Se describen otros factores de riesgo cardiovascular en pacientes con antecedentes de hipertensión arterial previa a tratamiento con inhibidores de la enzima convertidor de la angiotensina, beta-bloqueantes adrenérgicos, bloqueadores de los canales de calcio, dislipemias a tratamiento con estatinas, diabetes mellitus insulinodependientes, biguanidas y sulfonilureas y enfermedad cardíaca isquémica a tratamiento con nitratos, ácido acetilsalicílico o clopidogrel.
Debería estimarse el riesgo cardiovascular en personas con uso prolongado de antiinflamatorios no esteroideos al menos una vez por año. El tratamiento prolongado con AINEs puede elevar la tensión arterial de 5 a 6 mm Hg de promedio.
Este riesgo se modifica en función del AINE utilizado siendo el naproxeno uno de los más seguros en cuanto a la cardiotoxicida. Sin embargo el Rofecoxib, la indometacina, etoricoxib, etodolaco y diclofenaco se consideran los más peligrosos en cuanto a la seguridad cardiovascular.
- NEFROTOXICIDAD
La ciclooxigenasa1-COX1 libera prostaglandinas homeostáticas (prostaciclina, PGE2 y PGD2), encargadas de aumentar el flujo sanguíneo vascular renal por medio de la vasodilatación y la disminución de las resistencias vasculares. Por ello, la inhibición de estos mediadores produce un estado de redistribución vascular hacia la corteza renal pudiendo desembocar en un estado de vasoconstricción, isquemia y posible insuficiencia renal aguda.
Estas prostaglandinas son las encargadas a su vez de mantener la tasa de filtración glomerular óptima, siendo éste, un mecanismo defensivo autoregulador que se puede ver afectado por el uso de estos fármacos.
Por todos estos efectos adversos en el sistema renal, se produce una alteración del balance hidroelectrolítico, pudiendo disminuir el aclaramiento de creatinina y aumentar las concentraciones de creatinina sérica en pacientes con riesgo de hipovolemia. También en aquellos con antecedentes de insuficiencia renal, riesgo de agravamiento de la insuficiencia renal, retención hidrosalina, nefritis intersticial, necrosis papilar o interferencia en la función de las prostaglandinas renales.
La toxicidad renal sufre mayor incidencia en pacientes con enfermedad renal previa, gota, edad avanzada, enfermedad hepática, insuficiencia cardiovascular, hipovolemia y enfermos pluripatológicos y polimedicados con tratamientos concomitantes con diuréticos o con elevados niveles de angiotensina II o catecolaminas.
Debería estimarse el riesgo de nefrotoxicidad una vez por año mediante el análisis del filtrado glomerular.
CONCLUSIÓN
En comparación con los opioides, los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) poseen un marco diferente de toxicidad así como un techo de potencial analgésico por lo que no está recomendado el uso de dosis más elevadas que las especificadas en su ficha técnica.
Se podría explicar el extendido uso de éstos fármacos por el aumento de la esperanza de vida, envejecimiento progresivo de la población, así como la facilidad en la adquisición de estos medicamentos de venta libre, la incidencia de patologías asociadas a inflamación y dolor crónico; y el uso profiláctico que se le está dando a los AINEs en enfermedades degenerativas como Alzheimer y en la prevención del cáncer.
La sintomatología de las reacciones adversas medicamentosas por consumo de AINEs no son patognomónicas por lo que un retraso en su diagnóstico conlleva un retraso en su tratamiento.
La mayoría de estudios sitúa los AINEs como la segunda causa de reacciones adversas a medicamentos después de los antibióticos beta-lactámicos. La prevalencia de las reacciones adversas a AINE en la población general varía de 0,1% a 0,3% y hasta 0,9%.
Continúa siendo una amplia línea de estudio ya que a pesar de sus efectos indeseables, los antiinflamatorios no esteroideos tienen multitud de usos terapéuticos y profilácticos.
Es de gran importancia que exista un balance riesgo/beneficio individualizado en cada persona para reducir al máximo sus efectos indeseables, pero a su vez poder utilizar su gran variedad de efectos beneficiosos frente a dolencias inflamatorias crónicas, prevención de eventos trombóticos cardiovasculares y su esperanzador uso profiláctico en enfermedades degenerativas como puede ser el Alzheimer.
Desde el punto de vista de los profesionales sanitarios, juega un papel clave el conocimiento científico y actualizado sobre los antiinflamatorios no esteroideos para poder informar, orientar y proporcionar Educación para la Salud a pacientes y familias con el propósito de evitar la automedicación y consecuentemente la aparición de efectos secundarios indeseables.
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