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Tipos de fobias

  • palpitaciones o ritmo cardíaco acelerado;
  • sudoración;
  • temblores o sacudidas;
  • sensaciones de falta de aire o ahogo;
  • sensación de atragantamiento;
  • dolor o malestar en el pecho;
  • náusea o malestar abdominal;
  • sensación de mareo, de inestabilidad o de desmayo;
  • des-realización o despersonalización;
  • miedo a perder el control o a volverse loco;
  • miedo a morir;
  • parestesias (entumecimiento o sensaciones de hormigueo);
  • ráfagas de calor o escalofríos.

Los síntomas más frecuentes, tanto en adultos como en niños y adolescentes, son palpitaciones, mareo, dificultad para respirar, sudoración y temblores/sacudidas; mientras que entre los menos frecuentes se encuentran las parestesias y el miedo a morir. El miedo a volverse loco o a perder el control y la despersonalización/desrealización son mucho más frecuentes entre los adultos. Si hay menos de cuatro síntomas, el DSM-IV habla de ataques de síntomas limitados. Estos pueden ser tan perturbadores como los ataques completos.

Los síntomas de la agorafobia son básicamente los producidos por el ataque de pánico y son los siguientes:

  • Palpitaciones
  • Sudoración
  • Temblor
  • Sensación de ahogo o falta de aire
  • Dolor o molestias en el pecho
  • Nauseas o malestar abdominal
  • Mareo
  • Sensación de irrealidad
  • Miedo a perder el control o volverse loco
  • Miedo a morir
  • Entumecimiento, hormigueos
  • Oleadas de calor o escalofríos

En los casos en que la agorafobia vaya acompañada de otros problemas que contribuyan a su mantenimiento, por ejemplo, fuentes de estrés, ansiedad social, conflicto interpersonal, dependencia emocional… habrá que tratar concurrente o posteriormente estos problemas. Sin embargo, con excepciones como la depresión grave y el abuso de alcohol/drogas, tratar de resolverlos primero no suele conducir a nada, ya que por lo general la persona no desea o no puede centrarse en otras áreas problemáticas mientras está tan perturbado por sus fobias y ataques de pánico.

Hay dos problemas que merecen una atención especial: depresión y abuso de alcohol y fármacos ansiolíticos. Cuando el ánimo deprimido no es secundario a la agorafobia, sino que proviene de otras fuentes (dificultades maritales, autoevaluación negativa, aislamiento social), estas deben ser consideradas separadamente. La depresión grave puede obstaculizar el tratamiento de la agorafobia y debe tratarse primero. Según parece, el abuso de alcohol y fármacos ansiolíticos hacen que el cambio de la conducta agorafóbica sea verdaderamente difícil o imposible. Por ello, conviene suprimir el alcohol y fármacos ansiolíticos o reducirlos a un máximo de 15 mg de diazepam o 50 gramos de alcohol puro al día, y sin tomarlos en las 4 horas anteriores a las tareas de exposición en vivo (EV). Las personas que estén tomando altas dosis de estas sustancias deberán someterse a un programa de retirada lenta de las mismas antes de comenzar el tratamiento de EV. Sin embargo, la toma de antidepresivos es compatible con la EV. Por otra parte, conviene reducir o eliminar el consumo de cafeína y otros estimulantes, ya que pueden exacerbar la ansiedad.

En cuanto al tratamiento farmacológico, los más eficaces son los siguientes:

  • Inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina.
  • Antidepresivos tricíclicos.
  • Benzodiacepinas.

Estos fármacos son más eficaces que el placebo en medidas de pánico, evitación, cognición, significación clínica, calidad de vida y depresión. Los IMAOs pueden ser eficaces, pero no han sido bien estudiados y tienen muchas limitaciones.

Fobia social

En primer lugar, la fobia social no es timidez, en la timidez los temores a las situaciones sociales son la norma, pero el grado de malestar, tensión, ansiedad y conductas de evitación no es comparable a las limitaciones y sufrimiento que comporta la fobia social. La fobia social tampoco se refiere a aquellos casos en que existe un motivo aparentemente razonable para temer la exposición pública.

No es un trastorno de angustia (o de pánico). En este último las fobias no se limitan a la esfera social sino que afectan a prácticamente a todos los ámbitos de la vida, asimismo en la angustia se presentan crisis espontaneas sin ninguna relación con los estímulos fóbicos. En la fobia social las crisis solo se presentan al exponerse a las situaciones temidas. Por último, en los enfermos con trastorno de pánico es frecuente que no puedan estar solos, mientras que las personas con fobia social, se encuentran más cómodos en la soledad.

La fobia social es básicamente miedo a ser observado. Cuando las miradas fijas, reales o imaginarias, producen una incomodidad extrema en situaciones concretas, el resultado es una fobia de tipo social porque siempre implica de alguna manera el escrutinio por parte otras personas.

Los  criterios DSM-III sobre la fobia social son los siguientes:

  1. Miedo irracional persistente y deseo imperioso de evitar una situación en la que el individuo se encuentra expuesto al posible escrutinio de otros y en la que existe el temor a que él o ella pueda actuar de forma humillante o embarazosa.
  2. Angustia considerable a causa del malestar, y reconocimiento por parte del individuo de que su miedo es excesivo o ilógico.
  3. No causado por otro trastorno mental, como depresión extremada o trastorno de la personalidad huidiza.

Tras el escrutinio se oculta el miedo ante una situación embarazosa, el miedo a ser puesto en ridículo o a hacer el ridículo. Y tras este miedo se halla el miedo a actuar, el miedo a ser incapaz de actuar o el miedo a perder el control en algún momento, cuando los demás no están observando.

El miedo a actuar produce el efecto más temido de todos: una mala actuación. El orador que se queda paralizado por el pánico y es incapaz de pronunciar una sola palabra; la persona temerosa de comer en lugares públicos siente náuseas a la vista de la comida.

En algunos casos, la fobia social es el miedo a que los demás se den cuenta de que sufrimos fobia social, por culpa de un enrojecimiento o de un temblor revelador. La evitación de una situación temida, sine qua non de cualquier fobia, generalmente desemboca en incomodidad y malestar y, en contadas ocasiones, en incapacidad.

Los conocimientos actuales indican que la fobia social a diferencia de las específicas, es un trastorno de ansiedad de tipo “endógeno”, es decir, la causa de la enfermedad radicaría en anomalías de los circuitos cerebrales del miedo, probablemente de origen genético. La fobia social tiene mucho en común con el trastorno de pánico aunque existen diferencias importantes. La fobia social se caracteriza por la presencia de ciertas anormalidades tanto en el cerebro, como en la sangre de los pacientes.

Tipos de fobias sociales

Muchas fobias sociales aparecen en la adolescencia o poco después de cumplir 20 años. Es raro que surjan después de los 30 años y afectan por igual a ambos sexos.

Muchas fobias sociales se desarrollan durante meses y se estabilizan tras un periodo de años, con una disminución gradual de su severidad a una edad mediana. Muchas aparecen sin un acontecimiento precipitante, como sería la muerte de un miembro de la familia o un traumatismo emocional. No se dan en familias determinadas y no hay evidencia de un factor hereditario.

  • Miedo a hablar en público: el miedo excesivo a actuar en público lleva a evitar la actuación en público. Muchas personas pueden pasar toda su vida sin tener que correr el riesgo de hablar en público, pero esto conlleva a menudo un coste. El cantante con talento no llega a cantar nunca, el profesor vocacional no se dedica nunca a la enseñanza, el vendedor no llega nunca a ser supervisor de ventas porque esto implica hablar ante grupos de personas. En el caso más extremo, el miedo a hablar en público hará que algunos padres no acudan a las reuniones de la asociación de padres y profesores, pues quizás les hagan hablar.
  • Miedo a usar los lavabos públicos: la realización de las funciones corporales no es tan sencilla como parece. Implica el estiramiento de algunos músculos y la relajación de otros, de acuerdo con un ajuste temporal y una sincronización intrincada. Además, su realización apropiada, es decir, en el lugar adecuado y en el momento apropiado, se valora mucha entre la clase media de nuestra civilización occidental, consciente de sus necesidades sanitarias. Uno de los motivos que nos hacen pensar que esta fobia es bastante frecuente es una escena que se observa a menudo en los grandes urinarios de hombre durante la celebración de acontecimientos deportivos. Se forman colas en los lavabos cerrados, a pesar de que la micción es aparentemente el único objetivo y de que hay una hilera de urinarios vacíos. Una posible interpretación es que un número considerable de hombres sienten una leve fobia social provocada por el acto de orinar.

¿Qué ocurre con las mujeres? Nadie sabe la frecuencia de las fobias de eliminación  en las mujeres, pero los ginecólogos comentan que tienen casos de mujeres que traen una muestra de orina cuando acuden a la consulta por si resulta necesaria, ante el temor a que no puedan ir “al lavabo a petición del doctor”.

  • Miedo a comer en público: el miedo a comer en público no implica la pérdida de apetito. Se puede producir una pérdida de peso, pero no porque la persona quiera perderlo o tenga la obsesión de ser delgada, como ocurre con la anorexia nerviosa. En un sentido, los pacientes aquejados de anorexia nerviosa padecen una grave fobia a los alimentos, pero la anorexia nerviosa va acompañada de una serie de cambios fisiológicos, como la interrupción de la menstruación o un comportamiento extraño.

Las fobias a las comidas se asemejan en un sentido a las fobias a los lavabos. Ambas implican funciones semiautomáticas de los reflejos y de los músculos del canal alimentario. Estos reflejos y músculos son sensibles a los efectos de una emoción fuerte, como el temor o la irritación. Ambas emociones pueden causar un estiramiento y estirar el esfínter anal. Cuando una fobia social implica el miedo a actuar basado en estos delicados mecanismos, el propio miedo aumenta la posibilidad de que no actuemos.

  • Miedo a la actividad sexual: no se puede considerar el mal funcionamiento sexual como una forma de fobia, pero, en realidad, ciertas formas de este funcionamiento se corresponden con el concepto de fobia social. La persona está ansiosa por actuar porque alguien observa su actuación y esta misma ansiedad aumenta la posibilidad de que no actúe.