliographic review
Fecha de recepción: 10/06/2021
Fecha de aceptación: 08/03/2022
Incluido en Revista Electrónica de PortalesMedicos.com Volumen XVII. Número 5 – Primera quincena de Marzo de 2022 – Página inicial: Vol. XVII; nº 5; 198
Autores:
Uriel Orlando Gama Gallegos (1), Arturo Salazar Campos (2), Sirley Muegues Villero (3)
1.- Maestrante en Salud Pública. Instituto de Estudios Superiores Elise Freinet. Especialista en Medicina Interna, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (Pachuca-México)
2.- Maestro en Salud Pública. Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Académico del Instituto de Estudios Superiores Elise Freinet (Pachuca-México)
3.- Bacterióloga MSC en Epidemiología, Universidad de Pamplona-Unilibre (Colombia)
Resumen:
En la búsqueda de diferentes modelos y teorías para explicar el proceso de salud-enfermedad del ser humano, la religión y la espiritualidad han pasado a ocupar un lugar destacado dentro de la medicina, dando motivo de incontables estudios, tratando de responder a la pregunta de si las creencias y prácticas de este tipo pueden contribuir a la modificación de las tasas de morbimortalidad, preservación de la vida o esperanza de vida. En el presente artículo se hace una revisión bibliográfica del tema en cuestión, se aprecian las posibles explicaciones de estas relaciones, así como la importancia que puede tener en la atención integral que brindan los profesionales de la salud.
Palabras Clave:
religión, salud
Abstract:
In the search for different models and theories to explain the human health-disease process, religion and spirituality have come to occupy a prominent place within medicine, giving rise to countless studies, trying to answer the question of whether beliefs and practices of this type can contribute to the modification of rates of morbidity and mortality, preservation of life or life expectancy. This article makes a bibliographic review of the subject in question, the possible explanations of these relationships are appreciated, as well as the importance it may have in the comprehensive care provided by health professionals.
Keywords:
religion, health
Declaración de buenas prácticas
Los autores de este manuscrito declaran que:
Todos ellos han participado en su elaboración y no tienen conflictos de intereses
La investigación se ha realizado siguiendo las Pautas éticas internacionales para la investigación relacionada con la salud con seres humanos elaboradas por el Consejo de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS) en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS) https://cioms.ch/publications/product/pautas-eticas-internacionales-para-la-investigacion-relacionada-con-la-salud-con-seres-humanos/
El manuscrito es original y no contiene plagio
El manuscrito no ha sido publicado en ningún medio y no está en proceso de revisión en otra revista.
Han obtenido los permisos necesarios para las imágenes y gráficos utilizados.
Han preservado las identidades de los pacientes.
Introducción
Existen diferentes modelos y teorías, para explicar el proceso de salud-enfermedad desde el nivel individual como en el nivel comunitario. En los últimos años han cobrado más importancia los modelos que tratan de explicarlo desde una concepción holística, tomando en cuenta ámbitos sociales, económicos, políticos, ecológicos, entre otros; en contraste directo con el modelo biomédico imperante actualmente en la medicina. De ahí surgen factores que, aunque estudiados, aún entrañan dificultades para su correcta investigación y análisis dado sus características propias, este es el caso de la religión. [1]
La atención médica integral requiere el conocimiento de las dimensiones físicas, mentales, sociales y espirituales. La omisión de cualquiera de estos aspectos resulta en una atención incompleta que puede generar una sensación de frustración e interferir en el proceso de curación de los pacientes. [2]
La religión, de acuerdo con el interés y al número de trabajos que ha suscitado en el ámbito de la salud, ha pasado a ocupar un lugar destacado dentro de la Medicina, por ese motivo se debe prestar atención a su expresión individual y a su connotación comunitaria, pues la presencia o no de las creencias y prácticas de este tipo, pueden contribuir a la modificación de las tasas de morbi-mortalidad, de la preservación de la salud e incluso, de la esperanza de vida. [1]
En principio debemos entender qué es la religión. Proviene del latín religió, -onis., y se entiende como el conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto, según lo estipulado por la Real Academia de la Lengua Española. [3]
Coincidentemente, la espiritualidad y la religión son una parte fundamental de la vida de muchas personas, por lo que se hace necesario que el equipo de salud las considere para el enfrentamiento terapéutico, no solo por las razones éticas y legales, sino por las implicaciones en la morbilidad, mortalidad, calidad de vida e incluso económicas. [4]
Una de las preguntas centrales sobre los factores de la religión y espiritualidad y la salud, son sus efectos causales en la mortalidad y morbilidad. Esto es, ¿si la gente que es mayormente espiritual o religiosa experimenta de forma diferente, y quizás con menor riesgo la posibilidad de morir, y/o diferentes o menores probabilidades de enfermar? Estas preguntas resultan ampliamente pertinentes al campo de la salud pública y la epidemiología. La evidencia disponible ha revelado que los factores asociados con la religión y espiritualidad son predictivos, con varios grados de consistencia, de mortalidad, varios tipos de morbilidad, discapacidad y mediciones sobre autopercepción de salud. Estudios sistemáticos recientes, han reportado de forma preponderante que la religión-espiritualidad está asociada con la morbilidad, incluyendo menores tasas de enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedad pulmonar, demencia y discapacidad, así como mejores perfiles en las mediciones fisiológicas que incluyen reactividad cardiaca, inflamación y colesterol. [5]
El objetivo de este estudio fue realizar una revisión sistemática sobre la religión y su influencia en el proceso salud-enfermedad basado en la evidencia científica obtenida por diversos estudios. Se practicó una búsqueda en la red, con ayuda de buscadores académicos, con las palabras clave: salud, enfermedad, religión, y se seleccionaron las bibliografías más relevantes y pertinentes a los propósitos de la investigación.
Medición de religión
Investigadores en el área de la salud, que buscan incluir los dominios de la religión y la espiritualidad en sus estudios, típicamente se encuentran con diversos problemas. Pocos investigadores de la salud cuentan con una formación académica en religión y la mayoría no conocen la larga historia de intentos de conceptualizar y medir las múltiples dimensiones de religiosidad que existen [6], [7].
Es bastante claro que las variables religiosas y de espiritualidad no pueden simplemente ser combinadas en una escala única que examine el efecto de dicha variable de forma singular “religiosidad”, por el contrario, cada dimensión relevante de la religión y espiritualidad debe de ser examinada de forma separada por sus efectos en la salud física y mental. [8]
Existen diversas razones por las cuales la dimensión actitudinal es adecuada para medir diversos aspectos de la religiosidad de las personas. [9]
A nivel conceptual, las actitudes están fuertemente arraigadas y son relativamente estables en contraste con los comportamientos y las opiniones. En el ámbito de la medición se han desarrollado técnicas sofisticadas y bien establecidas para evaluar las actitudes, por lo que el estudio de la religión puede construirse sobre dichas bases. Es posible acceder a la dimensión actitudinal de la religión por medio de instrumentos que funcionan de manera estable a lo largo de un Amplio rango de edades, es decir, los reactivos están formulados de tal manera que son igualmente fiables durante la niñez, adolescencia y adultez. Actualmente existen al menos seis escalas desarrolladas por Leslie J. Francis desde 1970, en las cuales se reconoce a la religión como un constructo multidimensional que incluye aspectos de afiliación, creencias y prácticas. Dichas escalas se han aplicado en niños, adolescentes y adultos. La más utilizada a la fecha es la Escala de Actitud hacia el cristianismo [9] [10], compuesta por 24 reactivos positivos y negativos pertenecientes a cinco componentes de la fe cristiana: Dios, Jesús, la Biblia, rezar y la iglesia. Cada reactivo se evalúa en una escala tipo Likert de cinco puntos (totalmente de acuerdo, de acuerdo, inseguro, desacuerdo y totalmente desacuerdo), generando un rango de puntuaciones de 24 a 120, donde altos puntajes indican una actitud positiva hacia el cristianismo. Esta escala integra las creencias de la fe cristiana [9] [11] [10] y ha sido traducida a varios idiomas. [12]
Otros instrumentos validados para estudiar las relaciones entre salud y religiosidad/ espiritualidad, que se pueden mencionar son: el cuestionario SpREUK-P, la escala del involucramiento espiritual y creencias que también fue validado en idioma griego, en una muestra de pacientes con cáncer avanzado, el Spirituality Index of Well-Being (SIWB) que es un instrumento diseñado para medir una dimensión de la espiritualidad vinculada al bienestar subjetivo, y las preguntas HOPE [13]
De acuerdo con Levin y Vanderpool [14] El poder explicar cómo las tradiciones religiosas particulares varían con respecto a sus menores o mayores énfasis sobre características comunes de la religión, les permitió deducir tres grandes grupos representativos (según sus énfasis): religiones Sacramentales, religiones Proféticas, y religiones Místicas. En general, las religiones Sacramentales se enfocan sobre lo que es sagrado, tanto expresado como simbolizado a través de cosas naturales (objetos, lugares, personajes, comida, bebida) y sobre acciones humanas y comportamientos correspondientes a estas cosas. Los rituales son el centro fundamental de las religiones sacramentales. Las religiones Proféticas ubican lo que es sagrado primeramente en expresiones humanas (por ejemplo, la palabra sagrada) más que a través de las manifestaciones de la naturaleza. Las acciones, personajes y enseñanzas de personas inspiradas son conservados en libros sagrados, la respuesta a los cuales podría ser aceptación y obediencia. Los rituales se centran en recitar, reflejar y celebrar el significado de la Palabra; esto cultiva actitudes normativas y sentimientos, así como reflexión moral. Las religiones Místicas ponen atención a las experiencias particulares, al grado que rituales, credos, libros sagrados y objetos naturales pueden ser vistos como “sustitutos insignificantes” de las experiencias inefables de lo sagrado. Los ejercicios contemplativos para los propósitos de unirse con (e identificarse con) lo divino, son prioridades más allá de la doctrina, el criticismo ético y los ritos sociales.
Relación entre religión y salud-enfermedad. Antecedentes
La investigación empírica sobre el papel de los factores religiosos en la salud y la enfermedad data del siglo XIX, especialmente con la publicación en 1897 de la obra clásica de E. Durkheim El Suicidio. Para Chatters et al. [15] y colaboradores, este trabajo era característico de los esfuerzos para delinear lo que llegó a ser conocido como el triángulo epidemiológico o el modelo agente-anfitrión-ambiente de la causalidad de la enfermedad a nivel poblacional. La identidad religiosa –del mismo modo que la raza, la etnicidad, la nacionalidad, y la clase social- fue descubierta para ser una fuente potencial de variación en la morbilidad y la mortalidad, y tanto la salud pública como los investigadores médicos comenzaron en serio a examinar tales índices en relación con las variables religiosas. Especialmente desde el decenio de 1950, se comenzó a poner más atención a los determinantes ambientales, sociales, psicológicos, y conductuales de la salud, incluyendo la identidad religiosa y su práctica.
Como ejemplo de esta aseveración, se comenta un Meta-análisis realizado por Chida et al. [16] que se encargó de sintetizar 69 estimaciones de 28 publicaciones, en poblaciones catalogadas como saludables y 22 estimaciones de 11 publicaciones en poblaciones catalogadas como enfermas. En ellos se reporta que la religión-espiritualidad estuvo asociada con una menor mortalidad en la población sana (18% menor riesgo de muerte. Hazard Ratio HR = 0.82, 95% CI 0.76-0.87), pero no en la población enferma (HR = 0.98, 95% CI = 0.94–1.01). Los efectos protectores permanecieron significativos cuando los análisis se restringieron a poblaciones sanas. En estas mediciones, se ha mostrado también el efecto predictivo empírico en menores tasas de algunas causas específicas de mortalidad. En dicho estudio además reportaron que el complejo religión-espiritualidad estuvo asociado con menores tasas de mortalidad por causas cardiovasculares (HR = 0.72, 95%CI = 0.58–0.89), basado en 6 estudios en población sana. Sin embargo, este metaanálisis no encontró asociación entre la dupla religión-espiritualidad con la tasa de mortalidad por cáncer en 4 estudios (HR = 1.01, 95%CI = 0.89–1.15).
En 2010 la relación entre religión-espiritualidad y mortalidad por causas gastro-intestinales y respiratorias fueron investigadas en dos estudios de grandes poblaciones, donde ambos reportaron que la asistencia a centros de adoración predecía significativamente menores tasas especificas por cada una de estas causas de muerte específica. [5]
El carácter intrínseco de la religión (que incluye: la fe, la oración, la lectura personal de las escrituras, el meditar, etc.) ha sido motivo también de análisis, con conclusiones favorables a los beneficios que aportan a la salud. Como ejemplo de ello se tiene el artículo publicado por Loewenthal et al. [17] en el Reino Unido, quienes estudiaron la eficacia de la religión como afrontamiento ante la depresión, entre cristianos, hindúes, judíos, musulmanes, otras religiones y personas no religiosas, siendo los musulmanes los que mostraron una más fuerte creencia en ella y por tanto la búsqueda preferencial de su apoyo antes que la de los recursos sociales (entre los que se incluye al médico), al compararlos a los restantes grupos. La oración, por su parte, entre otros integrantes de la actividad intrínseca, ha pasado a constituirse en uno de los más significativos por la influencia positiva que ejerce en el mantenimiento y restitución de la salud, o en la prolongación de la vida de quienes la emplean [18], [19]); y en los últimos años el interés por su estudio se ha ampliado, al extenderse el dominio de la oración no sólo hacia la propia persona que la realiza, sino, hacia el influjo que ejerce a distancia sobre otras personas.
Desde que Byrd [20] diera a conocer sus hallazgos positivos en un grupo de pacientes de una unidad de cuidados coronarios, quienes fueron motivo de oración por un grupo de creyentes, sin conocimiento de ellos ni del personal médico y paramédico que los atendía, y se les comparara con otros que sólo recibieron los cuidados habituales en tales casos, reportándose en los primeros mejores resultados sobre su evolución que en los segundos, la oración intercesora, como se le denomina a tal acción, ha pasado a constituir dentro del contenido Religión-Salud uno de los más “intrigantes y merecedores de cuidadosa consideración” [21]
Strawbridge [22] y colaboradores realizaron un estudio prospectivo de mortalidad a 5.286 personas, con un seguimiento de 28 años, para analizar la asistencia a actividades religiosas y la mortalidad. Ellos dividieron el estudio en 2 grupos: 1) asistentes frecuentes (por lo menos una vez a la semana); y 2) asistentes infrecuentes (menos de una vez a la semana). Los asistentes frecuentes tuvieron una tasa de mortalidad más baja (RR: 0,64) y durante el seguimiento presentaron una mayor probabilidad de dejar de fumar, realizar más ejercicio, aumentar sus contactos sociales y seguir casados.
Por otro lado, Gillum et al. [23] realizaron un seguimiento de 8.450 personas y excluyendo las variables de confusión (socioeconómicas, demográficas y de salud) demostrando un significativo menor riesgo de muerte para los que asistieron a actividades religiosas más de una vez a la semana, versus los que nunca asistieron (RR: 0,77)
Para autores como Ellison [24], se considera que los hallazgos existentes simplemente nos dicen que los índices de morbilidad y mortalidad en ciertos grupos poblacionales definidos por su religiosidad son, en promedio, un poco menores a “todos los demás” grupos no religiosos o entre la gente menos religiosa. Esto es potencialmente un descubrimiento importante en sí mismo, con posibles implicaciones para la prevención de la enfermedad e incluso, tal vez, la etiología de la enfermedad.
¿Cómo se explica la relación entre religión y salud?
Los mecanismos que subyacen y pueden dar explicación a las consecuencias de la religión sobre la salud, aún no se han esclarecido del todo [2]; no obstante, se hacen propuestas teóricas con una integración biopsicosocial para darle explicación [25] y un grupo de autores, citados por Fernández-Ríos y J. García-Fernández [26] en una amplia revisión hecha por ellos sobre el tema, coinciden en que la religión puede favorecer por: – Las conductas saludables impuestas a los creyentes. – Los diferentes efectos psicológicos que fomenta la religión en sus seguidores, entre los que aluden al apoyo social, entre otros. Con respecto a la dimensionalidad de la religión, la investigación en general se ha centrado en cuatro dimensiones que tienden a estar moderada y positivamente asociadas una con otra y a las cuatro se les ha hallado asociación con resultados positivos de salud: la afiliación o membresía religiosa, la participación religiosa (la asistencia formal a servicios y actividades), las prácticas religiosas privadas y el afrontamiento religioso.
Como se señala en una publicación del Instituto Fetzer [8], existen muchos modos por los cuales la religión puede afectar los procesos de salud-enfermedad. Lo puede hacer por mecanismos conductuales, sociales, psicológicos y directamente fisiológicos. Entre los mecanismos conductuales se encuentra la promoción de estilos de vida saludables por parte de algunas denominaciones religiosas (como evitar el tabaco, las drogas y el alcohol). Algunos grupos proveen redes de apoyo social y comunidades integradoras para sus miembros como parte de los mecanismos sociales (el apoyo ofrecido puede ser tanto material como emocional). El afrontamiento religioso es una forma de mecanismo psicológico que parece ser especialmente útil para encarar situaciones como el duelo o una enfermedad seria, donde poco control directo es posible por parte del sujeto (la percepción de apoyo divino o de otros miembros de la congregación puede reducir la reacción de un factor estresante). Por último, la religiosidad/espiritualidad puede proporcionar una amortiguación contra factores estresantes mayores y menores a través de caminos fisiológicos directos. Ciertas prácticas religiosas/espirituales pueden provocar una “respuesta de relajamiento”, una reacción fisiológica integrada que se opone a la “respuesta estresante” (una estimulación repetida de la respuesta de relajamiento resulta en una disminución de la tensión muscular, menos actividad de la rama simpática del sistema nervioso autónomo, menos actividad del eje pituitario-adreno-cortical, menor presión sanguínea, menor índice cardíaco y mejor oxigenación)
Los profesionales de la salud y la religión
King y Dein [27] se refirieron a la necesidad de hacer considerar la relevancia de las creencias religiosas en los futuros profesionales de la salud, para su trabajo cotidiano; no consistiendo esta labor en hacer proselitismo religioso entre las personas sanas o enfermas o entre sus familiares e incurrir por ello en una transgresión ética [28] sino en aprovechar la tendencia natural y espontánea de los propios creyentes en aras de su salud; por consiguiente, la actitud del profesional debe distar de minimizar las creencias o sus valores, a través del menosprecio explícito e implícito, así como el de pretender eliminar o modificar los preceptos doctrinarios que los rigen haciendo uso de la crítica; puesto que sólo conseguiría con ello destruir la confianza y la empatía que todo trabajador de la salud debe establecer, para alcanzar una buena relación y comunicación con cualidades psicoterapéuticas, con las personas objeto de su cuidado. Mayor provecho se obtiene ante el conocimiento franco de las actitudes hacia la vida, el mundo y hacia sí, que cuando éstas se tienen que esconder por no existir suficiente confianza con el interlocutor.
Identificar la religión, al igual que la edad, el género, la ocupación y la escolaridad, entre otros datos generales que se le toma a cada persona en toda actividad asistencial, debe ser tenida en cuenta, porque como los restantes, condicionan el estilo de vida que como se acepta, determina la existencia de muchas de las enfermedades crónicas transmisibles o no y que son en la actualidad un flagelo para la humanidad. [1]
Fonseca-Canteros [4] comenta que la evaluación de las necesidades espirituales y religiosas por parte del equipo de salud no debe ser impuesta a todos los pacientes, pero debe ser explorada y profundizada por todos aquellos pacientes que lo soliciten, e idealmente por los que serán sometidos a cirugías de alta complejidad, con pronósticos ominosos, con posibles secuelas deformantes, hospitalizaciones prolongadas y signos de crisis espirituales. No es obligación del equipo de salud atender las necesidades espirituales y religiosas, pero sí identificarlas, respetarlas y realizar la derivación para que sean satisfechas por las personas más idóneas (capellanes, guías espirituales, etc.). En el ámbito hospitalario son las unidades de acompañamiento espiritual las encargadas de coordinar la asistencia espiritual y religiosa no solo para los pacientes y familiares, sino también para el equipo de salud.
Conclusión
Desde el siglo XIX se hizo evidente la importancia que representa la religión en el aspecto médico, así como su relación necesaria de investigación para el desenlace en el proceso de salud-enfermedad del individuo. Múltiples estudios han demostrado relaciones significativas en la morbimortalidad de pacientes, con relaciones directas con diversas patologías, aunque la fisiopatología de dicha relación aún no ha podido ser interpretada de forma completa y sólo obedece a cuestiones teóricas que requiere investigaciones posteriores, sin embargo ha permitido identificar la importancia que tiene dicho factor y la necesidad de tomarse en cuenta por parte del ámbito de los profesionales de la salud, para ofrecer una atención integral, motivando a los mismos a reconocer dicho componente en los pacientes, ya que en gran cantidad de los pacientes, es un eje rector en sus vidas y por lo tanto, el reconocimiento del mismo puede facilitar resoluciones positivas en la atención de la enfermedad. No es necesario desde el ámbito ético interferir con las creencias religiosas o espirituales de los pacientes, pero si es prudente no desatender este aspecto y canalizar a los pacientes con las personas indicadas para satisfacer dichas necesidades.
Referencias
[1] | T. L. González Valdés, «Las creencias religiosas y su relación con el proceso salud-enfermedad.,» Revista electrónica de psicología Iztacala, 7(2)., p. 2, 2004. |
[2] | H. G. Koenig, «Religion, spirituality, and medicine: Application to clinical practice,» Jama, 284(13), pp. 1708-1708, 2000. |
[3] | Real Academia Española, Diccionario de la lengua española (Vol. 22)., Madrid: Real academia española., 2001. |
[4] | M. F. Canteros, «Importancia de los aspectos espirituales y religiosos en la atención de pacientes quirúrgicos,» Revista chilena de cirugía, 68(3), pp. 258-264., 2016. |
[5] | D. (. Oman, Why religion and spirituality matter for public health: Evidence, implications, and resources (Vol. 2)., Estados Unidos: Springer, 2018. |
[6] | N. Krause, «Measuring religiosity in later life. Res Aging.,» Res Aging 1993;15:, pp. 170-197., 1993. |
[7] | D. R. Williams, «The measurement of religion in epidemiologic studies. Religion in aging and health: Theoretical foundations and methodological frontiers,» pp. 125-148., 1994. |
[8] | Fetzer Institute, «Multidimensional Measurement of Religiousness/Spirituality For Use in Health Research,» A Report of The Fetzer Institute/National Institute on Aging Working Group, 2003. |
[9] | J. Astley, L. J. Francis y M. Robbins, «Assessing attitude towards religion: The Astley–Francis Scale of attitude towards theistic faith,» British Journal of Religious Education, pp. 34(2), 183-193., 2012. |
[10] | L. Francis y Y. Katz, «Measuring attitude toward Judaism: The internal consistency reliability of the Katz-Francis Scale Attitude Toward Judaism,» Mental Health, Religion and Culture 10(4), pp. 309-324, 2007. |
[11] | L. Francis y T. Enger, «The norwegian translation of the Francis Scale Attitude toward Christianity,» Scandinavian Journal of Psychology, 43, pp. 363-367, 2002. |
[12] | C. L. Orozco-Parra y A. d. C. Domínguez-Espinosa, «Diseño y validación de la Escala de Actitud Religiosa,» Revista de Psicológia de Chile, pp. 23 (1), 3-11, 2014. |
[13] | R. Rodriguez-Rossi, « La investigación de las relaciones entre religión y procesos de salud-enfermedad: abordajes y algunos resultados empíricos. Investigación en salud,» Investigación en Salud, pp. 10(1), 51-57, 2008. |
[14] | J. S. Levin y H. Y. Vanderpool, « (1987). Is frequent religious attendance really conducive to better health?: Toward an epidemiology of religion,» Social Science & Medicine, 24(7), pp. 589-600, 1987. |
[15] | L. M. Chatters, J. S. Levin y C. G. Ellison, «Public Health and Health Education in Faith Communities,» Health Education and Behavior Vol. 25 (6), pp. 689-699, 1998. |
[16] | Y. Chida, A. Steptoe y L. H. Powell, « Religiosity/spirituality and mortality,» Psychotherapy and psychosomatics 78(2), pp. 81-90, 2009. |
[17] | K. M. Loewenthal, M. Cinnirella, G. Evdoka y P. Murphy, «Faith conquers all? Beliefs about the role of religious factors in coping with depression among different cultural‐religious groups in the UK,» British Journal of Medical Psychology 74(3), 2001. |
[18] | E. R. Mackenzie, D. E. Rajagopal, M. Meilbohm y R. Lavizzo-Mourey, «Spiritual support and psychological well-being: Older adults’ perceptions of the religion and health connection,» Alternative therapies in health and medicine 6(6), p. 37, 2000. |
[19] | L. VandeCreek, K. Pargament, T. Belavich, B. Cowell y L. Friedel, «The unique benefits of religious support during cardiac bypass surgery,» Journal of Pastoral Care 53(1), pp. 19-30., 1999. |
[20] | R. C. Byrd, «Positive therapeutic effects of intercessory prayer in a coronary care unit population,» 1988. |
[21] | C. E. &. H. A. H. Thoresen, « Spirituality and health: What’s the evidence and what’s needed?,» Annals of behavioral medicine, 24(1) , pp. 3-13, 2002. |
[22] | W. J. Strawbridge, R. D. Cohen, S. J. Shema y G. A. Kaplan, «Frequent attendance at religious services and mortality over 28 years,» American Journal of Public Health 87(6), pp. 957-961, 1997. |
[23] | R. F. Gillum, D. E. King, T. O. Obisesan y H. G. Koenig, «Frequency of attendance at religious services and mortality in a US national cohort,» Annals of epidemiology, 18(2), pp. 124-129, 2008. |
[24] | C. G. Ellison y J. S. Levin, «The religion-health connection: Evidence, theory, and future directions,» Health Education & Behavior, 25(6), pp. 700-720, 1998. |
[25] | H. G. Koenig y D. B. Larson, «Religion and mental health: Evidence for an association,» International review of psychiatry, 13(2), pp. 67-78, 2001. |
[26] | L. Fernández-Ríos y J. García-Fernández, «La religión como recurso para la promoción de la salud,» Avances en psicología clínica latinoamericana, 18 , pp. 23-56, 2000. |
[27] | M. B. King y S. Dein, «The spiritual variable in psychiatric research.,» Psychological Medicine, 28(6), pp. 1259-1262, 1998. |
[28] | R. P. Sloan y E. Bagiella, «Claims about religious involvement and health outcomes.,» Annals of Behavioral Medicine, 24(1), pp. 14-21, 2002. |