- malignidad.
El mejor momento para el tratamiento quirúrgico parece ser el inicio del segundo trimestre y hacerlo de forma programada parece asociar una disminución importante de la tasa de complicaciones. En cuanto a la vía de acceso quirúrgico parece que la laparotomía es de elección aunque en la actualidad están apareciendo trabajos que contemplan la vía laparoscópica por los beneficios que aporta frente a la laparotomía (6,7).
PATOLOGÍA TUMORAL DE LA TROMPA DE FALOPIO
A pesar de que, como decimos, son tumores poco frecuentes se ha descrito una gran variedad de ellos. Su diagnóstico es la mayor parte de las veces accidental, en el curso de una laparoscopia o una intervención quirúrgica. Alguna vez pueden ser el hallazgo de una histerosalpingografía practicada en un estudio de esterilidad.
Dentro de su rareza, los más frecuentes son los tumores adenomatoides. Son en realidad neoformaciones de la pared muscular de la trompa con crecimiento hacia la luz, que incluso llegan a obstruir. Su histogénesis ha dado lugar a numerosas controversias. Hoy se admite que su origen es mesotelial.
Los papilomas o pólipos epiteliales se suelen relacionar con procesos inflamatorios. Cuando en los mismos se asocian fenómenos de metaplasia, pueden plantear al anatomopatólogo dificultades de diagnóstico con el carcinoma.
Los teratomas benignos suelen ser intramurales y estar bien encapsulados. Pueden alcanzar un tamaño de incluso 10-15 cm. No está clara su histogénesis; se considera que derivan de las células germinales primordiales.
Otros tumores benignos que pueden asentar en trompa son: lipomas, hemangiomas, adenofibromas y leiomiomas.
También en este lugar debemos considerar los llamados quistes paratubáricos o del paraovario. La trompa proviene embriológicamente del conducto de Müller (paramesonefros), pero de forma paralela a ella discurre en la vida intrauterina el conducto de Wolff (mesonefros). Las tumoraciones quísticas que aparecen en el ligamento ancho pueden tener así origen paramesonéfrico o mesotelial; por ello sus características histológicas pueden diferir. Habitualmente tienen una capa basal de tejido conjuntivo con la cara interna tapizada por epitelio cilíndrico.
Tienen una localización generalmente intraligamentaria. Son de evolución asintomática, no llegando a alcanzar gran tamaño. Se identifican como del paraovario si se visualiza el ovario; en caso contrario, se diagnostican como quistes simples de ovario. Cuando por su tamaño se operan, podemos ver la distensión del mesosálpinx de la trompa con gran elongación de ésta sobre la tumoración.
La hidátides de Morgagni son pequeños quistes muy pediculados que asientan junto al mesosálpinx cerca del ovario. Son muy frecuentes y transcurren asintomáticamente. Alguna rara vez se describe la posibilidad de su torsión. Más raro todavía es que aparezca en ellas un cistoadeno-carcinoma seroso. Adams comunicó un caso de intususpensión en que la hidátide fue engullida por la trompa.
Ocasionalmente se encuen tra en el mesosálpinx restos de tejido cicatrizal (8).
PATOLOGÍA TUMORAL DEL CUERPO UTERINO
Mioma uterino
Es la neoplasia benigna más frecuente del útero. Está constituido por fibra muscular lisa con un estroma conjuntivo en cantidad variable.
Ha recibido numerosas denominaciones: leiomioma, fibromioma, leiomiofibroma, fibroleiomioma, fibroma, escleroma, fibroide y miofibroma.
De todas ellas, la más extendida es la de mioma y por eso denominamos así a este tumor, aunque quizás la más correcta sea la de leiomioma, porque este tumor procede casi siempre de una proliferación patológica de las fibras musculares lisas del miometrio normal.
Según Robert Meyer, la denominación de fibromioma sería correcta únicamente en aquellas raras formaciones tumorales mixtas, con proliferación simultánea del tejido conjuntivo y muscular.
El término fibroma también está muy arraigado en el lenguaje vulgar, por lo que los ginecólogos empleamos indistintamente la denominación de mioma y fibroma.
Frecuencia
Los miomas constituyen el tumor más frecuente del útero, con una prevalencia de 20 al 40% en mujeres mayores de 30 años. Son excepcionales antes de la pubertad: la paciente más joven a la que se ha diagnosticado un mioma tenía 13 años.
Después de la menopausia no suelen presentarse nuevos miomas, mientras que los ya existentes disminuyen de tamaño, aunque no desaparecen. Si crecen después de la menopausia es señal de que se está produciendo una degeneración secundaria, probablemente una transformación sarcomatosa.
Aunque algunos autores refieren que es más frecuente en nulíparas, parece que la paridad no tiene influencia significativa en la aparición de miomas, así como tampoco la ingestión de anticonceptivos orales durante largos períodos de tiempo.
En las mujeres de raza blanca la frecuencia es de 4-25%, mientras que en las mujeres negras americanas es mucho mayor (alrededor del 50%). Sorprende, sin embargo, que el leiomioma raramente aparece en las mujeres negras africanas, lo que hace pensar en la posible influencia de las condiciones de vida.
En cuanto a la frecuencia en relación con el número toral de mujeres con enfermedades ginecológicas, supone entre el 3 y 5% de las consultas, y es responsable de un tercio de los ingresos hospitalarios ginecológicos.
Entre 1965 y 1987 se realizaron en Estados Unidos 14 millones de histerectomías; se calcula que a los 60 años una de cada 3 mujeres ha sido objeto de esta intervención. Los miomas motivan el 67% de este tipo de cirugía, que no está exenta de complicaciones de mayor o menor gravedad, que pueden llegar hasta la muerte de la paciente; esto da idea de la importancia del problema, que hace que surjan nuevos procedimientos terapéuticos, cada vez más eficaces y con menos complicaciones.
Etiopatogenia
La etiología del mioma, como la de cualquier tumor, no está todavía aclarada. Se piensa que hay una serie de factores predisponentes:
Factores raciales: ya hemos dicho que en Estados Unidos la frecuencia de los miomas es tres veces mayor en las mujeres de raza negra respecto a las de raza blanca y que, sin embargo, la incidencia es muy baja en las mujeres negras africanas. La explicación parece que se encuentra en las diferencias en las condiciones de vida. En la raza amarilla la frecuencia del mioma es prácticamente la misma que en la blanca.
Factores hereditarios: Winkler y Hoffman, ya en 1938, encontraban familias con una frecuencia de mioma de 33 veces mayor que en el grupo control, lo que les hace hablar de familia de miomas. Se piensa en la transmisión por herencia de cierta predisposición. En 1935 Hannart habla de un gen dominante simple que provoca la aparición del tumor en la musculatura uterina.
Sin