socioeconómicas.
- Escolarización efectiva
- Comunidad o contexto favorecedores (centros sociales, escuela, centros juveniles,..)
RESILIENCIA Y LA VEJEZ
Cuando los investigadores preguntan a las personas mayores sobre su bienestar, la mayoría responde que tiene gran satisfacción en diferentes aspectos de su vida. Esto llama la atención si se consideran las dificultades que suelen experimentar en la salud, el funcionamiento físico, en la disminución de las relaciones interpersonales, roles y estatus social. Este fenómeno llamado «la paradoja del bienestar en la vejez» evidencia la capacidad de las personas mayores para adaptarse a las constantes exigencias en las diferentes áreas de sus vidas, logrando mantener el equilibrio y un adecuado nivel de bienestar. Estos hechos han llevado a algunos investigadores a declarar que la vejez es una etapa caracterizada por la resiliencia.
La resiliencia es un concepto relacionado estrechamente con el de envejecimiento con éxito. Indica que las personas han logrado mantener la salud física, cognitiva y social, y han hecho adaptaciones para conservar su calidad de vida y bienestar.
Algunos investigadores proponen que la resiliencia en la vejez puede ser la habilidad para usar los recursos psicológicos que ayudan a aceptar los cambios psicosociales y físicos. Las personas con estas habilidades harán uso de sus recursos para involucrarse en los aspectos y actividades más importantes para ellos y evitarán estados afectivos negativos como la autocompasión, la ira y la depresión.
Las emociones positivas son relevantes en el proceso de resiliencia y operan de manera especial en la vejez. Los datos indican que las personas mayores prestan más atención a los estímulos emocionalmente positivos que a los negativos. Este fenómeno contribuye a salvaguardar la salud mental y puede ser reforzado por la intervención de los profesionales.
Otras variables significativas son el concepto positivo de uno mismo, el sentido de autoeficacia, el sentido de control, la espiritualidad, el optimismo y el buen humor que, además, mantiene una perspectiva cognitiva flexible, aspecto que contribuye a la resolución de problemas y a tolerar mejor la adversidad. Practicar alguna actividad física como la caminata beneficia la salud emocional y eleva los niveles de bienestar. Los recursos sociales como el apoyo de la familia y amigos, así como los servicios de salud y asistencia comunitaria, son fundamentales para que los mayores compensen pérdidas y recobren sus niveles de funcionalidad.
Conocer estas variables y basar las estrategias de intervención en ellas puede enriquecer los programas destinados a mantener y aumentar el bienestar y la resiliencia, así como prevenir o «inmunizar» contra la vulnerabilidad y la adversidad. La intervención puede dirigirse a: a) reducir el daño actuando directamente sobre los factores de riesgo; b) fortalecer los factores protectores que disminuyen la probabilidad de desarrollar trastornos patológicos, y c) promover los factores que aumenten el bienestar psicológico.
Conocer las fortalezas y la plasticidad potencial de las personas mayores dará un carácter positivo a la intervención, unido a la posibilidad de incorporar aspectos atractivos y divertidos como es el sentido del humor y la creatividad en el diseño de los programas, lo que a su vez puede favorecer otras funciones, como son las cognitivas (7).
Actualmente en España estamos asistiendo a un rápido envejecimiento de la población, por lo que se hace necesario desarrollar proyectos que ayuden a estas personas a envejecer de forma positiva, que la vejez se vea como una experiencia saludable (8-10).
ESCALA PARA LA VALORACIÓN DE LA RESILIENCIA (Connor-Davison)
Centrándonos en la disciplina enfermera, es importante poder manejar instrumentos de valoración que nos permitan obtener juicios clínicos, y a partir de estos desarrollar planes de cuidados. Para ello utilizamos la NANDA (North American Nursing diagnosis Association), el NIC (Nursing Intervention Classification) y el NOC (Nursing Outcomes Classification). Y es dentro de la NANDA (2009-2011) donde recientemente se han introducido nuevos diagnósticos enfermeros relacionados con la resiliencia, dentro del dominio de “afrontamiento al estrés”:
- Deterioro de la capacidad de recuperación personal
- Disposición para mejorar la capacidad personal
- Riesgo de compromiso de la capacidad de recuperación personal
Necesitamos por ello una escala valida, fiable y sensible que nos ayude a valorar la resiliencia en personas mayores que no sólo vaya a ser útil para la emisión de diagnósticos, sino que sirva para conocer los resultados de nuestras intervenciones y poder evaluarlas o identificar un perfil de las personas resilientes.
En el estudio de Dolores Serrano-Parra et al. (10) se adapta la escala Connor-Davison de 10 ítems validada en distintas poblaciones cuyas propiedades psicométricas fueron evaluadas en jóvenes universitarios y profesores de primaria y secundaria víctimas de un terremoto en china, a una escala que valora la resiliencia en personas mayores. Este estudio se hizo en 2004 en la provincia de Cuenca en una muestra de 500 personas que se escogieron mediante un muestreo aleatorio simple. Tras la realización del estudio, la versión española del CD-RISC 10 en mayores, reproduce unos resultados similares a los de la versión original de la escala norteamericana, considerando valida la escala.
Fortalecer la Resiliencia forma parte de un mecanismo que puede ayudar a las personas mayores a mejorar sus condiciones de salud y por consiguiente evitar la aparición de problemas tanto psicológicos como físicos que complicarían la situación en la que viven.
Por todo lo expuesto anteriormente y dada la relevancia del tema, nos planteamos la siguiente pregunta: ¿Cómo sería una propuesta de intervención enfermera para fortalecer la resiliencia en personas mayores de una residencia?
Planteamos por ello un programa denominado “Fortaleza” y un taller centrado en la “risoterapia”, planteándose en el presente estudio los siguientes objetivos: